Flavia Terigi juró como nueva directora de Educación bonaerense: “Asumo un compromiso para pensar juntos las reformas que necesita la escuela”
2 diciembre, 2025

Por Rolando Revagliatti.

Mi papá está preso. En La Plata. Porque mató a mi mamá, siempre me acuerdo. Yo estoy acá, vivo con una señora. En el barrio nos llevamos bien con todos. La señora es muy religiosa. A veces conmigo se pone un poco pesada con eso. Tiene un negocio. No sé, afuera. Yo acá hago las compras, ayudo, voy al colegio, pero me cuesta el colegio. Un día la maestra hablaba de los planetas y me preguntó en cuál estábamos. En Marte, le dije. Y las chicas se rieron. La maestra me retó, creía que yo hacía chistes, que me burlaba. Los del colegio, me mandaron con una señorita, una señorita especial. Y me mostró unas láminas, unos dibujos. Hablábamos de mí y de cosas que yo tenía que haber aprendido en el grado, de sumas y de países, cosas que no me entran. ¿Y qué te gusta hacer?, me dijo. Ir al almacén, a la frutería, a lo del tintorero. Pero lo que más me gusta es comprar carne. Y cortar la carne, agarrarla, golpearla contra la tabla, el hígado, tirarle un pedacito al gato, esperar que se lo coma, tirarle otro, esperar que se lo coma, escucharlo maullar, entonces le hago desear el pedacito, se lo muestro, se lo acerco, lo huele y me mira, y yo le digo: ¿Qué quiere usted?, y él me contesta. Y mirar al carnicero, cómo afila la cuchilla, con esos brazos que tiene, unos brazotes así, todo peludo, como el novio de la señora, cómo corta los bifes. Me causa impresión. Y las milanesas. Silba siempre lo mismo, músicas españolas. Aunque esté sudando se sonríe, hace movimientos grandes, se toca las puntas de los bigotes con el labio de abajo. Y levanta las cejas. Él, la goza cuando lo miran, y yo, cuando quito la grasa a la “tortuguita” para el gato. La señora me dice que soy una artista para eso. Como el carnicero. Y como ella. Ella bailaba y hasta cantaba en un teatro. Una tarde puso un casete y bailó para que yo viera. Cuando era más joven le sacaron fotos en una revista. En la misma revista en la que salió mi papá cuando le tiró un tiro a mi mamá, delante mío. Mi papá estaba chupado y gritaba que las arañas no me dejan tranquilo; me decía: Nena, sacame las arañas, y yo no veía nada, veía a mi mamá. Me acuerdo de todo, de mis hermanitos, de mi abuela, de mi padrino, de todos, de todos todos. Todos los días me acuerdo de todos. Desde que nací. Y de más ahora me acuerdo que el novio de la señora me quería tocar y que yo estoy en la edad del desarrollo, y la señora cuando lo supo me pegó a mí, a él lo puteaba y le tiraba tazas y platitos, y él se la agarró conmigo, me corrió, decía que yo lo buscaba, me escapé por la ventana del baño y estuve en la calle tres días, medio renga. Después volví; porque llovía y tenía hambre. La señora se enojó por los nervios, pero es muy buena. Ella me sacó del instituto. ¿Les conté el cuento de la bebita recién nacida que vio cómo el padre la mataba a la madre de un tiro en la boca?…

*

Octava internación

     Muy delgadita, parece púbera y, sin embargo, es mayor de edad. La madre la visita los miércoles, le lleva galletas de sémola y desodorante, ropa y la TV Guía, y cincuenta centavos de austral para que se compre una gaseosa en el bar de la clínica. Deambula por los corredores, va al parque, juega en la única hamaca y en verano, cuando hay agua limpia en la pileta y sol, se pone la malla y se sumerge. Esta es su octava internación. Conversadora, en un estilo a borbotones; simpática y con una voz que, si gritara, fácilmente llegaría al chillido. Si se la mira con persistencia, simula vergüenza: agacha y gira la cabeza, revolea los ojos, masculla y cuando uno sigue de largo, se recobra, contesta, inquiere sobre algún profesional que la haya atendido en otra época (“¿Hace mucho que no la ve a la licenciada María Eugenia?”) o sobre el signo astrológico de una mucama de la tarde, o induce a evocar cómo era la institución antes de las recientes modificaciones edilicias. A veces, correteando, se aproxima y descerraja: “¿Me da plata?” Se esfuma su ingenio cuando ceden las aristas deliroides y el cliché; se agazapa y desconoce pretéritas familiaridades.

Todavía no está por irse de alta. En la última salida hirió a su hermanito. Con un sacacorchos lo atacó delante del padre, quien a su vez la golpeó con los puños. Ella no menciona el episodio, desestima los moretones e insiste en interrogarme sobre asuntos fuera de lugar.

02/12/2025

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