Dardo Dorronzoro fue poeta, herrero y periodista. Quizás una combinación extraña para estos tiempos, pero dicen, fundamentalmente quienes lo conocieron, que su vida estuvo atravesada por la necesidad de “decir escribiendo”.
La dictadura militar lo secuestró definitivamente en junio de 1976, en el barrio La Loma de la localidad bonaerense de Luján, después de haber sido secuestrado el 10 de marzo (días antes del golpe cívico-militar) por el comando Bruno Genta, un grupo integrado por miembros del Regimiento 6 de Infantería de la ciudad de Mercedes que actuaba en la zona desde fines de 1975, y que había utilizado para sus fechorías el nombre de ese poeta anticomunista, nacionalista y católico ejecutado en el año 1974.
Había nacido en 1913 en la localidad bonaerense de San Andrés de Giles, de donde sus padres decidieron emigrar por las persecuciones a las cuales había sido sometida su familia como consecuencia de sus posiciones políticas. Hasta que en la década del ´40 su padre decidió como destino definitivo la ciudad de Luján.
Trabajó en una fábrica de la zona hasta que abrió su propio taller de herrería artística, porque claro no era cuestión de cortar hierros y soldarlos, sino de darles un toque que los distinguiera y fueran útiles a los fines de acompañar un paisaje urbano que para esa época respetaba mucho el casco más antiguo de la comuna.
Su trabajo iba del taller de herrería a la literatura y de ahí a la política. Por las tardes solía recibir en su casa del barrio La Loma a jóvenes militantes de la Juventud Guevarista o Peronista con los que, independientemente de sus posiciones, podía dialogar y debatir sobre una realidad nacional extremadamente convulsionada.
La patota que lo vino a buscar el 10 de marzo, sería la misma que lo secuestró en junio de 1976. Ingresaron encapuchados rompieron todo lo que encontraron a su paso y se lo llevaron. Pero Dardo regresaría de la muerte prematura a reencontrase con su esposa Nelly Dorronzoro, la mujer que fue su prima, luego su amiga y definitivamente su compañera.
Nelly fue la responsable de recuperar y editar parte de su producción literaria. Porque Dardo forma parte de esa nómina de escritores, e intelectuales, quizás desconocidos para las grandes editoriales o reducidos a la vida pueblerina por no pertenecer al núcleo de los grandes circuitos culturales que dieron batalla en los años sesenta y setenta, o bien mantuvieron una actitud contemplativa frente a los procesos políticos. Pero Dardo escribió una gran cantidad de trabajos literarios de los cuales solo fueron publicados cuatro: la novela «La nave encabritada» (Premio EMECÉ en 1964) y los libros de poemas «Una sangre para el día» (1974), «Llanto Americano» (1984) y «Viernes 25» (1989). Otras obras como «La Grieta», «Uno de los fusilados», «Para no morir», y «Quien heredará nuestra sangre» y «La porción del diablo», todavía permanecen inéditos.
Como periodista colaboró con los diarios Alberdi de Vedia, El Civismo de Luján y La Gaceta de Tucumán. Y en su época de mayor producción literaria mantuvo vínculos con Haroldo Conti, Vicente Zito Lema y Roberto Jorge Santoro, con los que compartió espacio como colaborador en la revista literaria El Barrilete que dirigía Santoro.
Por fortuna los homenajes, y el reconocimiento, llegan. El de Dardo fue el que organizaron esta semana que pasó la Asociación de Madres de Plaza de Mayo, de la localidad de Luján, y su Grupo de Apoyo, en esa comuna. La actividad fue desarrollada en el marco del centenario de su natalicio, contó con la participación de familiares, amigos militantes de los derechos humanos.
Alguna vez Nelly declaró que Dardo presentía que lo iban a venir a buscar, porque así lo dejaba entrever uno de los últimos trabajos que encontró en los cajones de su escritorio: «Desde hace tiempo siento la amenaza de este viento sobre la luz de mi lámpara, sobre esa luz que apenas me alcanza para no perderme entre las garras del mundo, entre los dientes de esa inmensa muchedumbre de lobos en la sombra».