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Violeta Sbatella y Germán Zorba

Fue un año difícil, imposible de olvidar de nuestras memorias. No sólo para mí, sino para todos los compañeros, y me animo a decir que para todos los argentinos. Es como que en 1 año se condensaron las luchas de una década. No voy a enumerar todo el listado de políticas nefastas que aplicó el gobierno de de la rua, sabemos que fue una década infame más, que tuvo nuestra Patria.

Me animo a decir que la vida tanto mía como la de mis compañeros de ese momento, no tuvo más respiro que el que destinábamos para dormir.

No habíamos ni empezado el año y tuvimos que resistir el ajuste brutal de Lopez Muphy, amanecer con las Facultades tomadas, convocar a las asambleas, organizar las movilizaciones en La Plata, y a Buenos Aires. Así empezó y continuó el año; ya cuando llegamos a diciembre habíamos pasado por innumerables tomas de Facultades, asambleas multitudinarias, marchas de antorchas, marchas al Ministerio de Educación, a la Plaza de Mayo, cortes de rutas con trabajadores desocupados, acompañadas de reuniones y discusiones.

El gobierno nos había dado para que tengamos baile, y no paramos de bailar, resistimos todos y cada uno de los embates. Nuestro objetivo era claro: había que organizarse y resistir. La única forma era que el movimiento estudiantil se organice y se una a la lucha de todo el pueblo. En eso militamos todos los días, nos apoyábamos en los compañeros, esos compañeros con los que compartíamos mas tiempo del día que con nuestras propias familias, esos compañeros que no se van a olvidar nunca, aunque hoy estén por rumbos diferentes.

 

El 19 de diciembre ya amaneció pesado, no era sólo el calor del diciembre platense, era ese ambiente que huele a quilombo en puerta. Ya habían empezado los saqueos, y una movilización en La Plata terminó siendo reprimida. Por esas cosas del calendario estudiantil universitario, ese 19 de diciembre de 2001, se iba a hacer el congreso de la Federación Universitaria de La Plata, absurdamente la franja morada (Alianza Universitaria mas precisamente) era la conducción. La unidad en la calle de las fuerzas estudiantiles opositoras, que había sido la cabeza de la lucha en todos esos años de resistencia en la UNLP, estaba a punto de cristalizarse para recuperar una herramienta de organización estudiantil, y así fue ese 19 de diciembre los estudiantes recuperamos la Federación, la franja en total coincidencia con su patética conducción política, casi suspende el congreso por el estado de sitio. El Congreso era en el Jockey Club, a eso de las once de la noche, terminó, ya estábamos desconcentrado, volviendo en la columna hasta nuestra Facultad, cuando empezamos a sentir un ruido raro, venia de las ventanas y balcones, venia de las veredas. Íbamos por la calle, de repente la columna nuestra contrario a lo que pasa en toda desconcentración, se empezó a engrosar, con personas desconocidas, que con sus cacerolas querían seguir el ritmos de los bombos. La gente bajaba de los edificios y se aglutinaba en las esquinas, cuando pasábamos con nuestras banderas, se sumaban a la columna. Cambiamos el rumbo, giramos para ir al centro platense, prendimos gomas, cantamos que se vayan todos, que no quede ni uno solo, ya había muertos en los saqueo, seguimos cantando…las balas que vos tiraste van a volver…..había bronca, había hartazgo, pero sobre todo había voluntad de luchar hasta que se de vuelta la tortilla. Estuvimos ahí hasta que renunció Cavallo, ya amanecía el 20 de diciembre.

 

Somos el pueblo del 20 de diciembre

Somos el pueblo del puente Pueyrredón

Somos el pueblo que abrazo el congreso

y tomo el ministerio por la educación

luchamos siempre gritando patria o muerte

porque esa es la consigna de la liberación!

 

El 20 de diciembre de 2001 quizá haya sido el día más vertiginoso de mi vida. Veníamos de un año agitado, y todo se había acelerado desde el día anterior. El 20, habiéndonos juntado para repudiar la represión sufrida el día anterior, llegó una noticia impensable: les habían pegado a las Madres en su Plaza de Mayo. La conclusión era obvia, había que ir para allá. Esos golpes fueron el llamado, nos marcaron como objetivo esa plaza, y también al presidente cuyos restos de poder eran simbolizados por esa casa enfrentada a la plaza.

La escena en Buenos Aires era extraña. Las estaciones de trenes ocupadas por una policía militarizada. Tránsito normal por la avenida 9 de Julio, con una presencia de símbolos patrios algo mayor a la habitual. Televisores en todos los bares, donde se apiñaba gente para ver las imágenes de la guerra que se libraba a escasas 10 cuadras de allí. Y la avenida de Mayo.

La avenida de Mayo era el escenario de un combate entre dos fuerzas con armas diferentes. Un bando con gases lacrimógenos, balas de goma y algunas de plomo, un helicóptero, una tanqueta y varias motos. El otro con mucha gente, palos, trozos de baldosas y varias motos. Los motoqueros, bien coordinados, hicieron correr a los policías más de un vez. El resto intentábamos improvisar barricadas para defender el terreno ganado. Éramos un grupo heterogéneo de gente. Buscando la seguridad de una cara conocida nos agrupábamos entre quienes nos conocíamos de antes. Y aún sin una conducción clara todos teníamos el mismo objetivo, esa plaza. A nuestra espalda quedaba el Congreso, pero la policía no tenía que preocuparse por defenderlo. Aunque nadie hubiera dado órdenes, sabíamos qué es lo que teníamos que hacer.

 

Antes de que caiga la tarde, De la Rúa huyó en helicóptero. Desde los balcones nos confirmaron que habíamos ganado. Hubo un momento de confusión ¿y ahora qué? Algunos queríamos dar la vuelta y apuntar hacia el Congreso, ¡que se vayan todos! Otros queríamos volver a nuestras casas sin cruzarnos con ningún policía. O también ir a festejar a la Plaza de Mayo. O al Obelisco.

 

Nunca como en ese momento sentí la falta de conducción. Habíamos logrado el objetivo por el que estábamos allí, y faltaba que algo o alguien nos señale un nuevo objetivo.

Luego de un par de semanas de desorden llegó Duhalde. Pero la situación no era la misma; con el triunfo del 20 de Diciembre había quedado sellada una alianza que, si bien no sabía cómo construir algo nuevo, sabía cómo enfrentarse a lo viejo. Y Duhalde se enfrentó a este monstruo cometiendo dos nuevos asesinatos. Y se tuvo que ir. Y en su lugar dejó a alguien completamente desconocido para la mayoría.

Aquel gobernante que llegó a donde nadie había podido mantenerse supo maniobrar para, poquito a poquito, ir ganándose la confianza de algunos de esos sectores humildes y de sectores rebeldes de la clase media, grupos que no habían dejado gobernar a otros. En ese trance, algunos de quienes lo habían llevado a ese gobierno, cambiaron de idea, pero no todos. Y así es que hoy, una buena parte de quienes vivimos esa gesta del 2001 identificamos un liderazgo que antes nos faltaba, liderazgo de un grupo aún más heterogéneo y quizá por eso más difícil de comprender, y por eso más poderoso; un grupo que con marchas y contramarchas va avanzando por un camino que nos beneficia a la mayoría, cuya tarea de hoy ha cambiado notablemente. El objetivo ya no es construir barricadas para no perder terreno, el objetivo es esquivar los obstáculos que nos quieren poner enfrente.

A 10 años del argentinazo, estamos parados en otro lado, como pueblo, como patria y como Latinoamérica. Fuimos, somos y seremos protagonistas de la historia, como en el 45, en el 73, en el 2001, y como desde el 2003. La etapa cambió, estamos sobre el camino de la liberación, las convicciones son las mismas construir una patria, justa, libre, soberana y democrática, y como le gusta decir a alguien que conozco, que nos toque hacerlo en tiempos interesantes…

 

Por los compañeros caídos, hasta la victoria siempre!

Viva la patria!

Viva Latinoamérica!

 

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