“Hay datos que son engañosos, y la superioridad femenina en el sistema de ciencia y tecnología es uno de ellos. No porque no sea cierto que el número final de mujeres insertas en el sectores efectivamente mayor que el de hombres, sino porque una cifra suelta puede esconder desigualdades de base entre los géneros que necesitan de un análisis más profundo para dejarse ver”, manifestaron en un comunicado de prensa.
Como problemática general, referentes a nivel nacional y regional señalan lo que se conoce como el “efecto tijera”: “Mayoría de personal femenino entre las becarias y categorías iniciales de la carrera científica, y un descenso sostenido a medida que progresan hacia otros escalafones”. Otra metáfora a la que aluden es la del ‘techo de cristal’: “Esa limitación invisible a la hora de alcanzar los puestos más altos en las organizaciones.
La situación es común en muchos ámbitos académicos; incluso en las universidades del país y de otras partes del mundo. “Según datos oficiales de diciembre de 2018, en el CONICET La Plata hay 683 becarias y 478 becarios, y vale mencionar que los varones sólo superan a las mujeres en las disciplinas del Gran Área de Ciencias Exactas y Naturales, y lo hacen apenas por dos decenas. En cuanto a investigadores de carrera, ellas son 587 y ellos, 543. Ahora bien, en las categorías máximas, es decir principal y superior, las cifras de mujeres corresponden a 57 y 4 respectivamente, mientras que en los hombres los números son 84 y 13. Y en lo que respecta a cargos directivos, de las 29 Unidades Ejecutoras (UE) de la órbita local, siete están dirigidas por mujeres y en otras ocho ellas ocupan la vicedirección”, sostuvieron.
“Si bien los criterios y requisitos para progresar en la carrera son los mismos para todos, la incidencia de la vida personal, la familia y los hijos, es más fuerte en las mujeres y entonces los ascensos son más lentos. Hay hombres que han alcanzado la categoría de investigador superior con menos edad que científicas que se ubican en el escalafón anterior, el de principal. Y eso es porque han podido abocarse a la profesión de otra manera”, explica Pilar Peral García, directora del Centro Científico Tecnológico CCT CONICET La Plata, que a su vez estuvo al frente del Instituto de Genética Veterinaria “Ing. Fernando Noel Dulout” (IGEVET, CONICET-UNLP) entre 2008 y 2017.
A esto, Silvia Kochen, directora de la Unidad Ejecutora en Neurociencias y Sistemas Complejos (ENyS, CONICET-UNAJ-HEC) añade datos de una investigación que está realizando en el marco de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología (RAGCyT), organización surgida en 1994 de la que es fundadora y actual secretaria. “Hemos comparado becarios y becarias de misma edad y categoría e igual entrada en el sistema, y la enorme mayoría de los varones vive en pareja y tiene hijos, mientras que en las mujeres es al revés. Y eso no es una elección libre; ahí hay condicionamientos, entonces nos preguntamos cuántas jóvenes sumamente valiosas van quedando en el camino”, relata.
La misma realidad puede graficarse con otra información también obtenida por la red: mientras que en general hacia el final de su carrera los científicos están casados y son padres, un gran porcentaje de mujeres del mismo nivel son solteras o separadas y no han tenido descendencia, algo que puede entenderse como una resignación de la vida familiar en pos de triunfar profesionalmente. “Y como en el ámbito científico se reproducen un montón de estereotipos negativos de la sociedad, está ‘mal visto’ que un hombre acompañe en un viaje por trabajo o estudios a su esposa para ocuparse de los chicos, cuando la situación inversa es totalmente normal y no llama la atención de nadie”, apunta Kochen.
Vale decir, no obstante, que la lucha por la igualdad está muy instalada y nadie ignora las medidas concretas que el CONICET ha tomado en los últimos años, como la creación de la Comisión de Igualdad de Oportunidades y de Trato (CIOT) y la incorporación de un Protocolo contra la Violencia Laboral para llevar adelante las denuncias de acoso y maltrato, ambas en 2017. En esta misma línea, el Directorio del organismo dejó de avalar reuniones científicas que no tuvieran equidad de género. Un poco antes en el tiempo, ya se habían extendido los plazos de entrega de informes obligatorios para las investigadoras embarazadas o con licencia por maternidad, como así también ampliado la edad límite de aplicación a las becas para aquellas que tuvieran hijos pequeños.
“Creo que estos cambios nos han permitido acceder a muchos espacios del medio científico que antes eran más difíciles de alcanzar con la frecuencia que se advierten actualmente, como los cargos directivos de distinta jerarquía”, opina Nora Gómez, directora del Instituto de Limnología “Dr. Raúl A. Ringuelet” de La Plata (ILPLA, CONICET-UNLP-asociado a CICPBA), y continúa: “Sin embargo, aún queda por resolver una serie de problemáticas, la mayoría de ellas instaladas en una sociedad androcéntrica que nos dificulta poder compatibilizar el proyecto personal con el laboral que queremos como forma de vida para poder desarrollarnos plenamente”.
Peral García coincide y observa que “los principales inconvenientes respecto del rol de la mujer se perciben especialmente cuando ocupa órganos de decisión: lamentablemente todavía sigue existiendo cierta desvalorización y desacreditación de la científica que se dedica a la gestión, y aún hay muchos hombres que se sienten más contenidos y seguros cuando las indicaciones vienen de un par superior del mismo género. Considero que las mujeres directoras son más participativas que los hombres con sus vices y les delegan tareas y responsabilidades con facilidad. Pero estamos en el camino del cambio gracias a las nuevas generaciones que van incorporando todo eso con más naturalidad”. Coincide con esto Kochen, evocando situaciones en las que no es raro que un hombre manifieste “desagrado por disputar un mismo cargo jerárquico con una mujer, subestimando por completo sus capacidades”.
Por su parte, la directora del Centro de Investigación y Desarrollo en Criotecnología de Alimentos (CIDCA, CONICET-UNLP-CICPBA) Andrea Gómez Zavaglia atribuye quizá a situaciones de competencia profesional la mayor inequidad que pueda existir en el sistema científico y no tanto al hecho de tratarse de mujeres u hombres. “Considero que en nuestro medio lo que prima es la dedicación y los méritos de las personas, para todas por igual. Realmente los casos que he conocido, incluso de violencia, siempre tuvieron que ver con disputas de poder entre investigadores y becarios sin importar el género”, señala al tiempo que admite no haber sufrido circunstancias de injusticia por el hecho de ser mujer durante su trayectoria y formación académica.
Algo similar sostiene Cecilia Elsner, vicedirectora actualmente a cargo de la dirección del Centro de Investigación y Desarrollo en Tecnología de Pinturas (CIDEPINT, CONICET-UNLP-CICPBA), quien asegura no haber enfrentado situaciones de desigualdad a lo largo de sus estudios. En este sentido, comenta que en su unidad no se llevan adelante acciones especiales sobre la cuestión de género porque “las oportunidades de crecimiento, reconocimiento y participación se basan en capacidades personales y académicas” para todos los integrantes por igual.
Distintas son las experiencias personales que rememoran Graciela Navone y Mónica Casella, directoras del Centro de Estudios Parasitológicos y de Vectores (CEPAVE, CONICET-UNLP-asociado a CICPBA) y del Centro de Investigación y Desarrollo en Ciencias Aplicadas “Dr. Jorge J. Ronco” (CINDECA, CONICET-UNLP-CICPBA), que aseguran haber tenido serios conflictos durante los embarazos y la maternidad. “A mis directores no les gustaba que yo tuviera horarios acotados de trabajo y tuviera que irme, por ejemplo, a retirar a mi hija del jardín de infantes”, cuenta Casella, y reconoce que de hecho esa situación fue determinante para decidirse a pedir un cambio de lugar de trabajo del que no se arrepiente.
Navone tiene recuerdos muy dolorosos de su época de becaria, y hoy como directora se propone firmemente que sus compañeras jóvenes se sientan cien por ciento contenidas. “Me sale de manera natural ponerme en su lugar y transmitirles seguridad y confianza para que ante un problema familiar actúen con tranquilidad sabiendo que ese tiempo de recuperará con creces, porque nuestro trabajo siempre excede las horas de laboratorio y continúa en el hogar”, según expresa. Del mismo modo, la directora del Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS, CONICET-UNLP) Gloria Chicote asegura que en el espacio que dirige hay gran sensibilización sobre el tema, especialmente teniendo en cuenta que existe una unidad dedicada exclusivamente al tema: el Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género.
Como sus estudios tuvieron lugar durante la dictadura militar y los primeros años de la democracia, Chicote los define como “tiempos muy difíciles en los que mujeres y hombres luchábamos por defender la libertad y los derechos humanos vulnerados”. Superada esa etapa, sobrevino otro conflicto: “Comencé mi trayectoria científica en un equipo integrado por varones y día a día tuve que trabajar muchísimo para convencer a mi director de que mi condición de mujer y joven madre no iba a ser un obstáculo para mi desarrollo profesional. Fue un largo camino de desnaturalización de la inequidad que creo haber transitado con éxito”, señala.
También Kochen confiesa haber atravesado durante su formación “incontables situaciones de ‘chistes’ o ‘piropos’ que realzan estereotipos negativos de las mujeres”, mientras que Gómez cuenta que con el tiempo logró dejar de naturalizar ciertas situaciones laborales que en su momento no consideró injusticias, aunque destaca que no llegaron a ser un impedimento para su progresión en la trayectoria científica.
En el contexto del Día Internacional de la Mujer, el CONICET La Plata se encuentra ultimando los detalles para la conformación de una Comisión de Género conformada por autoridades de distintos centros e institutos que, con una dinámica de trabajo similar al resto de las comisiones de trabajo que ya existen en el organismo local, se encargará de acompañar y encauzar las situaciones de inequidad y violencia que la comunidad científica femenina quiera denunciar.