Actualmente testean el prototipo para caracterizar la capacidad de sus prestaciones. Estiman que podría ser aprobado por los entes de control a mediados de diciembre. Servirá para desinfectar rápidamente espacios públicos cerrados.
No tuvieron tiempo para la incertidumbre. Apenas desatada la pandemia por COVID-19 que vino a cambiar los hábitos de cada uno de los habitantes del planeta, los investigadores y técnicos del Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR, CONICET-UNLP-CICPBA) se volcaron al trabajo pensando en la vuelta a la normalidad y a mediados de este año comenzaron a gestar un proyecto para desarrollar un cañón de ozono, es decir un dispositivo capaz de generar altas concentraciones de ese gas para luego esparcirlo en diferentes espacios y, gracias a su gran poder desinfectante –3 mil veces más potente que el cloro, por ejemplo – eliminar de forma rápida, segura, inocua y eficiente virus, bacterias y gérmenes. Meses de arduo trabajo vieron consolidada la tarea días atrás cuando los expertos lograron terminar el primero de los equipos, que actualmente se encuentra en proceso de calibraciones y testeos finales para evaluar y caracterizar la calidad de su prestación sanitizante.
Según estiman los profesionales, el cañón podría estar listo para ser presentado ante los entes de control –en particular, el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI)– a mediados de diciembre y, una vez cumplido ese paso, podría fabricarse en cantidad para su comercialización, lo que se configura como un aporte fundamental de cara al regreso progresivo de las actividades habituales ya que su aplicación servirá para desinfectar, entre otros espacios, transportes como ómnibus o trenes, pero también aulas de escuelas, oficinas, restoranes, habitaciones de hoteles y geriátricos, salas de hospitales y otros lugares públicos cerrados.
“El ozono, en su justa medida, es el esterilizante y desinfectante más potente que se conoce. Además de ser altamente efectivo, es completamente inocuo para seres humanos y animales. Se emplea con absoluta seguridad y resultados óptimos e infinitamente más confiables que los que se consiguen con productos químicos. Posee una gran capacidad destructiva para los virus y bacterias. Se acopla a la estructura molecular o a la membrana lipídica, que es la grasa que recubre a las bacterias, destruyéndolas”, explicó Gustavo Romero, investigador del CONICET y director del IAR.
Por su parte, Martín Salibe, técnico del CONICET en el IAR –donde está a cargo del área de Transferencia de Tecnología y Vinculación Tecnológica–, y uno de los responsables directos de la iniciativa, se mostró optimista respecto de los plazos previstos y subrayó: “Desde el instituto estamos aportando la experiencia en sistemas de automatización y control, en electrónica de alta potencia, telemetría y en los reactores para la generación de ozono. A su vez, nos encontramos trabajando en articulación con la Fundación Tierra de Nuestros Hijos, y con empresas de amplia trayectoria en ozono y acero, para gestionar los fondos, y la fabricación de estos equipos a gran escala, en la próxima etapa. Esto viene a completar un esquema que no es otro que el de la triple hélice propuesta por el físico Jorge Sábato, es decir el Estado como diseñador y ejecutor, la infraestructura científico-tecnológica necesaria y el aporte del sector productivo”.
Cabe destacar que el proyecto fue oportunamente declarado de interés municipal por el Concejo Deliberante de La Plata, y recibió financiamiento de parte del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación (MINCyT) junto a otras 136 iniciativas orientadas a contribuir en la lucha contra la pandemia que fueron seleccionadas en el marco de la convocatoria del “Programa de Articulación y Fortalecimiento Federal de las Capacidades en Ciencia y Tecnología COVID-19″.
(25/11/2020)