Osvaldo Drozd
Si bien el 24 de marzo conmemoramos el inicio de la dictadura cívico- militar más sangrienta que padeció nuestro país, y ese día quedó establecido como el de la Memoria, sería preciso que además fuera un momento de reflexión tanto histórica como política.
El 24 de marzo de 1976, no fue una fecha aislada, ni tampoco dio inicio a un infierno concebido como la voluntad de una camarilla de malvados, para arruinarnos la existencia. Tampoco fue el día de la ruptura de una institucionalidad verdaderamente estable y democrática, como tampoco el 10 de diciembre de 1983 implicó un retorno efectivo de ella. Es difícil hablar de todo esto, cuando de por medio está la vida de treinta mil compañeros desparecidos, y una justa reivindicación de Memoria, Verdad y Justicia.
Si el que escribe esta líneas, pensara que las luchas populares y la de sus organizaciones políticas, realizadas desde la resistencia a la dictadura de Onganía en los sesenta, y por más de la mitad de la década subsiguiente, fueron un error histórico, tal vez no podría esbozar nada al respecto.
Como parte de una generación que en aquellos tiempos soñó y peleó por un mundo mejor, por la Revolución, y no solamente desde un impulso de justicia, sino con el convencimiento intelectual de que así tenía que ser; estoy convencido de que aún no hemos realizado un balance histórico, político, teórico e ideológico de por qué sufrimos la más cruenta derrota, y hacer ese balance es una tarea pendiente.
El sujeto humano no es una abstracción, ni una generalización, es justamente un sujeto- sujetado a las estructuras económicas y sociales, un soporte de las fuerzas en pugna organizadas en clases sociales que siempre tienen intereses concretos y bregan por ellos. La camarilla cívico- militar aliada al imperialismo, con el plan sistemático de exterminio hizo lo más conveniente para ellos, y por eso son mis enemigos y los enemigos del Pueblo, no porque sean Satanás, sino porque defienden intereses que son contrarios a los nuestros. Por eso el ex dictador Videla no se arrepiente, tampoco hay que pedirle que lo haga. Solamente hay que hacer Justicia.
El 24 de marzo tiene que permitirnos reflexionar qué es lo que queremos como Pueblo y como Nación, y cómo construir una fuerza que sí dé pie a la construcción de una nueva institucionalidad, al servicio de las mayorías populares y que esto no tenga retroceso a esas noches oscuras de nuestra historia reciente. Un largo camino, sinuoso y escarpado en el que si bien la sed de Justicia es sumamente importante, necesita imperiosamente de conceptos claros para alcanzar esa meta, que es la misma por la que lucharon los treinta mil. Por eso el 24 de marzo no fue una fecha aislada sino un momento crucial en el enfrentamiento entre dos países. Recordar la derrota debe servir para preservar el camino del triunfo.