Osvaldo Drozd
Las concepciones culturales nunca son ajenas a los contextos sociopolíticos. Esto pareciera una obviedad pero vale la pena subrayarlo. El cuestionamiento al establishment realizado por los jóvenes de los sesenta y los setenta, no era solamente un hecho subjetivo, sino que se expresaba como una realidad concreta y tangible, donde la revolución, en sentido amplio, era un paradigma bastante generalizado, y donde las masas comenzaban a tener un protagonismo privilegiado. En el tiempo que nos separa se puede percibir que muchos habíamos hecho de las masas, algo así como un dios, y esto no poseía solamente un correlato político, sino también una impronta muy fuerte en la cultura popular, y en todo el desarrollo de una tendencia estética que cuestionaba a la cultura de las elites. En el tiempo también uno puede evaluar que los adoradores de las masas, éramos también algo así como una elite, pero de nuevo tipo, una elite que quería cambiar el mundo.
Para definir a este fenómeno de la cultura pop, surgida principalmente en los sesenta, debemos partir de varios elementos a partir de los cuales fue posible, para yuxtaponerlos, realizar un patchwork, una almazuela, que no debe ser ordenada dogmáticamente, ya que de los que estamos hablando de dogmático tenía muy poco.
Como elementos a tener en cuenta debemos referirnos a la cultura popular y/o de masas, al pop-art, a las grandes revueltas masivas de aquel tiempo como fueron el mayo francés, el otoño caliente italiano, la revolución cultural china, el movimiento pacifista de los EEUU, el cordobazo argentino, el rock, etc.
De alguna forma el surgimiento de la cultura pop era el resultado predicho por Walter Benjamin, en la década del 30, al referirse al desarrollo de las fuerzas productivas y a la obra de arte en la era de la reproductibilidad técnica. Benjamin a partir de vislumbrar la reproducción al infinito de una obra de arte, desprendía que esta estaba condenada a su desaparición como tal. La obra de arte era la producción de una elite y su lugar en la sociedad era completamente restringido, pero su implosión produciría una liberación de sus componentes que se expandiría en lo social, creando nuevas estéticas alejadas de los sitios convencionales donde el arte se exponía, y de donde a su vez adquiría su estatus.
Para ser más precisos, si la obra de arte estaba circunscripta a un reducido sitio poligonal cerrado, como lo es un cuadro o un museo, su estallido produciría su expansión a todos los esquineros de la trama social, haciendo que los elementos estéticos aparezcan ahí donde antes no se los había tenido en cuenta.
La cultura pop era un emergente multifacético, multidisciplinario en un momento donde el componente de masas estaba sujeto a una radicalización constante. La cultura pop si de alguna forma tuvo algún resurgimiento tendríamos que afirmar que en nuestro país fue a partir de diciembre de 2001. Se produjeron experiencias muy interesantes de recuperación de espacios públicos y de construcción de centros culturales que reavivaron la llama de esta concepción de combinar diferentes disciplinas, y hacer de la calle el ámbito preponderante, pero como habíamos dicho anteriormente, todo esto depende principalmente de la sensibilidad y el humor social, y del entroncamiento de ciertas vanguardias estéticas con lo popular, en momentos históricos muy precisos.
A partir de las jornadas del Bicentenario en mayo de 2010, se comenzó a vislumbrar una nueva oleada de cultura popular y masiva en la cual hoy seguimos imbuidos, y que sin dudas tiene que ver con el proceso transformador que vive tanto nuestro país como el resto del continente, donde da la sensación de que la contracultura, se hubiera hecho oficial. La revolución cultural no sólo como expresión popular, sino como política de estado, considero que es la tarea a profundizar.