Beatriz Sarlo da nombre hoy a su nota de opinión en La Nación: Estados Unidos, un país que no deja de sorprender. El título a quien escribe, tampoco deja de sorprenderlo, e invita a leerlo, intuyendo, suponiendo de antemano, prejuicios de por medio, qué es lo que habrá escrito la columnista del matutino de Mitre desde el Norte, situada ella ante la inminencia de las próximas presidenciales.
Sarlo pareciera proponerse sólo narrar acerca de sus “sensaciones de extrañeza” en un lugar al que desde hace casi tres décadas, dice, cree conocer tan bien como puede conocerlo una extranjera, pero a quien nunca deja de sorprenderla.
En este caso, Beatriz no habla desde lo intrincado y complejo de una nación gigante, sino desde sitios que uno diría acotados: “Cambridge, Massachusetts, que bien podría llamarse Ciudad Harvard, no es el lugar más apropiado para mirar las elecciones norteamericanas. Todo aquí transcurre en un «tiempo académico», lejos de cualquier frenesí. A diferencia de otros campus que conozco, el de Harvard es silencioso y cortés”. Sin embargo, afirmando que “Las elecciones tienen el mismo rumor afelpado. Sería falso afirmar que no se habla de ellas”. Sí, se habla de ellas pero “los académicos y los estudiantes no sacan el tema, salvo que se trate de aquellos contaminados por la pasión y, en cada uno de esos casos, salta a la vista el motivo: son extranjeros o militan en alguna política identitaria”. Es el preciso instante donde emerge en el relato, una apología de las diferencias: la sensatez americana y la exaltación de los que uno supondría latinos, más esa rara fauna activista en un país donde la política pareciera ser de muy baja intensidad.
Sarlo prosigue: “Miro por las ventanas de mi departamento. No puedo ver ni un cartel ni, por supuesto, lo que en la Argentina forma parte congénita de las campañas políticas: ni una pintada. Camino por Boston, por Cambridge, por el campus de Harvard y tampoco encuentro rastros gráficos de las elecciones. Los millones están puestos en la televisión y en las redes sociales, es decir, de puertas adentro”. La política planteada de esta forma pareciera excluida del espacio público, y en el privado no se diferenciaría del hecho confesional. No quedan sitios para las crispaciones ni para los antagonismos que los think tank quieren atribuirles como causantes a las experiencias “populistas”. Sin dudas ni un 8N ni un 7D son pensables en ese escenario descrito. Nada de países partidos en 2 como Lanata dijera de Venezuela o la Argentina.
El que escribe ante el paisaje sarleano no pudo no recordar cuando Jean Baudrillard, en Las Estrategias Fatales cifraba a los personajes de la transpolítica: el obeso, el rehén, y el terrorista, como nuevos actores del ocaso de la política, es decir “liberándonos de las nostalgias liberales y las artimañas de la historia superada”. Finalizados o congelados los conflictos sociales o de clase, todo transcurre en un escenario donde la realidad dejó paso a lo hiperreal.
Sarlo nos cuenta acerca de su asistencia al Harvard Bookstore donde tuvo lugar el último debate por las presidenciales “Durante la rueda de preguntas (los panelistas) habían demostrado un conocimiento preciso de los encierros de la política exterior en Medio Oriente. Y, dicho sea de paso, Medio Oriente y el terrorismo islámico fueron los únicos temas: cuál es la mejor forma de sostener la alianza inconmovible con Israel, cuál es la mejor forma de salir de los teatros de operaciones militares sin debilitar a los ‘aliados’”.
Las elecciones en EEUU no son obligatorias, y quizás los temas que más afectan a la ciudadanía no figuren en la agenda, ya que los damnificados ni siquiera harán opción del voto. Todo pareciera suceder entre la indiferencia y el desconocimiento.
En su célebre y distópico Fahrenheit 451, el notable Ray Bradbury escribía allá por 1953, una tan extraña como real profecía, que precisamente estaba referida a su país natal, Estados Unidos: “-¡Válgame Diosl -dijo Montag-. Siempre tantos chismes de ésos en el cielo. ¿Cómo diantres están esos bombarderos ahí arriba cada segundo de nuestras vidas? ¿Por qué nadie quiere hablar acerca de ello? Desde 1960, iniciamos y ganamos dos guerras atómicas. ¿Nos divertirnos tanto en casa que nos hemos olvidado del mundo? ¿Acaso somos tan ricos y el resto del mundo tan pobre que no nos preocupamos de ellos? He oído rumores. El mundo padece hambre, pero nosotros estamos bien alimentados. ¿Es cierto que el mundo trabaja duramente mientras nosotros jugamos? ¿Es por eso que se nos odia tanto?”
Por suerte Sarlo en un momento de su relato afirma que ella, es de “Otro Mundo”