Algunas reflexiones sobre el mundo laboral, las transformaciones tecnológicas. De la organización científica del trabajo, al desarrollo tecnológico, el desempleo y el dominio de la técnica en beneficio de los trabajadores.
«No se les pide pensar»… les decía Taylor, fundador del movimiento organización científica del trabajo, a sus obreros. El sistema capitalista no solo precisaba multiplicar la producción de bienes sino también de zombis. Pero Taylor se había olvidado de que una vez un filósofo había asegurado que el hombre piensa y luego existe.
Por la condición humana de pensarse a si mismo el obrero se quedó sin trabajo, su pensar no pudo programarse. Fueron muchos los que presentaron errores en el sistema y se salieron de la programación, aquellos que no pensaron desde ese mundo, pero sabían desde el suyo, sobre la deshumanización sistemática que provocaban las máquinas.
De esta manera el hombre se fue quedando totalmente fuera del proceso de producción, ya ni siquiera era necesario que interviniera frente al trabajo automático. Las tareas que antes eran delegadas a los hombres hoy están siendo destinadas a máquinas y que no se precisa más que a un solo hombre para manejar y controlar miles de ellas.
Esta situación de ¨invasión tecnológica¨ provocó temor en los recientes desempleados que se veían atormentados no solo porque unas máquinas creadas por otros hombres les estaban sacando el trabajo, también por el efecto psicológico al sentirse disminuidos frente aparatos que podían ser más que ellos. Esto los alejaba por completo de la relación con la naturaleza en la que Marx reparó. No sólo estaban trabajando para algún otro, muchas veces desconocido, sino que ahora ni siquiera ese otro los necesitaba, se encontraban excluidos de un sistema que poco le importa la moral y las buenas intenciones.
No hay demasiadas dudas al momento de suplantar un trabajo humano condicionado a su vez físicamente, por materiales que hoy parecen infinitamente perfeccionables.
Es hora de buscar alternativas partiendo desde las condiciones actuales. Sería ilógico pensar que debería haber trabas a la hora de crear lo que va más allá del hombre, lo que lo deja atrás en esta carrera tecnológica de la que hoy nadie está exento. Y es justamente esto de lo que siempre han temido los conservadores del pasado, los fieles amigos de lo que fue como mejor de lo que es, los amantes de las viejas formas. Carentes de nuevas propuestas se encierran en una vejez prematura olvidando que ya no hay solución completa con solo ir en contra. ¿A que le tenemos miedo? ¿a qué las máquinas sean más capaces? ¿a que nos destruyan? (antes hubieran sido preguntas para la ciencia ficción).
El desempleo por automatismo es un conflicto existente no tan nuevo en el sector industrial, recién en nuestro país comienza a partir de los años 70´; pero sí para el sector terciario que comienza a padecerlo a partir de los 90´. Claro es el ejemplo de los cajeros automáticos o de los pagos por Internet que suplantan a una importante fracción administrativa. Pero así como encontramos cientos de casos en los que la tecnología abraza todos los sectores económicos, también encontramos un indiscutible avance en cada una de las actividades en las que se les ofrecen virtudes irresistibles; como la velocidad, la información y la comunicación.
Debido a esta última etapa de tecnologización de los sectores de servicios, es que la sociedad ha quedado ubicada en principio en dos planos distinguibles, y hasta un sociólogo apresurado podría ver una división estructural a partir de estas prácticas. Esos planos corresponden a los adaptados al nuevo modelo y los excluidos.
Esas máquinas, las dueñas del tiempo nos han realmente sorprendido (cuestión positiva), y por esta razón es que aún tenemos nuestro tiempo mental para aprender a usar las herramientas en beneficio propio. Frente a un panorama más complejo es preciso volver a reivindicar otras posiciones en el mercado laboral.
El secreto parece estar en la educación, tanto para los herederos de la Revolución Industrial, como para los que olvidaron que los hombres no son máquinas. Que lo que hemos considerado como trabajo en el pasado haya ido variando, no significa que el escenario sea drástico ni mucho menos que los índices de desempleo se muevan por la velocidad de la tecnología. Está claro que las políticas son las responsables de capacitarlos o hacer algo con esta franja de ex trabajadores desanimados por no poder cumplir otra función.
Obviamente que la problemática atraviesa varios campos, fundamentalmente el político. Quizás lo que nos quede hacer como trabajadores, sea recordar que en las peores crisis laborales de la historia, en relación a los efectos de las nuevas tecnologías, han dado lugar a nuevos tipos de trabajo en donde los desempleados se han ido creando otras posibilidades dentro de un campo efectivo. Por supuesto que ante un clima de desesperación que provoca la inactividad es iluso, desde el afectado, pensar en resolver el conflicto a largo plazo, aunque si es tarea para los que se ven comprometidos en el país de llevar a cabo la obra.