«Una historia sencilla» de Luis Velasco Blake

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Walter Barboza

Seguramente hubiera sido “Una historia sencilla”, de no ser porque la vida de Luis Velasco Blake está anclada en la historia de los militantes populares argentinos que en la década del 70 dieron su vida en la lucha por un país más justo y solidario, porque su itinerario político lo obligó a exiliarse en España, o porque a comienzos de la década de 2000 fue uno de los testigos claves que permitió el encarcelamiento del cura Cristian Von Wernich, capellán del ejército en tiempos en los que Ramón Camps era Jefe de la Policía de la Provincia de Bs. As.

Velasco Blake traza en su primera novela el itinerario que, con ciertos rasgos autoreferenciales, da cuenta del periplo de una familia argentina que queda totalmente desarticulada por los vaivenes de la vida política de este país. El trabajo fue editado recientemente en Madrid por la editorial Caballo de Troya con muy buenas críticas por parte de los especialistas.

Velasco Blake nació en La Plata en el año 1956 y fue secuestrado el día 7 de Julio de 1977 en la casa de su madre, ubicada en la calle 56 número 537 de la Ciudad de La Plata, por efectivos de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. Militó en el Partido Comunista Revolucionario (PCR) desde los 14 años y hasta fines del 75, cuando la situación desde el punto de vista político era insostenible. Estudió Medicina y luego de su detención y tortura se exilió en Perú. Allí estuvo dos años y medio y luego se radicó en España, se ganó la vida como vendedor ambulante.

Cuenta en su testimonio frente al Dr. Durán, en una audiencia realizada el primero de marzo de 2000 en la ciudad de La Plata, que luego de su detención los trasladaron a la Brigada de Investigaciones y que cuando bajó del coche lo ataron y vendaron.

“Cuando llegamos a la Central al rato me informan que soy un detenido ilegal que no tengo ningún tipo de defensa, se me pregunta por mi participación política y se me devuelve con los otros prisioneros, allí fuimos golpeados por los guardianes repetidas veces y sobre todo en esa primera noche a base de golpes se nos impidió dormir, cada vez que nos dormíamos nos despertaban a golpes”, recuerda en su exposición.

“No tengo exacta noción del tiempo pero calculo que fue al otro día que los secuestradores empiezan a hacer bromas y a jugar entre ellos cargando las armas, haciendo ruidos con las armas, y diciendo que les molestaba gastar armas en perejiles, que les habían dado la orden de matarnos y que les molestaba gastar balas en perejiles, que en la jerga represiva significaba gente con poca importancia política”, afirma.

Su extensa narración forma parte de la experiencia de recuperación de la memoria colectiva que cientos de militantes políticos y sociales llevaron adelante con el objeto de reconstruir la verdad y convertir esa memoria en un hecho de justicia.

 

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