Algunos sectores de la clase media, y media alta argentina, han cuestionado fuertemente en los últimos años al gobierno nacional, al que se lo acusa de haber propiciado a través de su política económica una surte de castigo a este segmento de la población. Este discurso de consistencia agresiva, imperante en redes sociales, foros políticos y reuniones familiares, es la recurrencia verbal más utilizada para denostar el proceso político iniciado en 2003 y que será nuevamente puesto en juego por la gestión de gobierno en las elecciones de este domingo 27 de octubre.
Veamos algunos datos extraídos del INDEC respecto de la evolución del consumo en el último mes: la facturación en grandes supermercados creció hasta 10.779,2 millones de pesos en septiembre, es decir un 22,6 por ciento de aumento respecto del mismo mes del año pasado. Pero si se lo compara con todo el período transcurrido en lo que va del año 2013, en relación al mismo período de 2012 (o sea 9 meses), las firmas vendieron un 24,8 por ciento más.
En el caso de los shoppings, centros de referencia para ese segmento de la población, la comercialización alcanzó 1.893,6 millones de pesos el mes pasado, con una suba interanual del 23 por ciento. En tanto que en los primeros nueve meses, el consumo avanzó un 27,1 por ciento.
Aquí no tiene sentido poner en duda los datos del INDEC, cuestionado en los últimos años por amplios sectores de la población, puesto que la información es suministrada por las propias empresas y surgen de los niveles de facturación de esas compañías.
En el caso de los supermercados, los artículos que señalan el mayor aumento de las ventas en el mes de agosto, y en forma interanual, son los de panadería (56,1 %), lácteos (44,2 %), electrónicos y artículos para el hogar (42,2 %), indumentaria, calzados y textiles (31,4,) y bebidas (29,8).
La compra de autos nuevos, usados y motos registrará récords de venta en 2013, mientras que los viajes por turismo al exterior duplicarán el registro de 2006. Aquí, también, los datos están disponibles en agencias de turismo y concesionarias, con lo cual no tiene sentido poner en duda la veracidad de la información.
Los registros son útiles a los fines de poner en discusión qué es lo que se debate cuando se habla de una “clase media castigada”, si los indicadores de ventas y facturación señalan que el consumo en el mercado interno sigue dando muestra alentadoras de crecimiento.
A entender de este cronista, hay una disputa subyacente en esa discusión que está estrechamente relacionada con la “puja por la distribución de los bienes simbólicos”. Si históricamente fueron los sectores más altos de la sociedad los que accedían a determinados bienes y servicios, la política económica orientada a avanzar en una distribución más equitativa del ingreso ha puesto en duda la potestad que sobre esos “bienes simbólicos” tenía ese sector de la población.
Algunas marcas de prendas de vestir, la posibilidad de acceder a un vehículo, la elección del lugar para vacacionar, determinadas pautas de consumo que pertenecieron con exclusividad a determinados sectores sociales, hoy parecen no ser ya patrimonio exclusivo de las clases medias.
Hay referencias discursivas muy salvajes que confirman esta tendencia, por ejemplo el hecho de que el plan conectar igualdad se desarrollara sobre la base de la entrega gratuita de netbook a los alumnos de las escuelas públicas de todo el país, disparó pensamientos de este calibre: “¿Por qué se las entregan gratuitamente a los que menos tienen y yo que trabajo todo el día la tengo que comprar?”.
La naturaleza del mito de la “clase media castigada”, estaría sustentada en la pérdida de exclusividad del acceso a determinados bienes, que otrora marcaron el rasgo distintivo de pertenencia a un determinado sector social y no a otro.
El antropólogo Néstor García Canclini, radicado en México haca ya varios años, señala que “es indudable la existencia de diferentes modos de apropiación de los bienes culturales entre los distintos sectores sociales, que obedece a las desiguales condiciones económicas, sociales y culturales” y destaca que “lo que se denomina público, en rigor, es una suma de sectores que pertenecen a estratos económicos y educativos diversos, son hábitos de consumo cultural y disponibilidad diferentes para relacionarse con los bienes ofrecidos en el mercado”.
En ese marco es interesante comprender que la apropiación de los bienes simbólicos, por parte de los sujetos, “depende de la posición en el ámbito de la producción por un lado y en el espacio del consumo, por el otro”. Esas posiciones son las que definen los modos de reproducción de ese “sentido apropiado (el de los bienes simbólicos)”, que luego se traduce en prácticas sociales.
Es quizás esa disputa subyacente, la que permite la construcción de un discurso sobre una supuesta “clase media castigada”. En ese sentido los datos del INDEC, son reveladores de un incremento en el consumo que da cuenta de que ese sector de la población ha sido uno de los más beneficiados por las políticas económicas implementadas durante la última década.