Osvaldo Drozd
Si se leen las principales noticias y editoriales del diario La Nación de hoy, inclusive el del propio Joaquín Morales Solá, pareciera que los del pasquín de Mitre optaron por ponerse del lado de Hugo Moyano y la CGT, para criticar el autoritarismo de Cristina en la confección de las listas electorales, dejándole casi nada al sindicalismo. También rescatan al pampeano Carlos Verna, quien abandonara el armado kirchnerista para pasarse a las filas del duhaldismo, pero extrañamente no mencionan la actual posición del electo gobernador de Chubut Martín Buzzi, quien a pesar de haber ganado las elecciones de su provincia encolumnado a Mario Das Neves hoy se acercó al oficialismo, criticando el alineamiento de su ex jefe, al ex presidente interino Eduardo Duhalde.Nos interesa principalmente debatir esta cuestión referida a la presencia de los trabajadores en las listas, porque decir que Moyano se haya quedado con las manos casi vacías, con la excepción de su hijo Facundo, quién será candidato a legislador; implica un debate mucho más serio y extenso, que el que se plantea cuando se habla de la representación de los trabajadores en las listas, cuando en éstas están contemplados los dirigentes cegetistas. Ya en el acto realizado el año pasado en River, la presidenta le endilgó a Moyano que: «a usted que pide un presidente que sea trabajador, yo trabajo desde los 18 años». Si bien existe cierta tradición peronista donde los dirigentes gremiales deben ocupar lugares en las listas, los dichos de Cristina en ese entonces revelan una concepción político- ideológica que trasciende largamente lo que pudiera ser entendido como un simple recurso para contrarrestar las posiciones del líder camionero.Obviamente cuando planteamos este debate no nos estamos refiriendo a si existe o no tensión entre la presidenta y la central obrera, como pretenden mostrar los medios hegemónicos, para subrayar una supuesta contradicción (que sin dudas podría existir), para mostrar un virtual quiebre de las filas del oficialismo. El debate que nos interesa principalmente es de que forma los trabajadores alcanzan representación efectiva en la política, y en primer lugar porque seguimos pensando que este sector de la sociedad, es de importancia superlativa para los cambios a realizarse, para seguir profundizando el proyecto nacional y popular iniciado en 2003.Las representaciones sindicales, si bien adquieren en cierto momento un cierto estatus político, convengamos que en primer lugar son representaciones contractuales y corporativas, de organizaciones que fueron hechas con una finalidad precisa, y que es la defensa de los derechos laborales en un sector específico del espacio productivo. El salto que implica para un trabajador, pasar al rango de sujeto político, inevitablemente excede su organización original, para responder por los intereses comunes de toda la sociedad, y es justamente este hecho el quiebre mismo de lo estrictamente corporativo. En el terreno propiamente político, un trabajador debiera abogar por establecer el modo propio de su clase, para abordar los problemas de la sociedad en su conjunto, para encontrar una resolución desde su mirada productiva, y es ahí donde creemos imprescindible que los trabajadores tengan su representación.Si uno observa políticos como Macri o De Narváez, nunca dejamos de señalarlos como empresarios, aunque ellos no hayan llegado a la política en representación de alguna cámara empresarial, pero así y todo es bien visible que sus intereses como integrantes de ese sector, ellos los quieren imponer al resto de la comunidad, es decir, dirigir al conjunto desde un punto de vista empresario.Otra cuestión en referencia a la representación de los trabajadores, y que excede largamente lo que venimos desarrollando es que actualmente el movimiento obrero organizado sindicalmente, hoy no está unido y que la recomposición de esa amalgama social, hoy no depende exclusivamente de los trabajadores mismos, sino de políticas de estado que comienzan a revertir paulatinamente el proceso de disindustrialización realizado en los noventa, que no solamente implicaba pérdida de puestos de trabajo, sino también la precarización y flexibilización de la mano de obra.