Algunas de las perlitas que dejó la jornada en la que la Cámara de Diputados aprobó el proyecto de Reforma de la Justicia, están vinculadas a la carpa que los legisladores y partidos de la oposición organizaron frente al congreso para repudiar el avance del proyecto.
La iniciativa, que intento constituirse en un ejemplo de manifestación cívica, terminó convirtiéndose en un bluff difícil de digerir para los organizadores. Pero ello hubiera sido anecdótico si no fuera por el olvido en el que cayó una de las vecinas porteñas que vino a sostener la carpa.
Se trata de Aylén Navarro, una estudiante de locución de 19 años que llegó al lugar luego de que le llamara la atención la velocidad con la que se iba a tratar el proyecto. El trámite y “las opiniones de algunos compañeros de estudio” la incentivaron a acercarse al Congreso.
Aylén llegó a la plaza el martes 20 e inmediatamente comenzó a sumarse a la tarea de juntar firmas. Pero a medida que las horas pasaban las chicas que la secundaban decidieron irse del lugar, hasta que advirtió que se había quedado sola. Permaneció allí, explicó, porque “nadie se había quedado para sostener la carpa”. Estuvo sola toda la noche, bebió el café que le invitaron los inspectores de colectivos y se abrigó con la ropa que le prestaron los empleados de los comercios nocturnos.
Estuvo hasta las 10:30 del día miércoles, sin que ningún dirigente o legislador se acercara para saber si necesitaba ayuda, una bebida o algún alimento para pasar la noche. Recién a esa hora comenzó a llegar un grupo para reemplazarla.
Aylén, aunque desde posiciones distintas y ninguneada por sus pares, expresa lo que una porción importante de la juventud ha comenzado a sentir desde que la política fuera recuperada como una herramienta de transformación social. Sin embargo, los dirigentes que la convocaron desde lo discursivo, no estuvieron a la altura de las circunstancia para acompañarla. Nada de logística, nada de lo que generalmente se cuestiona a las grandes movilizaciones cuando van acompañadas de estandartes y choripanes. Para llevar adelante una medida de esa naturaleza se necesita organización, algo que Aylén no encontró en las horas de soledad en las que le tocó militar por una causa que ella consideraba justa.