Por Walter Barboza
Los crímenes empiezan en el año 1993 y la serie se extiende hasta 1997. Acaso empezaron mucho antes, sólo que el escritor Roberto Bolaño nos sitúa en ese breve período de la historia para dar cuenta de la manera escandalosa, pero natural, con la que son asesinadas las mujeres mexicanas en Ciudad Juárez, estado de Sonora. Nadie refutó, ni cuestionó, nunca ese libro, quizás porque 2666 es una novela de ficción cuya parte, llamada precisamente “La parte de los crímenes”, tiene poco de ficción y mucho de crónica periodística descarnada.
No es un relato de aventuras, si una síntesis perfecta de una serie de asesinatos ocurridos en la frontera entre México y EE.UU., donde el femicidio es moneda corriente y la vida de la mujer vale menos que los puñales con las que son asesinadas. Los más de 2000 casos, registrados oficialmente, confirman en los hechos que las mujeres, en buena parte del mundo, siguen siendo reducidas a un mero objeto sexual, sujeto a la burla y la violencia cotidiana.
Por caso, mientras este cronista escribe esta nota, efectivos de la DDI de la Ciudad de La Plata atraparon a un hombre de 51 años, acusado de haber asesinado a Susi Elvira García Pérez, de 67 años, quien había sido hallada en abril de 2014 en el interior de su vivienda, ubicada en la esquina de 63 y 162 de Los Hornos. Susi, según las pericias, estaba maniatada, amordazada, había sido golpeada en el rostro y abusada sexualmente por vía vaginal y anal. El asesinato de mujeres, en la República Argentina, se extiende a diestra y siniestra. El estado de Sonora, no parece ya tan lejano.
En su libro “La construcción del sujeto ético”, Silvia Bleichmar, Doctora en Psicoanálisis por la Universidad de París VII, dice que “la violencia no deriva de la pobreza sino de la forma en la que se ha deconstruido la noción de semejante”. Su sentencia es contundente: en la medida en que no se reconozca al “otro” como un individuo provisto de condición humana, un “semejante”, difícilmente disminuyan los niveles de violencia contra las mujeres y el ser humano en general.
En ese proceso de cosificación, fundamentalmente de las mujeres, los medios de comunicación han tenido mucho que ver. Utilizadas como el estereotipo de un objeto de tienda, o como una simple mercancía, se la expone y ofrece a diario en programas de TV o publicidades callejeras. Su valor reside allí. En el nivel de exposición.
El filósofo surcoreano, Buyng-Chul Han, nos ofrece una mirada que aporta a la problematización del asunto. Doctorado en la universidad de Friburgo, “La agonía del Eros” y “La Sociedad de la Transparencia”, dos de sus trabajas de mayor trascendencia desarrollan algunas ideas vinculadas a la constitución de las relaciones humanas, el deseo y el amor. Chul Han sostiene que vivimos en una sociedad cada vez más dominada por el “narcisismo y la autorreferencia”, que “ha perdido el deseo» y la capacidad para dedicarse al «otro», al extraño, al no-yo. Es decir pensamos sólo en nosotros mismos y somos incapaces de construir relaciones con los demás. ¿Cuánto de ello hay en la simpleza con la que se elimina a las mujeres sin ton ni son? ¿Cuánto de ello expresa la posición del hombre, definido por su sexualidad, en su vínculo con la mujer? La lucha por los espacios políticos, de gestión, o de conducción empresarial e institucional, durante el siglo XX, pueden dar buena cuenta de esa experiencia. En la prensa argentina del siglo XIX, Juana Manso, considerada una de las primeras activistas en la lucha por los derechos de la mujer, firmaba sus columnas en los diarios de la época con el seudónimo de un hombre.
El 3 de junio, cuando miles de personas marchen por las calles de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, en la jornada denominada Ni una menos, se pondrá de manifiesto el más amplio de los repudios a la sociedad patriarcal y a los crímenes cometidos contra las mujeres. Sociedad que ha impedido, anulado y estigmatizado a las mujeres durante una gran parte de la historia de la humanidad.