Habiendo transcurrido una semana de la realización de las primarias (PASO), donde la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se impusiera por el 50 % del electorado, pero con un handicap que la separa de sus contrincantes por un 38 %, este resultado además de mostrar el indiscutible liderazgo de CFK, también es un claro indicador del fracaso opositor, de su dispersión, y de su incapacidad para plantear siquiera un escenario alternativo, que pueda seducir al electorado. Hasta aquí este diagnóstico hoy es compartido por los que proponemos la profundización del proyecto nacional y popular, como de los que desde sus columnas en diarios como La Nación y Perfil, no pueden dejar de admitir que hay una realidad rebelde, que se les revela como inapelable e inocultable, y que por esta misma razón debieron comenzar a elaborar estrategias para revertir esta coyuntura para ellos desfavorable.
Cuando el enemigo acepta la derrota y piensa, lo que no se puede dejar de hacer es balancear la victoria, intentando no caer en triunfalismos abstractos, y también pensar hacia donde vamos, ya que este tiempo no es más que una secuencia en un proceso que es necesario profundizar, y para lo cual además de conocer las ideas del enemigo, también es imprescindible que se pueda proyectar todo lo aún pendiente, enmarcándolo en una previsión estratégica.
En una entrevista que le realizara Página/12 al desparecido Julio Godio hace más de un año, el sociólogo manifestaba que la oposición no podía unificarse porque eran los efectos residuales del “Qué se vayan todos”, pero también hacía hincapié en que era necesario darle forma al Partido Kirchnerista, porque si bien éste se sostenía en el fuerte liderazgo del ex presidente, por aquel entonces, y hoy encarnado en Cristina, con eso sólo no alcanzaba.
El pasado jueves en un editorial bastante difundido y analizado, que escribiera Carlos Pagni en La Nación, éste afirmaba que: “El hiato de 38 puntos que hay entre gobierno y oposición es la señal más clara de que la crisis de 2001 sigue abierta. Más aún: al cabo de diez años, podría indicar que se está volviendo crónica”, planteando entre otras cosas que hoy es necesaria la construcción de una alternativa política al kirchnerismo que pudiera llegar a un piso del 35 % del electorado nacional, y en la cual la mayoría del arco opositor ya no sirve para dicha tarea.
Ayer el columnista de Perfil, Roberto García titulaba su editorial “Qué se vayan todos” señalando el certificado de defunción política de la oposición, y aseverando que salvo Binner ninguno de los demás podría ya volver a ser presidenciable. García destacaba que: “Estos funerales masivos alcanzan a una serie de dirigentes cuya actuación final ocurrió hace menos de una semana, casi sin que lo advirtieran. Y aunque en la actividad que los reúne no hay retiro ni jubilación (una de las pocas con ese privilegio o con esa desventaja, de acuerdo al ojo de cada uno), son numerosos aquellos que ingresarán a la clase pasiva, al entierro virtual y anticipado, quizás como nunca antes se haya registrado.”
Hoy Joaquín Morales Solá en La Nación expresa: “Los partidos históricos están terminados en la Argentina. El radicalismo es una mueca de lo que fue en su larga historia. El peronismo clásico no pudo hacer nada. Ordenó votar a Duhalde en Santa Fe y en Córdoba. Duhalde salió tercero en Santa Fe y quinto en Córdoba. El propio kirchnerismo es, hoy por hoy, sólo Cristina Kirchner y el poder del Estado. Se terminaría en 24 horas si le faltara la Presidenta o si el Estado se quedara sin dinero”.
Posiblemente Morales Solá exacerbe esta aseveración sobre que el kirchnerismo es solamente Cristina y el Estado, pero es posible que en este dicho, haya alguna cuota de verdad, como ya lo había anticipado Godio hace ya más de un año, al enunciar la necesidad del partido K.
La profundización del modelo obviamente necesita de una mucho mejor relación de fuerzas del campo popular para llevar a cabo las tareas pendientes, y en este sentido nunca es conveniente subestimar al enemigo, como tal vez se hizo con el conflicto por la 125, y a pesar de haber revertido aquella situación, hoy cuando se proponen nuevos desafíos como el tema central que es la posesión de la tierra, tal como el lunes lo expresara la presidenta, hay que entender que sin la conformación de una fuerza política y social, con capacidad de movilización e inserción territorial, que pueda generar constantemente nuevos cuadros, la tarea se torna improbable y podría permitir el rearme de la derecha, que ya sus principales escribas vienen pensando en como se debiera hacer.