Por Juan Quesquén Rodríguez.
Carlos Sberna nació en la localidad de Tolosa, donde vivió la mayor parte de su vida. Estudió Relaciones Publicas y Negocios de Diseño y Comunicación; cursó un posgrado en Escrituras, Creatividad Humana y Comunicación. Le gusta escribir, dibujar y pintar e imagina que no hizo la carrera de Letras porque se le hubiera “trabado la cabeza”. Dos de sus poemas en prosa fueron seleccionadas para antologías en editoriales argentinas. Sberna es uno de ‘Los discípulos’, esos que aman el arte de la escritura por sobre todas las cosas y en esta segunda entrega nos invita a sumergirnos entre la prosa poética gótica, maldita y los relatos cortos fantásticos y absurdos.
Carlos pasaba su adolescencia jugando a la pelota con sus amigos del barrio, tomando agua de la manguera y compartiendo un mate en la puerta de su casa. Por aquellos años comenzó a despertar en él la necesidad de escribir, de contar historias fantásticas que se le venían a la cabeza, las historias de amor y desamor. Esa creatividad innata – quizá un legado familiar – le llevó a garabatear sus primeras letras.
Sin saberlo, muchos años después, aquél adolescente hecho hombre publica su segundo libro con relatos cortos y te invita a pensar en lo impensado, en lo fantástico. ‘Los Discípulos’ son microrelatos y prosas poéticas que van donde menos te imaginas, son perturbadores: “Pueden ir desde Dios hasta los Ángeles caídos. Por eso digo que es un libro maldito”, nos comenta el autor en una entrevista en algún café del centro platense.
El discípulo sostiene que su libro “no es una cuestión religiosa ni antirreligiosa. Es escritura de ficción y nada más que eso. A su vez, busca explicaciones a lo que tal vez nunca tenga una respuesta: la muerte y sus consecuencias contingentes, la locura, la existencia”.
El Tranvía – ¿Cuándo te das cuenta que te gusta escribir?
Carlos Sberna – Comencé a escribir a los 15 años. Venimos de una clase media para abajo, todos clase trabajadora. Desde su lado (de sus padres) no me inculcaron nada que tenga que ver con esto.
Siempre tuve una curiosidad por el dibujo, la pintura y la escritura. Empecé escribiendo poesía y después con los cuentos cortos. Leo a Edgar Allan Poe, Raymond Carver, Charles Bukowski, muchos americanos. Me gusta mucho la poesía y prosa poética que es lo que tiene el libro; en ese sentido me gustan los franceses como Charles Baudelaire.
Publique de grande, hay un punto de inflexión. Yo no soy de mandar cosas a concursos, pero en una de esas mande una prosa poética y salieron entre las diez que se publicaron y forman parte de una antología de otro libro. A partir de ese momento me hizo un clip y dije quizá hay algo acá. Ahí es cuando comencé a tomar el gustito por publicar.
ET – ¿Hay algún mecanismo que tenés para escribir?
CS – Depende de lo que escribas. Si escribo prosa poética son cosas que me vienen a la cabeza de golpe. A los relatos y novelas cortas siempre le incluyo alguna prosa o metáfora. En cuanto a la prosa es cuanto más libre me siento, es lo que más fácil me sale, es como innato.
La novela es un proceso más largo, lleva tiempo armar personajes, tachar, tirar. Me encantan los cuentos, es el género que más me gusta. Hago autobiográficos mesclados con ficción y después hago cosas que están fuera de mí, son 100% inventadas. Incluso en este libro vas a ver que hay partes que están mezcladas, hay como prosa poética mezclada con relatos, es un invento.
ET – ¿Sos bohemio?
CS – Siempre. Cuando empecé a escribir y publicar comencé a conocer gente y meterme en ese ambiente dentro de lo que puedo porque yo soy de la Plata. La movida más grande está en Buenos Aires, ahí es donde pasa el 99% de las cosas. A La Plata le falta lugares para juntarse, cafés donde se recite poesía.
ET – ¿Por qué no seguiste una carrera literaria?
CS – Estoy seguro que me hubiera trabado la cabeza. La gran mayoría de los escritores son muy técnicos.
ET – Sentís que la escritura es un escape?
CS – Es una mezcla de varias cosas. Vengo de una familia disfuncional y todo influye: el barrio la junta, lo que lees, la gente que conoces.
ET – ¿Crees que la política y el arte en algún momento se complementan?
CS – Creo que la política usa al arte, lamentablemente. En ciertos momentos específicos se alimentan y lo usan en lo efímero y cosas que no son profundas. El artista es un peligro para el político, no en vano en su momento se han tenido que ir.
ET – ¿Cómo explicarías tu libro?
Cuando hablo de ‘Los Discípulos’ hablo de nosotros los escritores, los que amamos al arte de la escritura por sobre todas las cosas y de alguna manera nos sentimos como discípulos de aquellos a los que leemos.
El libro contiene bastante de la bohemia de los bares y de gente que se ha quedado sola, que anda por la vida así porque sí. Está dividido en dos: microrelatos y prosa poética.
Cuando escribo pienso en la muerte y la locura. Es más interesante abordar eso que no se ve tanto. Mirar la vida desde lo fantástico, lo perturbador y lo extraño; no buscar lo obvio. Es un libro para leer más de una vez.
ET – ¿Qué es lo que te deja el libro a vos?
Cs – Una sensación de que esto es mucho más finito, que estamos para muchas cosas más, es esperanzador en cierta manera. Me deja una sensación de híbrido entre desasosiego, desesperanza y una luz al final.
ET – ¿Va tener continuidad?
CS – Este tipo de escritura no lo voy abandonar nunca: en lo fantástico, en lo absurdo, lo oculto, lo maldito, en la filosofía de la vida, ahí está mi tema.
ET – ¿Te ves dedicándote de lleno a la escritura?
Espero no ser conocido, pero si valorado. Tengo como la necesidad interior de ser valorado por mis escritos. Que le den valor a lo que uno hace. Que se tome conciencia de lo que el otro hace para el otro. No hablo del aspecto económico, sino del humano.
No sé si me veo, pero es lo que anhelo. La ficción me atrapa.
‘Los Discípulos’
Beberlos cada medianoche. Emborracharse con su albor. Inundar una copa con sangre de Cheever, de Poe, de Fante, de Wolf. Destapar un añejo licor y beberlo junto a Artaud, Mallarmé, Rimbaud y Baudelaire. Abrir la bodega del conocimiento; la reserva añeja que nutre a los cadáveres sabios y a los perturbados aprendices. Trasnochar y caminar ebrio en el reducto de páginas de Borges y Bioy, de Ocampo y Cortázar. Contemplar el abismo con la brillante Pizarnik. Ser la vid; el parral que nunca se agota. Resucitarlos en cada sorbo y agonizar eternamente.
Lugares donde se puede conseguir ‘Los Discípulos’
LA PLATA
Libros Lieggi: 48 e/6 y 7 – Centro
El Aleph: 49 N° 540 e/ 6 y 7 – Centro
La Diversa libros, Plaza Italia N» 157 – Centro
Viva el libro: 43 e/ 5 y 6 – Zona terminal
CITY BELL
13 C N* 246 e/ Cantilo y 473 bis – Centro
ENSENADA
Frenesí libros: Perú N’ 343, e/ Sidotii y La Merced – Centro
También se puede pedir el libro en la página: Artes y Escritos de Carlos Sberna