Osvaldo Drozd
Mientras Joaquín Morales Solá hoy en su editorial de La Nación, critica la metodología de la oposición para poder armar algo consistente para arrebatarle el gobierno a Cristina Fernández, sin importarle demasiado cual debiera ser la fórmula, sino solamente algo que pudiese ganar las presidenciales de octubre, endilgándoles a la oposición, como el buen gurú que pretende ser, que ellos ya proclamaron la reelección de la presidenta, es decir su propia derrota; Mariano Grondona sorprende con su caracterización acerca de las modalidades políticas que se enfrentan en la sociedad, hablando de cuatro posiciones, la centroderecha, la centroizquierda y ambos márgenes pero en su versión autoritaria. Cuando la posición de Morales Solá es escéptica y crítica, la de Grondona pareciera contener cierto optimismo que no deja de ser falaz, porque en definitiva sabe que sus pronósticos no tienen asidero en la realidad, sino principalmente en sus propios deseos, y en lo que él considera que debiera ser el mapa político nacional.
Según Grondona en una sociedad moderna debiera haber una alternancia entre centro derecha e izquierda, entendiendo que centro significa tolerancia, mientras que el autoritarismo de derecha encarnado otrora por dictaduras militares que él olvida o esconde, que fuera parte de ellas, se contrasta con el autoritarismo de izquierda que según él se inició en nuestro país con el primer peronismo, y hoy se reedita con el kirchnerismo. El gran desafío para Grondona es contar con fuerzas de centroderecha y centroizquierda modernas, que debieran ir unidas en octubre para destronar al autoritarismo kirchnerista para luego sí, conformarse como fuerzas diferenciadas, pero que garanticen la alternancia. Esta idea no es nueva, y no sería más que una nueva reedición de la Unión Democrática, para reestablecer luego la vieja estructura bipartidista, que hay que entender que fue el kirchnerismo quien la rompió. Si bien en los noventa el Frepaso se mostraba como una probable alternativa para romper el bipartidismo, en la conformación de la Alianza quedó subsumido nuevamente en una alternancia, que se fracturó con la crisis de 2001, y donde el bipartidismo entró en bancarrota. Me parece importante a tal efecto recordar un señalamiento de Eduardo Duhalde en diciembre de 2009 cuando afirmaba que: “hay que romper con la esquizofrenia en la que Kirchner sumió al peronismo, y que hay que reestablecer a los dos grandes partidos políticos de nuestro país, el justicialismo y el radicalismo y hay que dejar de lado, todas esas entelequias como fueron el Frepaso o la transversalidad K, y hay que volver al viejo PJ y a la vieja UCR” Para ese entonces el ex bañero de Lomas pretendía ser el presidenciable justicialista y sugería a Cobos como su competidor por el radicalismo. Todas aquellas elucubraciones cayeron como la tarde, pero si uno ve, la lógica que plantea hoy Mariano Grondona es la misma, aunque lo que ellos no pueden entender es que hay una realidad rebelde a adaptarse a sus acalorados deseos.
El peronismo como alternancia, fue su recuperación sistémica, pero no su esencia, y en esto Grondona es claro porque carátula al primer peronismo como izquierda autoritaria, mientras resalta el valor del segundo peronismo y a todas esas vetas hoy desperdigadas del extinto peronismo federal.