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Por Yanina Lofvall casa-de-gobierno-de-la-provincia-de-buenos-aires_1773881

El anuncio de un recorte del dinero destinado al funcionamiento de los comedores escolares y la copa de leche que reciben los alumnos de las escuelas públicas de la provincia de Buenos Aires, puso en estado de alerta a docentes, padres, gremios y organizaciones políticas y sindicales, las que esta semana denunciaron públicamente que se trata “claramente de un ajuste” que afectará a gran parte de los alumnos bonaerenses. Aquí la opinión de nuestra colega Yanina Lofvall, quien además es docente en los establecimientos públicos provinciales.

El día 4 de junio el Consejo escolar de La Plata a cargo del señor Juan Manuel Isasi, envió una nota a los directivos de los establecimientos escolares donde notifica «las modificaciones dispuestas por el Ministerio de Desarrollo Social en lo que se refiere al Servicio Alimentario Escolar el cupo para el comedor y del DMC (Desayuno) se redujo un 30 por ciento».

El presidente del consejo escolar, que asumió sus funciones en diciembre es el mismo que en aquel momento dijo que “el faro que nos guía es tratar de que la educación pública de La Plata sea de excelencia, con edificios en condiciones para nuestros chicos y que los servicios escolares se cumplan como es debido”.

La cuota por alumno por desayuno ascendió de 2 pesos a 2,60 y la cuota del comedor de 5 pesos a 6 pesos. Y finaliza notificando que «ambas modificaciones rigen a partir del 2 de junio de 2014 y deben ser indefectiblemente aplicadas en forma simultánea»

Dirigentes de ATE y CTA salieron a decir en diferentes medios que más de medio millón de alumnos son alcanzados por esta medida y desafectados del plan alimentario.

Como docente, me pregunto ¿hasta cuándo vamos a permitir esta violencia hacia nuestros niños? Me reúso a hacer un análisis de números y porcentajes a nivel estadístico de esta información. Pienso en una realidad cotidiana, cuando llegamos a la escuela y llega la hora del desayuno los chicos ya no se pueden concentrar por la ansiedad que tienen tomar ese vaso de leche o mate cocido según el día (los dos pesos con sesenta no alcanzan para leche diaria). Entonces, servimos la leche con una rodaja, sí, una rodaja de pan.

Cuando sobra alguna, ellos con la inocencia de un niño, se apuran a ver quién la «roba» primero y unos a otros se acusan diciendo: «se robó un pedazo de pan» o también, nosotros, tratamos disimuladamente de acercársela a aquellos que creemos pasan «más hambre».

Esa sensación que quería otra, u otras rodajas y uno tiene que decir «no ya te di una», como si estuviese mal pedir otra. Para nosotros no es un 30 por ciento, para nosotros es Marianito, Laurita, Flor… tantos… que hoy llegaron con hambre, con sueño, con tantas realidades que estremecen el alma y hoy pudimos suplir una menos… también se fueron con hambre…

Entonces, a los que les gusta justificar lo injustificable, salen a decir que no es el rol de la escuela dar de comer. Releo declaraciones de funcionarios que dicen que quieren una educación pública de «excelencia» y me pregunto: ¿Cómo le enseño mientras tiene hambre? ¡Si ustedes viesen el sueño y la sensibilidad  que provoca el hambre y el frío!

¿Quiénes son entonces los violentos? ¿Por qué permitimos tanta violencia sobre nuestros niños? Ellos, muchos de ellos, sufren abandono y no siempre es familiar,  sino abandono institucional. Sería importante señores, ya que les gusta tanto los números, que piensen qué pasará con el crecimiento físico y emocional de esos niños que hoy tienen hambre y ustedes los están sacando de un sistema que les da un desayuno mínimo y un plato de comida. Y solo uno. ¿Cómo creen que serán estos niños violentados en un futuro?

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