Marx, la estructura y el capitalismo periférico

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Por Walter Barboza

No hay capitalismo sin una “expropiación, violenta y artificial, de las condiciones generales de trabajo de una población”. Palabras más, palabras menos, de este modo Marx da cuenta de las limitaciones que implican para cualquier sociedad, el intentar exportar el capitalismo constituido efectivamente de una nación avanzada a otra periférica, desconociendo el problema de la “estructura” o acaso aquello que descansa en el interior de cada sociedad y que es imperceptible a los ojos porque la “ausencia” es su naturaleza.
¿Cómo llega Marx a esta tesis? Lo hace tras descubrir la anécdota narrada por Sir Gibbon Wakefield, miembro de las Sociedades británicas de Nueva Zelanda y Australia, quien en el siglo XIX describe el fracaso rotundo del señor Pell, comerciante de origen inglés, al pretender transferir la experiencia de desarrollo capitalista británico a esa región del mundo. En efecto Pell llega a Nueva Holanda (zona del Río Swan) con unos medios de producción equivalentes a 50 mil libras, 3.000 trabajadores, entre hombres, mujeres y niños, y las expectativas de iniciar en Australia una nueva etapa de capitalismo colonial. Previsor el Señor Pell llevó la suma de las partes, de todo aquello que por definición está estrechamente asociado a la idea de capitalismo, a excepción de la ley de la oferta y la demanda que se supone, a decir de Adam Smith, descansa por sí sola en la naturaleza. Sin embargo Pell fracasa en su proyecto.
¿Qué fue lo que ocurrió según Marx, si es que Pell se ajustó para su iniciativa a todos los procedimientos que el buen capitalismo exige? Según Marx, el buen señor Pell olvidó exportar las relaciones de producción, que son parte constitutiva del capitalismo tal y como lo entendemos desde el siglo XIX hasta el presente.
Pell llegó a Australia, desembarcó con hombres, recursos económicos y maquinarias, pero sus empleados bien pronto descubrieron que esa colonia era tierra virgen para la explotación rural y la autonomía económica. Con lo cual el exitoso empresario, ávido de transferir la experiencia del capitalismo británico a la colonia, se quedó solo con sus máquinas y medios de producción, las que de un día para otro dejaron de ser capital para convertirse en hierro inútil.

Sir Gibbon Wakefield

Sir Gibbon Wakefield

Ahora bien, Marx advirtió también otra cuestión deficitaria, y no menos trascendente, en la iniciativa de Pell: el no imponer el desarrollo capitalista por medio de la fuerza. No sólo llegó a la colonia y sus trabajadores lo abandonaron para dedicarse a trabajar la tierra, sino que en Australia sólo había pobladores nativos que se encontraban, incluso, en una etapa anterior del desarrollo histórico: el precapitalismo. Imposibilitados de incorporarse a las nuevas relaciones de producción, constituidas en la experiencia de Manchester, los pobladores nativos fueron arrancados de sus tierras comunales por los colonos ingleses y abandonados a su suerte en su propia nación. De este modo, comenzó el lento proceso del desarrollo capitalista en Australia. Eso sí, el Señor Pell quedó quebrado en su empresa.
¿Pero cuál es la falla fundamental, qué Marx interpreta más profundamente a partir de la descripción que Sir Wakefield hace de Pell? Es que Pell se vio imposibilitado de exportar aquello que en una sociedad no se ve, que funciona como un dispositivo natural, oculto y que siempre permanece ausente: la estructura.
La “estructura” no es más, ni menos, que aquello que hace que un trabajador sea un trabajador, o que el capitalismo sea capitalismo. El eîdos (forma) del capitalismo con sus relaciones de producción, ideas, hábitos, concepciones, dispositivos y procedimientos.
¿Qué es lo que define a un trabajador como trabajador? Un trabajador es trabajador, en tanto y en cuanto se encuentra inserto en determinadas condiciones y relaciones de producción. Por eso los trabajadores, empleados del señor Pell, lo abandonaron en su proyecto apenas descubrieron que podían convertirse en propietarios y productores rurales. Fueron las nuevas condiciones de producción, las que determinaron sus nuevas realidades.
Ahora bien, no es menos cierto que la implementación de la violencia, en los pobladores indígenas, contribuyó a la imposición de la idea de que una vez expulsados de las tierras comunales, los nativos se verían obligados a aprehender, hambruna mediante, a trabajar bajo las nuevas reglas del mercado de trabajo. Según Marx, “El modo capitalista de producción y de acumulación y, por ende, la propiedad privada capitalista presuponen el aniquilamiento de la propiedad privada que se funda en el trabajo propio, esto es, la expropiación del trabajador”.
Marx desarrolla alguna de estas ideas en su texto El Capital, y a pesar de la antigüedad que su trabajo posee, cobra vigencia en el marco del escandaloso proceso de despidos que sufren los trabajadores del estado nacional, los estados provinciales y los municipios de la Argentina; cuando no la explotación de la cual son víctimas millones de trabajadores en el mundo. Y ello en dos sentidos: el primero es que Macri, y sus economistas, intentan convencer a la población de que su apuesta al desarrollo capitalista está basada en la experiencia llevada a cabo por los países centrales. ¿Acaso cometen el error del Señor Pell? Sin embargo los resultados inmediatos demuestran que Argentina avanza hacia la consolidación de un capitalismo periférico, cuya centralidad se caracteriza por la escasez de trabajo y los bajos salarios. El segundo es que esa expulsión de trabajadores, necesariamente, debe imponerse por la fuerza. Para ello es necesario sembrar el temor al desempleo, para obligarlos, luego, a insertarse nuevamente en el sistema con unos salarios mucho más bajos y en el marco de la suba de precios, el incremento de las tarifas de los servicios esenciales, la precariedad laboral y el desempleo.
Sin embargo, y a pesar del panorama sombrío que invade a amplias porciones de la sociedad, hay que recuperar la experiencia del capitalismo de los siglos XX y XXI para no perder de vista el problema de la estructura. Porque como creía Marx: no hay que luchar contra el capitalista para modificar al capitalismo y las condiciones de la sociedad, sino luchar contra aquello que hace al capitalismo, capitalismo: su estructura.

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