Tanto la “gobernanza inteligente” como la “cultura estratégica” se posicionan, en la actualidad, como dispositivos ideológicos para el control de los pueblos. La primera, enfocada hacia el problema de la democracia y pretendiendo reformar las actuales instituciones hacia una forma de gobernanza meritocratica “de los sabios”. La segunda, enfocada hacia las formas culturales propias de cada nación, buscando hegemonizar la pluralidad de sentidos y experiencias históricas que conforman una identidad popular.
En abril de este año, el “cerebro” pensante detrás del “Think Thank Berggruen”, Nathan Gardels, publicó un somero artículo en el que analizaba la realidad latinoamericana. En el escrito del “pensador” estadounidense, se repasan conceptos de forma anacrónica para describir la realidad de Nuestra América, tales como “tentación populista”, “no pago de la deuda”, “inflación” y “autoritarismo” como los modelos dominantes en Argentina y Venezuela. Para el “erudito” norteamericano, el problema de estos países estaría dado por la “irresponsabilidad fiscal” derivada de los actuales gobiernos populistas (léase CFK y Chávez – Maduro). Seguramente, sin conocer las profundas reflexiones que han generado en la literatura sociológica, histórica, politológica y filosófica las experiencias populistas de Latinoamérica, descalifica el legado industrialista de Perón y el peronismo y la propuesta del Socialismo del Siglo XXI tan livianamente, que nos ayuda a entender la pereza científica de muchos de los intelectuales norteamericanos despachados a América Latina a dar lecciones de gobernanza.
Estos enviados de los millonarios “think thanks” de los países del centro del capitalismo mundial, nos proponen un modelo de gobierno en el que primen “el mérito” por sobre la astucia, la pericia y el oportunismo del individualismo egoísta, representado por el político electoralista de las “democracias consumistas” de Occidente. Su modelo de gobierno, sustentado en la mirada a largo plazo e inspirado por la centralización del poder en el Partido Comunista Chino, se desvanece frente a la realidad latinoamericana, marcada por la asimetría y la dependencia en su desarrollo capitalista. Las democracias latinoamericanas y en particular, sus pueblos, difícilmente se ajustan al modelo de sujeto norteamericano. El “ciudadano – individualista – consumista” de EEUU es particular de la cultura anglosajona y no es un fenómeno absoluto y lineal, como pareciera querer imponerlo Gardels. El populismo latinoamericano ha representado, en gran parte de los casos, importantes avances en materia de derechos y justicia social para las mayorías postergadas de nuestra tierra, además de importantes momentos de aprendizaje y madurez político – cultural para esas mayorías. Frente al empoderamiento del “individuo”, el proceso político latinoamericano empodera a los pueblos, a sus colectivos, organizaciones y movimientos.
Por otro lado, a principios de 2013 el ex presidente de Brasil, Lula da Silva, daba un discurso en La Habana. En aquella ocasión, en que la presidencia pro tempore de la CELAC era traspasada desde Chile a Cuba (en un hecho inédito entre gobiernos de antagónico tinte ideológico), el destacado sindicalista metalúrgico compartía la necesidad de crear la “doctrina de la integración”. En su discurso, destacaba la necesidad de “sistematizar” desde el punto de vista intelectual “lo que queremos hacer como integración”. Y se preguntaba, “¿Integración económica solamente, comercial, es integración cultural, es integración física o integración universitaria?”. De igual forma, ya en 1981 el Dr. Víctor Hugo Rodríguez, asesor jurídico del Instituto Andino de Artes Populares (IADAP, institución dependiente de la Comunidad Andina), hacía un llamado hacia la integración latinoamericana:
“La voz de Países como los nuestros (…) no se oirá jamás con igual intensidad frente al coro que forman los grandes bloques e imperios: Naciones y Estados con 200, 300, 500, incluso 1000 millones de habitantes (…) El nuevo Estado no aglutinará en su seno a una nación perfectamente consolidada, sino que, será “esa” precisamente su misión. Consolidar a la nueva gran nación que está surgiendo, llenar su alma de un ideal y guiarle hacia la realización de su “sino”.
Y es que la lucidez de Rodríguez para anticipar el juego geopolítico mundial en el que nos encontramos resulta asombrosa. Frente a un mundo en el que los Estados Continentales o federaciones de Estados llevarán la voz cantante, Latinoamérica desunida está destinada a repetir los mismos esquemas de dependencia que la encontraron sumida en golpes de estado y dictaduras militares en la mayor parte del corto siglo XX. Un Estado Continental Industrial que incorpore la pluralidad y multiplicidad de identidades latinoamericanas no sólo es posible, sino que encuentra su concreción institucional en la CELAC, UNASUR, MERCOSUR, ALBA, Consejo de Defensa Sudamericano y otros importantes instrumentos integraciones creados en el último tiempo. Sin embargo, estos instrumentos políticos – institucionales necesitan de un pensamiento y una reflexión, una “doctrina” en las palabras de Lula que los sustenten y legitimen. Y proporcionen una autentica filosofía política latinoamericana. Para esto, es necesario estudiar y entender doctrinas como la de la “gobernanza inteligente”, para ver cómo funcionan los dispositivos ideológicos de intereses foráneos que no buscan una imbricación con lo propio y autentico de Nuestra América, sino que desean expandir el monologo del pensamiento único mediante la vía política y académica.