Osvaldo Drozd
La impronta neoliberal y posmoderna, introducía una ilusión que de a poco va perdiendo densidad, a saber, que el sujeto humano portaba una soberanía, que excedía su condición social y su sujeción a lo colectivo. El éxito personal era el bien más preciado y para lograrlo no importaba pisarle la cabeza a nadie, ya que lo importante era saciar el hedonismo más radical. Todo esto no es ajeno a la literatura y a los relatos de una época, donde por ejemplo un autor como Bret Easton Ellis en el año 1991, escribía una sugerente novela que llevaba el nombre de American Psycho (Psicópata Americano). El personaje Patrick Bateman, un joven de 27 años, egresado de Harvard y dedicado a los negocios, cultivaba una sofisticada vida en medio de riquezas, pero encubría sus goces más íntimos: practicar asesinatos, canibalismo, y sexo ultraviolento. Si bien este relato está llevado al límite, no hay que desconocer que es marca de un tiempo, donde frases como: “Hacé la tuya” o “Sálvese quien pueda”, eran paradigmas reinantes. Probablemente, toda esa ideología, no esté para nada superada, pero hoy es posible al menos, presentar una crítica a ello que no quede en un círculo reducido, y a su vez plantear alternativas.
La burbuja que albergaba al sujeto, lo alejaba de la idea de que él es un producto social y cultural, construyendo un imaginario colectivo donde millones de reinos individuales no se tocan ni siquiera asintóticamente. Como toda ideología, solamente es posible, tiene eficacia, cuando puede negarse a sí misma como ideología, y presentarse como un hecho natural.
Lo que fue cambiando no fue tanto ese hecho subjetivo, sino la realidad que concierne a los modos en que los hombres luchan por su supervivencia, y esto lo puso en crisis, cuestionando permanentemente su propia inercia, haciendo emerger nuevos componentes que debieran profundizar la ruptura definitiva con el paradigma ideológico del neoliberalismo. El resurgimiento de la política, la necesidad de plantearse nuevos elementos conceptuales, y la preocupación por el combate cultural, son algunos de esos elementos que hoy nos exigen hacer un esfuerzo intelectual sin el cual, no es posible revertir a lo que en los noventa, produjera la más grande contrarrevolución cultural de la historia.