Walter Barboza
El columnista de la Revista El Tranvía, y director periodístico del semanario Miradas al Sur, Daniel Cecchini, es uno de los nombres que forma parte de la lista de dirigentes políticos, empresarios y trabajadores de prensa que fueron víctimas del hackeo y posterior espionaje de sus cuentas de correos electrónicos y que fuera denunciado esta semana por el canciller Héctor Timerman cuando finalizaba la cumbre del Mercosur. La documentación, que da cuenta del incidente y que fue entregada por el canciller a las víctimas del espionaje, podría ser parte de una tarea de inteligencia realizada por una red internacional que todavía no fue identificada, o bien el Gobierno Nacional no dio a conocer por cuestiones investigativas.
Timerman no quiso revelar el nombre del funcionario del país que le entregó la documentación, aunque dejó trascender que la misma fue recibida por ese funcionario de un tercer país del que también se desconoce el nombre.
En los documentos figuraban un centenar de cuentas de correos electrónicos con sus respectivas claves, que habrían sido confeccionadas por una red de espías local que articularía su trabajo con una red mayor en el exterior. Sobre este asunto la Justicia inició una causa en el año 2005, que tiene como imputado, entre otros, a Juan Bautista Yofre, ex titular de la SIDE durante el gobierno de Carlos Menem.
Entre los espiados, además del periodista Daniel Cecchini, Eduardo Aliverti y Walter Goobar, figuran Amado Boudou, Daniel Scioli, Julio Alak, Sergio Massa, Victoria Donda, Carlos Heller, Jorge Taiana, entre otros.
Las redes de espionaje no son el resultado de una mente paranoica, sino uno de los oficios más antiguos de la humanidad. Las tuvo Bernardo de Monteagudo en las luchas por la independencia en el Perú, los tuvo la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial a través de la magistral Orquesta Roja, dirigida por Loepold Trepper, también el Frente de Liberación Nacional Argelino en la década del cincuenta, durante la lucha contra los franceses por la descolonización de ese país, o el Movimiento de Liberación Nacional Tupamaros de Uruguay en los años sesenta. En la argentina, las organizaciones político militares de los años sesenta y setenta, también tuvieron un importante desarrollo de la inteligencia y contrainteligencia. Fue, en todos los casos, un instrumento necesario para intentar balancear una situación dada en la lucha por el poder a nivel nacional o internacional.
En sí, la tarea de inteligencia sólo puede ser evaluada en función de los fines para los que se la utiliza. Nuestro país tiene una vasta experiencia negativa en ello, pues el espionaje y la inteligencia está fuertemente asociada al control de la sociedad civil y a la elaboración de las caracterizaciones que los factores de poder utilizan para afectar a determinados grupos de la comunidad por su orientación política, religiosa e ideológica.
Se debe repudiar cualquier intento de espionaje interno orientado a controlar las actividades políticas, sociales, culturales y profesionales de los habitantes de este país, entendiendo que ella atenta contra las posibilidades de desarrollo y profundización de la vida democrática de la sociedad y repudia el hackeo del cual fue víctima nuestro compañero de trabajo y colega Daniel Cecchini.