Tanto la “gobernanza inteligente” como la “cultura estratégica” se posicionan, desde distintas plataformas “intelectuales”, como propuestas para analizar y modificar las formaciones sociales “occidentales”. La primera, pensada para el contexto de EEUU y la UE. La segunda, para América Latina. Desde nuestro punto de vista, ambas representan una actualización de las doctrinas ideológicas de dominación imperial. Lo que las distinguiría sería el énfasis puesto en la fundamentación y profundidad teórica sobre la que se asienta cada una. Sin embargo, tal como lo reconocería Gramsci en “economía e ideología”, ambas ponen el énfasis en un atractivo ideologismo que obvia cualquier análisis estructural.
La “gobernanza inteligente”, concepto atrayente y proclive a las modas intelectuales (por articular de forma bastante perspicaz la etiqueta de “inteligente”, popularizada por Joseph Nye por medio del “Smart power” con el antiguo problema de la gobernanza) busca ser una vía intermedia entre la “meritocracia confuciana China” y la “democracia occidental” basada en la doctrina de los frenos y contrapesos inaugurada por Montesquieu. Con la gobernanza inteligente, Nathals y Berggruen buscan adaptar la posibilidad de lineamientos estratégicos a largo plazo, imposibilitados en la actualidad en los países centrales avanzados. Según el “analista sénior” y el presidente del “think thank” Berggruen, el principal problema de EEUU y Europa reside en la incapacidad en que han caído los sistemas democráticos de ambos lados del atlántico para poner en práctica estrategias de desarrollo a largo plazo. Los culpables de dicho estado de cosas serían los “lobbys” de diversos grupos de interés y el egoísmo constitutivo de las “democracias consumistas” occidentales. El diseño institucional, a grandes rasgos, correría a cargo de la creación de sistemas de contrapesos “meritocraticos” (no electivos) en los que los mejores (e interesados) ciudadanos ejercerían el poder en los ámbitos estratégicos de sus respectivos países para los problemas a largo plazo. Para el “resto de los ciudadanos”, se les daría la posibilidad de participar en comités locales en los que se ocuparían de asuntos menores, de los cuales se encontrarían en capacidad de formar parte pues serían asuntos que les afectarían directamente.
En cuanto a la “cultura estratégica”, esta se plantea como un análisis particularizado de cada uno de los países latinoamericanos por parte de un equipo de antropología con asiento en la Universidad Internacional de Florida. Por medio de “caracterizaciones” nacionales de cada uno de “los pueblos” de Latinoamérica, en las que se analizan factores políticos, sociales, económicos, culturales, folklóricos, etc. la cultura estratégica va creando una muestra del estado de nuestra región, lo cual permitiría una interacción más eficiente entre las agencias estadounidenses y los gobiernos de América Latina (y otras instituciones/organizaciones). Si bien se caracteriza como un análisis llevado a cabo por la escuela de antropología de dicha casa de estudios, llama la atención la falta de cualquier tipo de rigor analítico y metodológico mínimo, como es el relevamiento de muestras o la búsqueda de bibliografía nativa y la actualización del “estado del arte” de la materia particular.
La “gobernanza inteligente”, basada en los postulados del filósofo John Rawls, tiene una afinidad de sentido tan marcada con los actuales procesos de reorganización capitalista como la obra del autor de “teoría de la justicia” en su tiempo. Esto es, cae en el mismo tipo de análisis que omite cualquier análisis estructural, sea de las formas de propiedad, sea de la extracción de plusvalía, estructuras propias de una sociedad capitalista globalizada y que se encontraría transitando por una nueva fase de concentración de los monopolios en los medios de producción.
Es sin embargo notable el repetido quejido de Nathals y Berggruen de que EEUU no encuentra en estos momentos “políticas de largo plazo” que ayuden a “dinamizar” su economía. Y es que esta conclusión, errónea de por sí, viene de un mal análisis falto de factores estructurales que los ayuden a comprender que EEUU y sus países aliados sí poseen políticas de largo plazo. La “cultura estratégica” puede ser pensada como una de ellas, por cuanto sirve de motor ideológico para justificar la actual militarización de América Latina. Como lo ha advertido Rina Bertaccini y otros estudiosos de estos temas, el Imperio sigue profundizando sus líneas estratégicas en todo el mundo. A la reactivación de la IV Flota, la creación del Comando Sur y el aumento a 76 bases militares en nuestros territorios, se suma la “cultura estratégica” como justificación ideológica de dominación. Afuera de casa si hay políticas a largo plazo, y sean demócratas o republicanos, han demostrado que en el exterior el gobierno estadounidense funciona como “un solo hombre”.
En un contexto global de tránsito a un (posible) sistema multipolar y ante la (casi) inevitable declinación de EEUU como primer potencia mundial, el eje geopolítico que corre el poder desde el Atlántico Norte hacia el Pacifico encuentra en la formulación de la “gobernanza inteligente” el disparador ideológico para coartar las libertades y derechos conseguidos en los países centrales y someter al ajuste draconiano a las clases trabajadoras y populares de dichos países. La aristocrática función del Senado o cámara alta impreso en el genoma de las democracias liberales pretende ser reemplazado ahora por una cámara no – electiva que, bajo la apariencia de la meritocracia, oculte un sistema de dominación donde solo aquellos en capacidad de superar las barreras de entrada propuestas puedan acceder. Y como sabemos, en todo sistema donde la educación y la cultura se conciben como regulados por las fuerzas naturales del mercado (expresión de la que no está ausente Rawls), las clases dominantes encontrarán un muy expedito camino para la restauración de un poder aún más concentrado y autocrático. Así, el “principio de la diferencia” encontrará su más acabada expresión en un parlamento no electivo, como el propuesto para una “gobernanza inteligente”.
*Nicolás Rojas Scherer
Politologo, Universidad Diego Portales
Estudiante del Magister en Ciencia Política, IDAES – UNSAM