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Por Antonio Nicolau cris

I

No pocos se preguntan cómo y quién materializará la continuidad, o, si acaso, la ruptura del proyecto kirchnerista, una ruptura, claro está, que será paulatina y gradual, porque, convengamos, hay restituciones de derechos que serán un inviable de desarmar, constituirá un eje político de desplazamiento efectivo por parte de las fuerzas opositoras. 
Hay quienes pensamos que la ruptura no solo es viable desde la oposición sino también por dentro del kirchnerismo. El poder hegemónico ha sabido construir candidatos y ponerlos en carrera en ambos territorios y cultiva una
intensa presión en la pugna por las presidenciales 2015. 

Acaso conviene evocar que tanto Macri como Massa y Scioli han sido los candidatos seleccionados por el establishment, entre ellos, el fondo NML Elliot con Paul Singer como apoderado según lo confirman las publicaciones de los diarios del ‘oficialismo’ económico. Para los que tengan memoria, fueron estos mismos junto con algunos bancos asociados los que establecieron sus preferencias políticas, lo que se presume como señal de un acompañamiento a las medidas económicas que vendrán. Para pensar.

Si se observa a la oposición, en todas sus expresiones partidarias, ostenta un comportamiento unificado: acusaciones variopintas, absurdas y grotescas hacia el gobierno nacional sin importar la verosimilitud de sus afirmaciones. Operaciones políticas fascistoides se ensamblan con la construcción de una paranoia social que incita al racismo y el resentimiento hacia los “desarrapados” como diría Simón Rodríguez, el sabio maestro de Simón Bolívar.

A ello le añade la incentivación del desprecio hacia lo político asociado a una actitud de calumnismo inflexible que los empuja a la falacia continua que complota contra la salud mental y espiritual del pueblo que – progresivamente – se va encrespando con la política hasta verse transformados sus rostros e irritantes sus lenguajes.

Ideas: ninguna. Aportes: ninguno. Propuestas: ¿? Vaya uno a esperar algo de allí.

Solo confusiones que desorientan al más avezado de sus seguidores. ¿Cómo se explica la alianza de lo más conservador y neoliberal de la política nacional con un partido que nació al calor del cambio social precisamente del conservadurismo decimonónico? ¿Qué relación guarda la revolución del parque de 1891 con la asamblea de la UCR de Entre Ríos?

Las expresiones burlescas rayanas con la ironía hacia lo popular de un ex jefe de gabinete del oficialismo, expulsado por la Casa Rosada, no alcanzan a tapar los “leaks” que lo muestran con asistencia recurrente a la embajada norteamericana. Igual que su par amarillo. Igual que la dorada diputada. Igual que el fiscal fallecido. Igual que los editorialistas del “gran diario argentino”. Igual que los aristócratas del diario conservador. Todos ellos transitan por la avenida Colombia en busca de la complacencia imperial.

II

La continuidad del Proyecto político actual, está imputado de “populismo”, viejo estigma conservador (por izquierda y por derecha), como si su sola nominación radicara en una maldición ancestral, una fórmula de primitivismo en la historia política argentina, un símbolo emblemático de lo execrable de la tradición política nacional que sería inexcusable extirpar de una vez y para siempre.
La derecha nacional – representada en la conducción actual de la Ciudad Autónoma – patrocinada por el poder mediático, ostenta un electorado que se manifiesta abiertamente anti-popular. El denominador común de ese sector social es el egoísmo y el sectarismo de clase. Heredero de la idea de un país portuario que admira con aires de nostalgia a Europa y abandona con desdén a la Patria Grande, a Nuestra Indo-Afro-Latino-América.

El alcalde ha desarrollado una ingeniería política que sugiere ser impulsada por el oficialismo con la idea de obedecer a una dinámica de polarización ideológica que empuje a la sociedad a tomar la decisión política de definirse claramente por modelos antagónicos que no amerite vacilaciones dubitativas. Las medias tintas no han sido nunca las formas de construcción política de este proyecto de gobierno. El frente restaurador roji-blanco ahora asociado con el amarillo-negro retoma las insignias de la lucha por la recuperación de los espacios de decisión. Su maquinaria conceptual se carga de significantes dotados de sentidos estigmatizantes con la intención de captar a los cientos de miles que, hechizados por el elixir europeizante, anhelan aquella nación cuya pujanza benefició a unos pocos.
Humillan
a los sectores postergados tratándolos de vagos y a este proceso político le endilgan el contribuir a mantenerlos en ese estado. “Clientelismo político”, asoma como una nueva categoría de la política aristócrata. 
Incurren negligentemente en la negación de condicionamientos sociales, históricos y políticos. De reconocerlos, deberían considerar seriamente su participación activa y voluntaria en la construcción de la marginalidad social y dar cuenta de ello. Siempre los hubo. Y los habrá. Constituyen esa especie jauretcheana del ‘medio pelo argentino’, víctimas del colonialismo mental que se vuelve carnadura cada vez que los ‘negros’ asoman apenas la cabeza (negra también) por encima del agua turbia de la injusticia a la que siempre se ven sometidos y de la nunca terminan de liberarse por la falta de continuidad de proyectos políticos que los incluyan de modo permanente.
Macri o Massa, Cobos, Carrió o Sanz, representan esa clase social ‘mediopelera’. Son referentes del descontento y apelan con todo ahínco a él. Desean lo que rechazan al pedir “democracia” en democracia o critican de autoritarismo a la libertad de expresión de la que gozan plenamente para agraviar con improperios desbocados con la más absoluta impunidad mediática.

Profundas contradicciones que expresan su identidad ideológica ausente de simpatía con lo popular.

Su pensamiento no se atreverá nunca a cruzar la General Paz. Salvo para irse de vacaciones.

III

No menos confuso y riesgoso se presenta el flanco “oficialista”.

¿Será el sciolismo la salida del kirchnerismo? ¿Expresa el gobernador bonaerense la continuidad del proyecto nacional y popular, de las tradiciones emancipatorias que lo sustenta? 

Con una gestión provincial incendiada, con deudas de comprometida devolución, empeñado en materia de políticas sociales, en ásperos conflictos con la educación, la niñez, la salud, las rutas provinciales, con obras hídricas inconclusas, aflora sin embargo con una llamativa imagen positiva posicionándose en la línea de largada con una mínima (cada día más preocupantemente mínima) ventaja sobre el segundo de los precandidatos del frente al que pertenece. Sospechoso.

Su vacuidad invocante de la esperanza y la fe (virtudes teologales más que políticas) a las que alude frecuentemente para interpelar a sectores que se identifican con estos significantes, se presenta como la continuidad pacífica y pacificadora de un proyecto político que se enfrentó ante los sectores más concentrados de la economía nacional e internacional con coraje y gallardía, haciendo honor a la representación política de una nación soberana.

Resultará altamente complejo e inimaginable que un referente del establishment pueda eludir los condicionamientos que éste le imponga al ascendente precandidato.
La asistencia perfecta a las sucesivas convocatorias del poder mediático concentrado, colocó al espacio K en vilo.
 Los políticos hablan más por sus silencios y sus acciones que por sus retóricas oratorias, sobradamente depreciadas por estos tiempos.

Las sucesivas tenues explicaciones que da el presidenciable sobre su permanencia en el espacio kirchnerista no convence a ningún cercano. Nunca firme y seguro, más bien temeroso y trivial.

El peronismo de derecha lo sigue con restringida desconfianza y relativa expectativa.

La oposición lo ve con reducida resistencia. Casi ni habla de él aunque forme parte del espacio al que hay que oponerse.

El kirchnerismo más duro lo soporta con relativo desdén, a la espera de definiciones de la jefatura nacional. Ya se empiezan a observar señales en el firmamento político que el color preferido de la conductora del espacio gobernante no es el color frutal. La militancia suele ser una aguda escudriñadora de los signos de los tiempos.
Los medios de comunicación hegemónicos lo protegen de los desmanes que martiriza a la provincia que conduce, evitando develar la crisis económico-financiera y social que padece. ¿Con qué intención?

Las preguntas rondan por el ambiente. El futuro ya llegó. Los interrogantes aún no se resuelven. 

Entre tanto, los medios de comunicación – parafraseando el título de la obra de Sigmund Freud – impulsan el “malestar de la cultura” política y social. Mancillan la política porque sin política – lo saben certeramente – es más llano el camino de la dominación.
Muestran marchas de protesta silenciosa con jueces corruptos y denunciados junto a políticos referentes de la más rancia casta neoliberal noventista.

A ese juego político confluye asociado en forma conspirativa uno de los poderes del estado.

La gran marcha quedó diluida en su segunda manifestación. Ya muy pocos creen lo que profetizan. Al menos, es lo último que se vio frente a los Tribunales el 18 de marzo pasado. Un periodista y un filósofo no alcanzaron para contagiar ni convencer sobre el afamado caso. La prensa opositora ni lo difundió. El fracaso fue rotundo.

IV

A esta altura, valdría la pena preguntarse en qué consiste la tan controvertida continuidad. Una continuidad con cambios sin precisiones sobre qué es lo que continúa y que sería lo que se cambiaría, no hace más que confundir al electorado, intentando seducir a los propios que se necesita conservar con la idea de continuidad, y a los extraños que se quiere conquistar con la idea de cambio. Doble mensaje sin posicionamientos claros. Semeja una política despolitizada, descafeinada, sin mística.
¿Cuáles son las profundizaciones que hay que elegir? ¿Cuál es el proyecto político que sostendrá en el futuro inmediato? ¿Qué intereses defenderá? ¿Podrá ejercer la gobernabilidad con sentido liberador y soberano sin enfrentamientos con la economía concentrada nacional y extranjera? ¿Con qué actores internacionales establecerá alianzas estratégicas? ¿Qué lugar ocupará el BRIC en su política exterior de comercialización? ¿Y el UNASUR? ¿Y la CELAC? ¿Cuál será la posición internacional frente a los conflictos que enfrenta el mundo y que nos afecta directa e indirectamente? ¿Sobre qué eje trabajará para construir futuro: sobre el de la hegemonía anglosajona imperialista o sobre el de la multipolaridad coordinada emergente flamante del este?

Todas estas preguntas – y muchas otras por cierto – forman parte de la discursividad política que se inscribe en el más allá del lenguaje oral o escrito yendo a las producciones de sentido de las prácticas sociales. Una política siempre construye sentidos, direcciona mentalidades, consolida procesos, funda representaciones. El problema es qué sentidos, qué direcciones, qué mentalidades, qué representaciones se proponen.

Este proyecto político se apoyó en tradiciones históricas que reivindican lo popular como un significante nodal que estructura las decisiones en materia de política económica y social, lo que incluye la participación de las mayorías, de los expulsados, la democratización como una práctica articulatoria permanente, la ampliación de derechos que consolida una alternativa que impugna a la matriz selectiva que reviste el enfoque neoliberal.

El concepto pueblo cobra aquí el sentido de una voluntad colectiva inabarcable por la conceptualización pseudo científica de los expertos. Más lejos del romanticismo que lo ve como una esencia pura e intachable y más cerca del resultado de una articulación contingente que revitaliza la política, el ‘pueblo’ se inscribe en la lucha por la consolidación de un ‘nosotros’ unificado por el bien-estar de las mayorías frente a un ‘los otros’ beligerante que busca restringir la comunión y ensanchar la brecha que los separa del conjunto. Es la batalla histórica. Es la lucha de siempre. Se ve al pueblo más como una amenaza que como una interpelación a la formación de una comunidad integrada aunque heterogénea.

Cabría preguntarse cómo es que ‘la gente’ (una apelación a un volumen incierto, inclasificable, un todo indistinto dominado por la conceptualización de especialistas de orientación tecnocrática) anhele sostener e incrementar su nivel de vida que este proceso político le generó y – al mismo tiempo – pretenda cambiar de orientación ideológica, una orientación que históricamente rechazó y rechaza al ‘medio pelo’ argentino. 
¿Acaso la sociedad misma esté girando hacia ese costado ideológico? La sociología tendrá allí su métier para dilucidar. Serán los próximos libros que se escriban.

Queda poco tiempo. Un nuevo bloque de poder urge ser constituido para solidificar un espacio capaz de sostener las conquistas alcanzadas en aras de consolidar la transformación iniciada.

Ayer “Liberación o Dependencia”, ¿hoy?

La disyuntiva está abierta.

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