* Por Oreste Poggi.
Antes de explicar qué es la “confusión inducida” a la que me referí en el último párrafo de la nota anterior me parece necesario escribir algo más sobre el concepto de salud.
El Dr. Ramón Carrillo (Santiago del Estero, 7 de marzo de 1906 – Belem do Pará, 20 de diciembre de 1956), neurocirujano, neurobiólogo y médico sanitarista, fue desde 1946 hasta 1949 fue Secretario de Salud de la Nación y a partir del 11 de marzo de 1949 y hasta el 27 de julio de 1954 (renuncia) se desempeña como Ministro de Salud Pública y Asistencia Social de la Nación.
El resumen de las obras más importantes entre 1946 y 1954 enumera 141 hospitales, 60 Institutos de Especialización, 50 Centros Materno-Infantiles, aumentó el número de camas de 66.300 a 132.000, 16 escuelas técnicas, 23 Laboratorios e instituciones de diagnóstico, 9 hogares-escuela, Centros Sanitarios y Centros de Salud en todas las provincias; «campañas integrales» para eliminar endemias, logrando la eliminación del paludismo; hizo desaparecer, prácticamente, la sífilis y las enfermedades venéreas. Disminuyó el índice de mortalidad por tuberculosis de 130 por 100.000 a 36 por 100.000. Terminó con epidemias como el tifus y la brucelosis. Bajó drásticamente el índice de mortalidad infantil del 90 por mil a 56 por mil; formación y organización de recursos humanos; nacionalización de la industria farmacéutica. (fuente: “Ramón Carrillo. El hombre… El médico… El sanitarista” por Arturo Carrillo, con la colaboración de Augusto Raúl Carrillo – 2005).
El Dr. Ramón Carrillo decía:
«Mientras los médicos sigamos viendo enfermedades y olvidemos al enfermo como una unidad biológica, psicológica y social, seremos simples zapateros remendones de la personalidad humana.»
«Debemos pensar que el enfermo es un hombre que es también un padre de familia, un individuo que trabaja y que sufre; y que todas esas circunstancias influyen, a veces, mucho más que una determinada cantidad de glucosa en la sangre. Así humanizaremos la medicina.»
«En una sociedad no deben ni pueden existir clases sociales definidas por índices económicos. El hombre no es un ser económico. Lo económico hace en él a su necesidad, no a su dignidad.»
«Todos los hombres tienen igual derecho a la vida y a la salud.»
«No puede haber política sanitaria sin política social.»
«De nada sirven las conquistas de la técnica médica si ésta no puede llegar al pueblo por los medios adecuados.»
«Frente a las enfermedades que produce la miseria, frente a la tristeza y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causa de enfermedad, son unas pobres causas.»
“Los problemas de la Medicina como rama del Estado, no pueden resolverse si la política sanitaria no está respaldada por una política social. Del mismo modo que no puede haber una política social sin una economía organizada en beneficio de la mayoría.”
“Solo sirven las conquistas científicas sobre la salud si éstas son accesibles al pueblo.”
Cada una de esas frases expresa que la salud no es un problema biológico sino político y que fundamentalmente tiene que ver con un plan de gobierno general centrado en el ser humano. Y no se olviden los dirigentes que “El hombre no es un ser económico. Lo económico hace en él a su necesidad, no a su dignidad.»
Luego de conocer las ideas de Carrillo –tan modernas, tan actuales, tan necesarias, aunque fueron dichas hace más de medio siglo- se me ocurre imaginar que le decía a Perón algo más o menos así: “Presidente, usted no se preocupe por el sistema sanitario, de eso me ocupo yo; usted resuélvame el problema de la pobreza.”
Este verdadero revolucionario del sanitarismo argentino se adelantó varias décadas a las definiciones de la Conferencia Internacional sobre atención primaria de la salud de Alma Ata (1978). (ver primera nota).
Su figura y su obra fueron cuidadosamente silenciadas y desmanteladas por la autodenominada revolución libertadora, y hasta nuestros días. No nos deben sorprender tales quehaceres porque el objetivo principal en la mayor parte de las décadas posteriores tuvo ocupados a los gobiernos en defender y apoyar a la iniciativa privada; que en materia de salud se puede resumir diciendo que en nuestro país la enfermedad es el negocio.
Sí nos debe sorprender y hacer reflexionar sin ningún temor que, mientras los patrones (porque de ellos se trata) elaboraban y ejecutaban los planes siniestros en contra del pueblo, los trabajadores de aquellos años (nuestros padres), con los dirigentes a la cabeza, estaban entretenidos enfrentándose unos contra otros rindiendo culto al “anti”. Antiperonismo, antigorilismo, anticlericalismo, antilaicismo, etc. etc.
La “confusión inducida” quedó para el final: no nos equivoquemos; los Ministerios de Salud nacional y provinciales, las Secretarias de Salud municipales, los planes de salud, las campañas de salud, los efectores de salud, los programas de salud, los presupuestos de salud, “la mejor oferta en salud del mercado” no existen. En nuestro país, tanto lo público como lo privado, sólo atiende la enfermedad. Sería más correcto decir, por ejemplo: “Ministerio de la Enfermedad de la Nación”.
* Jubilado del Poder Judicial de la Provincia de Buenos Aires.