El proceso de modernización chino sigue sorprendiendo al mundo. Los anuncios recientes sobre mega proyectos ingenieriles y reestructuraciones institucionales dejan la impresión de que la visión estratégica a largo plazo trazada por la dirigencia comunista del gigante asiático debe cumplirse a cualquier costo.
Un ejemplo de que el proceso de modernización de China sigue su curso milenario lo encontramos en los avances realizados para optimizar el uso del agua del país. Desde 2002, se construye lo que ha sido calificado como el mayor trasvase del mundo en materia acuífera con el prolongamiento del Gran Canal, un rio artificial que en ciertas secciones cuenta con más de 2.400 años de antigüedad y que une a la capital Pekín con la ciudad de Hangzhou. El proyecto contempla la construcción en un plazo de 50 años de “las infraestructuras necesarios para trasladar 44.800 millones de metros cúbicos anuales desde diversos puntos del río Yangtsé y su cuenca hacia el norte y el noroeste del país, con un coste inicial estimado en 500.000 millones de yuanes (61.400 millones de euros)” informaba Jorge Reinoso al País de España en julio. Y es que los problemas producto de la urbanización en el Reino del Medio son colosales. Solo la ciudad de Shangai, que actualmente posee 23,8 millones de habitantes, se estima que para el 2030 contará con 30 millones de ciudadanos, llegando a alcanzar una densidad de 24.000 personas por kilómetro cuadrado en algunas zonas del centro. En dichas zonas habitan en la actualidad al menos 10 millones de habitantes, creando gigantescos problemas de sobrepoblación, tráfico y polución que obligan a sus gobernantes a planificar soluciones integrales de enorme complejidad. Para el caso puntual de esta ciudad, se tiene previsto un plan que contempla la creación de siete ciudades aledañas, que puedan complementar la productividad del centro dinámico de Shangai, donde se encuentra la mayor fuente de empleo. Hasta el momento dicho planeamiento no ha conseguido los resultados esperados.
En segundo lugar, la actual reforma en la que se encuentra transitando China prevé la optimización de recursos en sectores altamente ineficientes. Tal es el caso de los ferrocarriles. A nivel institucional, la reforma suprimió el Ministerio de Ferrocarriles, reemplazándolo por la Empresa de Ferrocarriles de China (EFC) dependiente del Ministerio de Transportes. La enormidad de la deuda generada en la implementación de este sistema de transporte estratégico en el proceso de modernización integral del país llevó a las autoridades a estos cambios. Tal deuda alcanzó un techo de 2,84 billones de yuanes (460 mil millones de dólares), por lo que en la actualidad se implementa un plan que contemple la entrada de capitales privados.
Sin embargo, es el menor nivel de crecimiento alcanzado por la segunda economía más grande lo que ha levantado todas las luces de alarmas en el mundo y en particular en nuestro continente. Cómo ha destacado el reconocido intelectual brasileño Alberto Moniz Bandeira, “en los últimos años China ha incrementado sus relaciones comerciales y económicas con los países de Sudamérica. Los casos más relevantes son Brasil y Chile, para los cuales China ocupa el primer lugar de destino de sus exportaciones, mientras que ocupa el segundo lugar de destino de las exportaciones de Argentina y Perú”. Los datos son elocuentes: después de más de tres décadas de crecimiento de dos dígitos, este año el aumento del PIB chino tuvo un balance positivo de 7,6 por ciento en el periodo enero – julio. Para algunos analistas de nuestra región, esto significa el fin de un modelo de crecimiento.
En tanto el ritmo de crecimiento de China ha disminuido, el gobernante Partido Comunista se ha percatado de que el mundo transita hacia un nuevo escenario internacional. La disminución de la entrada de divisas producto de la crisis financiera, particularmente de Europa, los han hecho alertarse de que son necesarias profundas reformas al modelo de desarrollo chino. El “socialismo con características chinas”, que tiene como correlato un alto nivel de gobernabilidad social producto tanto del consenso alcanzado como de las medidas implementadas para mejorar el nivel de vida de su población, ha llevado a que la nueva generación de dirigentes encabece la puesta en práctica de un nuevo modelo de desarrollo. Más allá de los pronósticos apocalípticos de ciertos grupos de presión que prevén el fin del crecimiento para nuestra región gracias a las inversiones chinas, el menor crecimiento del gigante asiático lo llevará a buscar optimizar los mecanismos de un mercado regulado pero aun altamente dinámico. Tal como lo reconoció el subdirector del Departamento de Asia y Pacifico del FMI, Markus Rodlauer, “estamos muy convencidos de que la economía china dista de encontrarse en un proceso de aterrizaje duro. Observamos que la economía china continúa entrando en un sendero de crecimiento sostenible”, consignó Xinhua.