La cultura de la pobreza, y el voto calificado

Tania, la inolvidable revolucionaria e internacionalista
29 noviembre, 2012
Corea del Norte planea lanzar su misil balístico a mediados de diciembre
1 diciembre, 2012

Walter Barboza

Por estos días vuelve a sonar muy fuertemente la idea de que en la Argentina, dadas determinadas condiciones económicas y culturales, no sería descabellado implementar una suerte de voto calificado entre los sectores más vulnerables.

Ponen en juego, los que elaboran este tipo de razonamientos, el origen social y económico de los votantes que cada dos años participan de las elecciones generales. Desde Álvaro Alsogaray a Mirtha Legrand, estos sectores sociales de amplia visibilidad en medios de alcance nacional, justifican esta idea a partir de los vínculos que suponen las políticas de corte social desarrolladas por el Estado nacional. Se habla del apoyo al gobierno nacional a partir de las relaciones clientelares que éste establece con mecanismos como el de la asignación universal, la entrega de neetbooks, los planes de viviendas, la ampliación de la jubilación y todas aquellas políticas de estado orientadas a avanzar en una distribución más justa de la riqueza. Ello quedó expresado claramente en el cacerolazo del 8 de Noviembre pasado (8N),  o bien en los foros que los medios de alcance nacional habilitan en sus páginas digitales para que “la ciudadanía” exprese a diario lo que piensa del proceso político de Argentina y América Latina.

En la década del ‘60 Oscar Lewis, historiador y antropólogo de la Universidad de Columbia, introdujo en los estudios sobre antropología social el concepto de “cultura de la pobreza”. Con el mismo, Lewis justificaba en cierto modo las razones de los problemas de la pobreza entre los países del denominado tercer mundo. En su investigación sostenía que una vez que surge la “cultura de la pobreza”, la misma es transferida de generación en generación e impide que los sectores más vulnerables puedan salir adelante, puesto que las generaciones venideras no están preparadas para hacer un aprovechamiento de las oportunidades de progreso que puedan surgir en la vida.

Lewis, en su afán de explicar las razones de la pobreza en los países más atrasados, responsabilizaba a los propios pobres de ser pobres, los que, según Lewis, no estaban en condiciones de mejorar sus vidas porque sus pautas culturales se los impedía. Entre los rasgos que destacaba como elementos que obturaban el proceso de desarrollo se encontraban: la desconfianza en los gobiernos, la fuerte orientación a vivir el presente y una escasa planificación de futuro.

Lewis obviaba en sus estudios los condicionamientos externos que iban desde el colonialismo y la dependencia económica, a la falta de democracias representativas en muchos de esos estados de la década del ’60.

Esta teoría, que fue útil a los fines específicos de deslindar las responsabilidades de los estados más desarrollados en el deterioro de la calidad de vida de numerosos países, difícilmente pueda apelar a una visión autocrítica para fundar las razones que impidieron que la riqueza, el saber, la ciencia, la tecnología, entre otras variables, pudiera llegar equitativamente a todos los confines del planeta. Muy por el contrario, las intervenciones militares de los estados más desarrollados, desde principios del siglo XX a la actualidad, han socavado cualquier intento de autonomía de los denominados estados emergentes. América Latina puede dar buena cuenta de ello con sólo citar el caso argentino: cuando los sectores populares más cerca estuvieron de una distribución cincuenta por ciento y cincuenta por ciento, más duras fueron las política de represión hacia ellos.

Entonces una mirada orientada a dar pasos hacia atrás en la profundización del sistema democrático, es ir en detrimento de las mejores condiciones de vida de la población. Vale la pena recordar la anécdota que ilustra la película “Asesinato en el Senado de la Nación”, del director Juan José Jusid. Allí se puede ver a Miguel Ángel Solá, interpretando a un policía exonerado de la fuerza (Ramón Valdez Cora), de qué forma es humillado por su jefe político, el Ministro de Agricultura Luis Duhau. El funcionario nacional, lo azota en la espalda ante el incumplimiento de sus deseos. Como un animal, Miguel Ángel Solá, es golpeado por ese representante de la oligarquía argentina. La democracia es fraudulenta y los pocos que votan lo hacen bajo la amenaza de las pistolas de los conservadores. Las mujeres, sólo tendrán derecho a votar a partir de la llegada del peronismo al poder.

A esta sociedad le ha costado sangre, sudor y lágrimas ampliar las bases de sustentación de su sistema democrático. Respetar la Constitución, el secreto del voto, su alcance, la continuidad de los gobiernos democráticos, la superación de las proscripciones, el voto optativo a partir de los 16 años y el derecho a la identidad sexual de los votantes, son algunas de las instancias que hubo que superar a lo largo de la historia. Demasiados elementos entran en juego como para que la sociedad se atreva a insinuar la conveniencia de llevar adelante este tipo de medidas. Estos discursos merecen, aunque suene fuerte a oídos de la sociedad y este cronista se aleje de las formalidades de la prensa escrita, el más enérgico repudio.

 

Comments are closed.