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Osvaldo Drozd

Hoy por la mañana cuando abro mi cuenta de facebook me encuentro con una publicación en mi muro que me conmovió bastante, en ella la compañera Mónica Sladogna compartía el dolor por la desaparición física del sociólogo Julio Godio, ocurrida el viernes que pasó.
En El Tranvía no hace mucho, publicamos entre nuestros documentos para el debate un artículo muy interesante sobre el movimiento obrero, escrito por Julio junto a Gerardo Codina, y que fue por la gentileza de este último. Si bien en los últimos años volví a leer a Godio porque encontré en él una fuerte fuente de inspiración, para poder desarrollar muchas de las cosas que hoy pienso, creo que no es casual que en el pasado hayamos compartido una misma línea de pensamiento, en mi caso ubicándome como un humilde discípulo, y es sobre esto, que quiero hablar para recordar su figura.
En el año 72 cuando comencé a estudiar en la Facultad de Humanidades de La Plata, además de haberme incorporado por aquel entonces al FAUDI, una agrupación estudiantil del Partido Comunista Revolucionario (PCR) por entonces aún no totalmente maoísta, con mucho de gramscismo, y con una fuerte reivindicación del entonces clasismo cordobés encarnado en los sindicatos Sitrac y Sitram, Godio era el titular de la materia Sociología I, pero nosotros sabíamos también que él era parte del comité central del partido, y tal vez mucho él a esto no lo disimulaba. En el hall de entrada al viejo edificio de Humanidades que por aquel entonces dirigía el FAUDI, siempre en las pizarras se pegaban todas las páginas del Nueva Hora, órgano del partido, en el cual todos firmaban con su nombre de combate, y uno de los más leídos era un tal Marín.
Si bien el periódico uno lo tenía siempre, estaba bueno leerlo en ese lugar ya que siempre se armaba algún debate, y mucho más cuando el titular de “Socio” se acercaba al mismo sitio, y ya nadie dudaba que se trataba del petizo Marín. También sabíamos que había llegado hasta la tercera del “pincha” pero por comunista lo habían echado.
Recuerdo con él largas charlas incluso hasta cuando el personal no docente siendo ya tarde nos avisaba que estaban cerrando la facultad. La seguíamos afuera y como sabía que yo era de Berisso y que mi militancia estaba concentrada no en la universidad sino en lo que en aquel entonces llamábamos células de bloqueo a las principales fábricas de Berisso y Ensenada me preguntaba como iba lo del astillero, lo de los frigoríficos y la destilería, y obviamente recibía de él consejos invalorables, muchas de las veces inspirados en lo que venía llevando adelante el clasismo en Córdoba. Por aquel tiempo, desde nuestra organización de entonces resaltábamos que en el programa clasista del Sitrac Sitram se había logrado imponer que la liberación era social y nacional y no al revés, es decir no nacional y social, y a esto ingenuamente lo ubicábamos como un gran logro, y que en ello el petizo Marín fue decisivo, aunque hoy la actual dirección de ese partido se lo reproche como un acto de revisionismo. En el año 74 ingresé al servicio militar en la brigada aerotransportada en Córdoba y cuando me dieron de baja, yo también le di de baja al partido en el que militaba porque el apoyo a López Rega era inintegrable. A Godio nunca más lo vi, pero supe que él también había abandonado esa organización, y eso para mi representó una buena señal.
Vuelvo a leerlo, como antes decía en sus últimos años, y considero que con él se nos va uno de los intelectuales más brillantes de las últimas décadas, pero que como todo aquel que produjo saber, se mantendrá en una inmortalidad a la cual me comprometo sostener.

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