Treinta horas
Por Nadia Erice
Convocan a una gran marcha contra el femicidio. La organizan distintas organizaciones políticas y sociales. La misma se realizará el 34 de junio frente al Congreso de la Nación.
Si el tiempo pudiera medirse en metros, treinta horas sería la distancia que separa la desaparición, tortura, maltrato, violación y asesinato de una mujer, de otra. De la siguiente.
Una mujer cada treinta horas es asesinada.
Somos nosotras. Tu hermana, tu mamá, tu novia.
Somos nosotros. Porque vos, varón, naciste de una mujer. y justamente vos, varón, sos el que nos está matando.
Una mujer por día aproximadamente, muere en manos de su pareja o ex pareja. De un hombre obsesionado. De un violador. Simplemente muere, en manos de un asesino.
O mejor dicho, de un femicida.
Femicidas acaso, porque en otras condiciones y bajo otras circunstacias, no asesinarían.
Lo principal es que las mujeres estamos dejando de ser ese sujeto invisibilizado, dejamos de estar inertes para estar alertas.
Somos concientes del lugar y el rol que intentaron imponernos durante generaciones, robándonos la libertad de elegir.
Y es quizá, en esta tensión o casi ruptura, en donde mujeres jóvenes que fueron educadas en la libertad y para la libertad, con las banderas de la autonomía y la propia elección (esta generación de jóvenes, chicas, mujeres, niñas) es la que sufre la tiranía del patriarcado, que en los jóvenes varones no podemos erradicar, ni dejar de reproducir.
¿Es tal vez, esta autoconciencia de libertad y autonomía, la que enoja para ser asesinadas?
¿Podemos explicar el femicidio aisladamente, o debemos calificarlo como la consecuencia inevitable de las condiciones de producción del machismo (cuando no la misoginia) o el patriarcado?
¿Nos asesinan por ser mujeres? ¿O nos matan por ser mujeres libres?
La ley de Violencia de género (ley N° 26.485) divide en cinco los tipos de violencia contra la mujer, en física, sexual, psicológica, simbólica y económica y patrimonial. Esta ley sostiene, además, que hay distintas modalidades de ejercerla, tales como la violencia doméstica (la convivencia no es excluyente, la ley ampara aún cuando en este tipo de violencia, no se vive bajo el mismo techo), obstétrica, institucional, laboral, mediática y contra la libertad reproductiva.
¿Es a raíz de esta coyuntura de quiebre, que se produce el cambio de lo que podría denominarse como la construcción hegemónica social y colectiva de la mujer?
¿Será que, en este camino de readquisición de derechos que nos fueron negados durante milenios, nos los quieren arrebatar, así como nos arrebatan la vida?
En este camino que andamos, de lucha, nos encolumnamos con la idea de que no se pelea por una «toma del poder» o una valoración negativa de lo masculino. Luchamos por la reivindicación de los derechos negados a las mujeres. Marchamos por la concientización social, para construir un sujeto femenino colectivo, por fuera de los cánones establecidos por el régimen patriarcal. Creemos que los hombres sí lloran y que las mujeres no somos el sexo débil. Que los hombres no pertenecen al celeste, y la mujer al rosa.
Debemos abandonar las tradiciones qur delimitan nuestros géneros como fronteras entre lo bueno y lo malo. Nuestra sexualidad, ni nuestro sexo, determinan nuestro género.
El 3 de junio, el país entero; hablamos de medios de comunicación, ciudadanos, políticos, referentes culturales, distintas instituciones y agrupaciones, nos unificaremos para gritar basta todos juntos. En cada ciudad, de cada provincia, todos juntos, pidiéndote que no nos mates. #Niunamenos es una consigna que nos unió en la indignación y en la impotencia.
No puede desaparecer el femicido sin antes modificar, aggiornar, actualizar las clasificaciones de género. Y abandonemos las descalificaciones.
Construyamos las nociones de género para la igualdad, para la equidad. Para que la única asesinada, sea la discriminación.
#Niunamenos