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Héctor «Chari» Ghidini

La fortaleza le llegó por la fuerza de su lucha contra las debilidades. Y triunfó. Aunque dejó jirones de su vida. Pero así es la voluntad de vencer cuando la causa es justa. No importa nada. Nada más que la justicia. Como se manifiesta en la ética de los jóvenes. De una mujer joven. “Bruta como un diamante en un chiquero”. No aceptó. No se entregó al juego de las representaciones aceptadas. Pateó el espejo de las formalidades, Asumió la marcha que el 17 de octubre marcó a la patria. Reconoció como propia la sublevación de su subsuelo. Como una tarea insoslayable. Cueste lo que cueste. Sólo se puede triunfar cuando hay conciencia de la lucha.

Oligarcas, vendepatrias, ¡ríndanse! No soy yo. No es Perón. Es el pueblo quien los condenó. O la bandera flameará sobre sus ruinas.

Así fue Evita. Una joven mujer que luchó por todas las postergaciones nacionales. Con una conciencia social huracanada. Primero fue esa mujer. Después un término de lucha: “Evita”, la compañera. Más tarde un concepto. Es decir, una idea de la mujer dispuesta a no ceder en las reivindicaciones. En ninguna. Ciudadana de la dignidad. Capaz de elegir y ser elegida.

El honor de estar junto a los niños, los ancianos, los desposeídos, los que están solos y esperan. Esos son las evitas, donde quiera que se los encuentre. Lo decía a diario con su esfuerzo: “o es para todos el invierno o es para todos la cobija”. Por eso el pueblo no la olvida. Porque el pueblo no deja en la estacada a sus amigos. Hoy la sigue acompañando por los caminos de la historia argentina. Y Evita, ese concepto abarcador de la justicia, sigue militando por la soberanía del amor.

Como nos dejó dicho en la página 75 de “La razón de mi vida”: “El amor alarga la mirada de la inteligencia”.

 

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