Los dos “alemanes” de la CNU

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Daniel Cecchini

Jacek y Cristóbal Piechocki eran –y son– de origen polaco, pero en la patota de la Concentración Nacional Universitaria, quizá por esa vocación de exterminio de la diferencia, se los conocía como los “alemanes”.

A uno y a otro los apodaban El Alemán, aunque su apellido es de conspicuo origen polaco. A mediados de la década de los ’70, además y a pesar de la diferencia de edad, los hermanos Jacek y Cristóbal Piechocki eran muy parecidos. Tanto que en algunos casos llegaron a confundirlos. “Eran como dos gotas de agua”, señaló muy gráficamente, aunque sin hacer gala de originalidad, una de las fuentes consultadas por Miradas al Sur. Hace ya más de un año que los autores de esta investigación identificaron a los dos hermanos Piechocki como integrantes de la Concentración Nacional Universitaria (CNU) platense, aunque el parecido entre Jacek y Cristóbal planteó dificultades para relacionar con precisión a uno y a otro con las actividades de esa organización de la ultraderecha peronista ligada al terrorismo de Estado.
En la actualidad, Jacek, el mayor, es titular del estudio jurídico Piechocki & Asociados, con oficinas en La Plata, cuyos letrados están especializados, según explican en su página web, “en derecho de daños, específicamente, nos dedicamos a los daños derivados de accidentes de tránsito. Nuestra experiencia está adquirida principalmente y en una etapa inicial, como letrados externos de compañías aseguradoras del ramo automotor y, posteriormente, en el desarrollo como abogados litigantes gestionando indemnizaciones por siniestros en la misma especialidad y en nuestro propio Estudio Jurídico. En este decurso de más de veinte años, hemos tramitado exitosamente más de dos mil asuntos de todo tipo”. Según la misma página, el estudio liderado por Jacek tiene como inspiración en sus actividades la máxima latina “alterum non laedere”, que en buen cristiano significa “no dañar a otro”, una premisa que, como se desprende de la investigación de Miradas al Sur, Jacek (a) Pablo o El Alemán no tenía muy presente cuando integraba las patotas de la CNU.
Cristóbal, el menor, es conocido por sus traducciones del alemán al español. Algunas de las obras que pasaron por sus manos son la novela romántica Demasiado amor, de Marie Louise Fisher, y No hay aplausos para Podmanitzki, de Epharim Kishon, un relato que “presenta una divertida imagen de la vida teatral no limitándose sólo al teatro, sino a sus derivaciones modernas: la radio, el cine y la televisión. Hay varios personajes constantes en los diversos episodios, como el veterano actor israelí Podmanitzki, que más que héroe es la víctima de muchos de los jocosos sucesos que ocurren en el libro”, según consigna la contratapa de la edición de Emecé. Pero quizá la traducción que más placer le haya causado es la delDiccionario de la ópera, de Kurt Pahlen (Emecé, 2004), dada su pasión por la lírica, una pasión que causó no pocos trastornos a los alumnos Liceo Víctor Mercante que lo padecieron como profesor de coro en 1975, cuando ingresó junto con otros integrantes de la CNU al cuerpo docente de ese colegio secundario dependiente de la Universidad Nacional de La Plata.

Pablo Pichosky o Pan de leche. A mediados de los ’70, Jacek Piechocki se presentaba como Pablo, omitiendo su verdadero nombre de pila. Esta costumbre, sumada a la fonética de su apellido, llevó a que varias de las fuentes consultadas por Miradas al Sur para establecer su participación en la Concentración Nacional Universitaria lo identificaran como “Pablo Pichosky”. También, por algunas de sus características físicas –rubio y muy blanco–, los integrantes de algunas agrupaciones de la izquierda universitaria de la época lo apodaban Pan de leche. “Jacek Piechocki o Pichosky, como le decíamos nosotros, andaba siempre con traje gris. Era un gran provocador y guía de la cana en algunas represiones. Efectivamente tenía pinta de alemán y era un tipo realmente muy jodido. Fue uno de los que participó, a fines de 1973, del ataque armado de la CNU a una asamblea de la Facultad de Arquitectura. Ese día les fue mal y tuvieron que salir rajando”, señaló a Miradas al Sur un ex alumno de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional de La Plata al que se identificará como Joaquín A. La presencia de Jacek Piechocki en el grupo agresor fue confirmada a los autores de esta investigación por otros tres ex alumnos que se encontraban en esa asamblea. “El Polaco era un patotero nato, que vivía gritando ‘Bolches a Moscú’. Fue uno de los que entraron a Arquitectura armados cuando fue el tiroteo en la época que Fornari era decano. En el tiroteo les fue muy mal. Se la tenía jurada, igual que otros de la CNU, a Fabiolo De la Riva (Carlos Alberto de la Riva, estudiante de Arquitectura y militante de la Fracción Roja del PRT, asesinado por la CNU el 3 de noviembre de 1974)”, agregó uno de ellos.
En abril de 1975, después de no encontrar al militante de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) Néstor Sala en la casa de los padres de su mujer, en Mar del Plata, un grupo de tareas de la CNU irrumpió en la casa de los padres de Sala, en Berazategui. “Primero vinieron a Mar del Plata y preguntaron por El Flaco (Sala) y por Hugo (Víctor Hugo Kein, asesinado por la CNU en 1975). Posteriormente fueron a la casa de mi suegro, en Berazategui. Según me contaron, en el grupo que entró había uno al que llamaban El Alemán. Era un tipo de pelo claro, fornido, que se presentó con uniforme azul policial y ametralladora con silenciador. Fue el que rompió la puerta e ingreso con otros. Preguntó por El Flaco Sala a mi suegro y como el papá le decía que no estaba, se llevó arrastrando de los pelos al hermano menor del Flaco, Hugo, muy parecido físicamente. Cuando estaban llegando a la puerta, Hugo le dijo: ‘Mi hermano está en Mar del Plata’. Entonces El Alemán rugió: ‘Esa hija de mil putas que nos mintió’ (se refería a mí). Lo dejaron a Hugo y fueron a buscarnos de nuevo a Mar del Plata”, relató Mirta Clara, la viuda de Sala, a Miradas al Sur. Néstor Sala nunca fue encontrado por la CNU, más tarde fue asesinado por la dictadura en el norte argentino, en lo que se conoció como la masacre de Margarita Belén. La descripción que los familiares de Sala hicieron del patotero al que sus cómplices llamabanAlemán corresponde con la de Jacek Piechocki a mediados de los ’70.

Vínculos con la Federal. Jacek Piechocki también fue visto, en una situación que no admite dobles interpretaciones, dentro de la delegación de la Policía Federal en La Plata. Fue en abril de 1975, cuando allí permanecían secuestrados ilegalmente –más tarde serían blanqueados y trasladados a la Unidad 9 del Servicio Penitenciario Provincial– y sometidos a salvajes torturas, los dirigentes de las Fuerzas Argentinas de Liberación 22 de Agosto José María Company Céspedes y Omar Núñez (este último ya fallecido). “Se metió en la celda de la Federal (yo aún no sabía dónde estaba). Fue el primero que apareció a cara descubierta y con una pistola en la cintura. Me fue a provocar haciendo ostentación del arma, pero no entré en su juego y no lo volví a ver. A los que me torturaron allí no los pude ver. No descarto que haya estado durante las sesiones de tortura, pero no lo sé”, relató el primero a los autores de esta investigación. La CNU había intentado secuestrar a Company Céspedes y Núñez en la casa que habitaban, en la zona norte de La Plata, luego de que se descubriera la infiltración del militante de las FAL22 Enrique Rodríguez Rossi dentro de la organización paraestatal. La patota –compuesta por integrantes de la CNU y policías federales de civil– entró a la vivienda, pero los gritos de Núñez alertaron a todo el barrio y las monjas de un convento que había enfrente llamaron por teléfono a la Bonaerense que no había recibido aviso de del operativo. Por esta circunstancia, policías y secuestradores, detenidos por la Bonaerense, no tuvieron otra alternativa que “blanquear” los secuestros. Otro integrante de la dirección nacional de las FAL22, Héctor Luis Simón, también identificó la foto de Jacek Piechocki de la siguiente manera: “Sin duda, era el facho Pan de leche, de la CNU”.
La pertenencia de Jacek Piechocki a la CNU y sus vinculaciones con la Federal también fueron confirmadas a Miradas al Sur por el actual diputado nacional (FpV) Jorge Pampa Álvaro, reconocido dirigente de la JUP platense a mediados de la década de los ’70. “Rubio, germánico, con deliberada pinta de nazi, era un CNU explícito, pero me parece que de segunda o tercera línea. Por aquella época estudiaba Arquitectura. Me acuerdo bien porque cuando mataron a Silvia Filler (N. de la R.: asesinada por la CNU en 1971 durante una asamblea en la Facultad de Arquitectura de Mar del Plata) yo lo había toreado públicamente en la facultad”, describió. “Un tiempo después, creo que por agosto del ’74, me denunció a mí en la Justicia Federal por un apriete. Que por supuesto ocurrió. Fue una respuesta nuestra a un ataque armado que hizo la CNU en la Facultad de Medicina. Entraron a los tiros. Caído yo y estando en la delegación de la Federal en La Plata me reconoció en rueda de presos allá por el 14 o 15 de noviembre de 1974. La causa quedó radicada en el juzgado federal Nº 3 de La Plata. No sé que pasó, porque nunca fui condenado por esto, pero este fulano era el denunciante. Tenía domicilio en Quilmes”. Los autores de esta investigación pudieron confirmar que Jacek Piechocki vivía entonces –y todavía vive– en la localidad de Quilmes.

Los lieder del Alemán chico. A principios de 1975, cuando parte de la patota de la CNU desembarcó en el Liceo Víctor Mercante para “disciplinar” a los estudiantes del colegio –considerado un foco de infiltración marxista por la intervención fascista de la Universidad Nacional de La Plata–, junto con los nuevos preceptores, los personeros de esa intervención nombraron al menor de los Piechocki, Cristóbal, con el cargo de profesor. Fue designado por la resolución 360, del 1° de marzo, firmada por Pedro Arrighi, interventor de la Universidad, para dictar “seis horas de coro” a los alumnos de tercer año. Una beca para un facho convencido.
Muy pronto, Cristóbal se hizo famoso por su estilo autoritario frente a los cursos y por sus evidentes vinculaciones con el grupo de preceptores de la CNU que conducían Ricardo Walsh (a) Richi y Néstor Causa (a) El Chino, dos notorios integrantes del grupo de tareas paraestatal conducido por Carlos Ernesto Castillo (a) El Indio. En la primera clase aclaró a quien quisiera escucharlo que su apellido no era de origen alemán sino polaco, pero que era un gran admirador de la lírica alemana. Sus alumnos no tardarían en sufrir las consecuencias de esa pasión. Aunque en el Liceo no se estudiaba alemán (los idiomas del programa de estudios eran el inglés y el francés), Piechocki los obligó a aprender por fonética y de memoria algunos de sus lieder preferidos, que debían cantar a capella en casi todas las clases.
Treinta y siete años después, una ex alumna de ese curso –actualmente con un importante cargo docente en la Universidad Nacional de La Plata– sorprendió a los autores de la investigación deMiradas al Sur recitando de memoria las dos primeras estrofas de uno de ellos, Der Lindenbaum, con música de Franz Schubert y letra de Wilhelm Müller: “Am Brunnen vor dem Tore / Da steht ein Lindenbaum / Ich träumt in seinem Schatten / So manchen süßen Traum / Ich schnitt in seine Rinde / so manches liebes Wort / Es zog in Freud und Leide / |: Zu ihm mich immer fort| / Ich mußt auch heute wandern / Vorbei in tiefer Nacht / Da hab ich noch im Dunkel / Die Augen zugemacht / Und seine Zweige rauschten / Als riefen sie mir zu: / Komm her zu mir, Geselle / |: Hier findst du deine Ruh :|”. (“Cerca de la fuente, en la puerta de la ciudad, / se levanta un tilo; / en su sombra, / hice tantos dulces sueños. / En su corteza, / grabé tantas palabras de amor; / la alegría como la pena / siempre me condujeron a él. / Pero aún hoy he debido partir /en la noche profunda; /entonces en la oscuridad, /he vuelto nuevamente a cerrar los ojos / y sus ramillas murmuraban /como para llamarme: / “Ven pues hacia mí, compañero / aquí, tu puedes encontrar descanso! “ / Los vientos fríos / me golpearon el rostro, / mi sombrero se voló, / pero no volví sobre mis pasos. /Hoy, me encuentro / a tantas horas de este lugar, /pero continúo escuchando ese murmullo: / “ Allá encontrarás tu descanso!”). Traducción libre al español de un hermoso poema que –mediado por una traducción al francés– Cristóbal Piechocki no aprobaría (seguramente con razón, pero este artículo no trata de traducciones).
El problema, para Cristóbal Piechocki, no eran las traducciones, sino las resistencias. Porque, llegado el momento, después de una decena de cantos mecánicos (destinados a aprobar: la mayor ambición de cualquier chico de 15 años que cursa el tercer año del bachillerato), la cosa se le puso fea y los pibes no quisieron cantar más en alemán. Hoy, una situación como ésta sería tema de profundo y muy deliberativo tratamiento en una reunión de autoridades, padres, profesores y representantes de los alumnos, pero por entonces no. Para Cristóbal fue un agravio y buscó un chivo expiatorio entre los pibes.
El testimonio de otro ex alumno de tercer año del Liceo Víctor Mercante en 1975, va entero, casi sin editar (cualquier edición lo echaría a perder): “Voy a contar dos historias. La primera tiene que ver con otro compañero nuestro, Orlando Eijo. Resulta que este Orlando, al que todos conocemos como Kico, era bastante revoltoso (quilombero sería el término exacto) y un buen día este señor Piechocki le dijo que si persistía en su actitud lo iba a hacer echar del colegio. Obviamente se lo dijo en privado, pero él nos lo conto a todos. La división completa decidió llevar a cabo una medida de repudio ante esta amenaza. Así fue que en la próxima clase donde este sujeto nos hacia cantar (en alemán) se paró frente a la clase como lo hacia siempre, movió su mano al estilo del que está solfeando y empezó con la primer estrofa de ‘Der Lindenbaum’. Y entonces… silencio absoluto. Nadie abrió la boca. Cuando digo nadie es Nadie, de los 30 que éramos en esa división. Visto ahora, 35 años después, me emociona pensar en lo inconscientes que éramos, y también en el sentido de grupo y de solidaridad, pese a que podíamos estar jugándonos, sin darnos cuenta del todo, la vida (N. de la R.; apenas semanas después, una alumna del Liceo, Susana Zanandrea, sería asesinada en un ajuste de cuentas entre patotas enfrentadas de la CNU). Insistió un par de veces y nada. El tipo no lo podía creer, estaba sacado. Acto seguido (y mostrando su perversidad) eligió sólo una fila y dijo: ‘A ver, ustedes, ¡canten !’. Y los siete u ocho de la fila elegida… nada. Silencio. El tipo cada vez más sacado. Después fue por más. Empezó de a uno. Primero eligió a Aníbal Viguera y le dijo: ‘A ver usted, Viguera, ¡cante!’. Aníbal (un genio) le dijo que no podía porque estaba mal de la garganta. Ahí nos pegó unos gritos y dijo que iba a buscar a la preceptora para ponernos una sanción colectiva. Es notable el ‘método’ del tipo. Impresiona el paralelismo con los torturadores. No hablás vos y torturo a tu hijo a ver si hablás. Esto es igual. No cantan, voy por vos a ver si te aprieto y los demás arrugan”, relató a Miradas al Sur.
“La segunda historia me paso a mí personalmente –siguió contando otro ex alumno a los autores de esta investigación–. Otro día cualquiera el tipo llega y nos hace cantar (de nuevo en alemán). Mientras la clase canta, yo, pendejo pelotudo, canto La Bamba, todo el tiempo. Termina la clase y el tipo me llama afuera, solo, y me dice: ‘A vos, hijo de mil putas, te voy a hacer echar a la mierda’. Yo, como un boludo que era, salí cagándome de risa y entré al aula y les dije a todos: ‘¡Piechocki me reputeó!’. En el recreo llamé a la celadora y le conté lo que me había pasado. La chica, que no era de la CNU sino que simplemente laburaba en el colegio, me contestó: ‘No hagamos nada, porque vamos a terminar los dos con un tiro en la cabeza’.” Si la historia no quedó clara, basta con releer el relato, sobre todo sus últimas líneas. No hay nada que explicar en ese contexto.
Jacek y Cristóbal Piechocki, los hermanos alemanes que en realidad eran (son) de origen polaco, hoy transitan por la vida como ciudadanos que –cada uno en su medida y en su especialidad (armoniosamente, diría aquel general viejo en su estilo utilitario)– pueden exhibir sus logros profesionales. Uno, como abogado especialista en pescar víctimas de accidentes y dirigente de la comunidad polaca; el otro, como traductor de su amado alemán de polaco converso.
Ninguno de ellos, sin embargo, anota en su historia pública actual su pertenencia a la banda del peronismo de ultraderecha, incorporada al terrorismo de Estado, autodenominada Concentración Nacional Universitaria. En otras palabras, que eran fachos de la CNU.

Nota publicada hoy en Miradas al Sur

 

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