Gentileza de Revista “La Tecla@EÑe”
La oposición por fuera del Frente para la Victoria permanece deshilachada, desarticulada y si no se encuentra aún más desorganizada es porque los medios dominantes realizan denodados esfuerzos para articularla. Los dos candidatos opositores que se perfilan son: Hermes Binner, con un frente a punto de estallar por sus contradicciones internas, mientras que su inserción geográfica no supera el ámbito de la Provincia de Santa Fe; y Mauricio Macri, quien realiza denodados y hasta ahora poco efectivos esfuerzos para superar el ámbito capitalino. Por el lado del peronismo federal, más claramente el menemismo residual, De la Sota coquetea con Lavagna que histeriquea, luego de consumir sus dos vasos de bronce diarios, con el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Para las fundamentales elecciones legislativas del mes de octubre, la Coalición Cívica escindida de Elisa Carrió, hace frente con el FAP y así Victoria Donda, que se especializa en correr por izquierda al gobierno, hace campaña con el ex economista del GP Morgan Adolfo Prat Gay. Es fácil imaginarse la ingesta de sapos que deberán consumir el dirigente sindical Víctor de Gennaro y el economista Claudio Lozano cuando tengan que caminar juntos con el ex economista preferido de Elisa Carrió, niño mimado del establishment local e internacional y asimilar las boutades de Binner, como aquella que hubiera votado en Venezuela por Henrique Capriles contra Hugo Chávez.
Dos exiliados del éxito político, dos políticos en el tobogán de la declinación, como Pino Solanas y Elisa Carrió, dos egos que necesitan mucho espacio para estacionarlos, se unieron para sobrevivir levantando la bandera de la lucha contra la corrupción. Es posible que tengan un moderado éxito en el electorado capitalino, si logran sobrevivir hasta las elecciones a las previsibles rispideces de un matrimonio político condenado a la fractura.
Con esta oposición, el gobierno juega con una cancha inclinada a su favor. Como adversarios potencialmente importantes tiene la oposición interna representada por Daniel Scioli y Sergio Massa, que como personajes hamletianos deshojan la margarita entre sus deseos personales y el temor de un salto riesgoso. Scioli, que ha sido leal a Menem, a Rodríguez Saa, a Duhalde y a Néstor y Cristina Kirchner, es un personaje cuyo discurso insustancial, su ideología maleable al envase del momento, su escasa estructura política que no le impidió ser diputado, vicepresidente y gobernador de la principal provincia argentina, y sus profundos déficits de gestión, no afectan su elevado reconocimiento electoral como si estuviera revestido de un traje antiflama. Realiza por el momento un alineamiento verbal incondicional, mientras que sus gestos de independencia son cada vez más profundos. La incorporación de Alberto Fernández, su fotografía en Expoagro con los principales adversarios del gobierno, tensa la cuerda. Hay en circulación trascendidos con cierto sustento que sostienen que bajo cuerda Scioli estaría jugando con Francisco de Narváez. Sería el gambito astuto para su proyecto personal tendiente a bloquear toda alternativa reeleccionista y al mismo tiempo aprovechar la debilidad presidencial posterior, para que, aún contra su voluntad, la presidenta se vea obligada a postular al ex motonauta.
Sergio Massa, según la mayoría de las encuestas, mide muy bien en la Provincia, pero un salto presidencial sería aparentemente un despropósito. De ahí la idea de ir con listas propias en las legislativas especulando que en octubre del 2015, iría como candidato a gobernador de una lista que lleve a Scioli como postulante a presidente o incluso a Macri. El actual gobernador duda entre esperar que su candidatura le caiga como un fruto maduro bendecido por Cristina ante la imposibilidad de contar con otro candidato más taquillero, o enfrentarla ante la posibilidad que esa situación nunca llegue.
Francisco de Narváez, el diputado mudo y el entrevistado locuaz en los medios y programas acogedores, un legislador ñoqui, se mueve entre desconcertado e indeciso para sumarse a un frente que lo deje posicionado como candidato a gobernador en el 2015, e intenta que su figura recoja, como en el 2008, el disconformismo antikirchnerista en la provincia.
La construcción política del kirchnerismo
Cristina Fernández realiza una construcción política que muchas veces parece contradictoria e incluso incongruente. Se ha quedado sin la organización obrera organizada y basa su sustentabilidad en las organizaciones sociales y en La Cámpora, la agrupación juvenil que se presenta como incondicional. Sabe que las legislativas son fundamentales para conseguir mayorías que abran la muy lejana posibilidad de la reforma constitucional. En estas elecciones se renuevan los legisladores que ingresaron en la peor elección del kirchnerismo en el 2008. Sin embargo se arriesga al límite en la Provincia de Buenos Aires, donde definitivamente se juega su suerte de continuidad y en el caso más desfavorable, necesita cosechar los votos suficientes para llegar al 2015, sin el deterioro profundo que en el ejercicio del poder origina la proximidad del alejamiento.
El cerco financiero y político sobre Daniel Scioli, una provincia donde todo está en carne viva, terminará perjudicando más a la Presidenta que al gobernador. En este contexto, la lógica más elemental indica que hay que sumar, sin dejar abandonar a los heridos en la banquina, y postergar de cara al 2015, para el tramo final, las rupturas que resulten inevitables.
Estoy convencido que a pesar de lo que espera Daniel Scioli, si Cristina no puede ser reelegida, el gobernador no será el heredero. A pesar de todas las pruebas reales de lealtad que ha dado, la Presidenta no confía en él. Por otra parte no hay que ser demasiado agudo, para comprender que esta alternativa significa la posibilidad cierta de un triunfo a costa de una formidable derrota política.
Oteando el horizonte
Sin posibilidades ciertas de reelección ( salvo un acuerdo con la oposición que permitiera llamar a una Convención Constituyente) y descartando a Daniel Scioli como su continuador por fundadas razones de desconfianza política y descreimiento de su lealtad, a lo que se suma la generalizada precaución de la Presidenta hacia sus colaboradores, emerge como alternativa con probabilidades la jugada realizada por Lula en relación con Dilma Roussef. La misma se realizó con un Presidente que gozaba de un 70% de popularidad y una candidata sin conocimiento popular. Allí fue posible.
¿Podrá Cristina emprender exitosamente la gran Lula? Todo dependerá de su popularidad al iniciarse 2014. ¿ Y quién podría ser la Dilma Roussef argentina? El único que tiene la confianza absoluta de la jefa de estado es el secretario legal y técnico de la Presidenta, Carlos Zannini. Sin ningún conocimiento público, más allá del círculo estrecho de los políticos, analistas políticos y periodistas, sostienen, los que lo conocen, que es un cuadro político. En su juventud militó en una agrupación marxista pro China: Vanguardia Comunista. De ahí su apodo de “el chino”. Nació en Córdoba en 1954, fue secretario de gobierno municipal cuando Néstor Kirchner fue intendente de Río Gallegos. Cuando su jefe llegó a gobernador, se desempeñó como Ministro de Gobierno de la Provincia. Fue luego legislador y se desempeñó como el jefe del bloque de diputados provinciales. Cuando Néstor Kirchner lo consideró necesario, fue Presidente de la Suprema Corte de Justicia de Santa Cruz. Lleva muchos años integrando la mesa cada vez más chica del kirchnerismo, con el cargo de Secretario Legal y Técnico de la Presidencia de Néstor Kirchner y Cristina Fernández.
Tal vez sea sólo una conjetura que el tiempo disolverá y los avatares de la sorpresiva política argentina convertirá en una hipótesis desechada. En ese caso Samuel Goldwin volverá a tener razón y lamentaré no haberle hecho caso: “No conviene hacer pronósticos, sobre todo hacia el futuro.”