El contexto socio político del Cordobazo

Los ensueños de Mariano Grondona
29 mayo, 2011
El Rosariazo y el Cordobazo: obreros y estudiantes, juntos adelante
30 mayo, 2011

 

Osvaldo Drozd

Ayer 29 de mayo se cumplieron 42 años del Cordobazo, que fue sin dudas un momento singular y crucial en la historia del movimiento popular en la Argentina. Para todos los que formamos parte de la militancia en los setenta, fue el acontecimiento que más nos marcó, y que a su vez implicó una reformulación profunda de las organizaciones políticas de entonces, con el surgimiento de un cúmulo de agrupaciones revolucionarias tanto del peronismo como de la izquierda. En tal sentido quiero compartir un artículo que escribí hace algunos años como una introducción al programa clasista del Sitrac Sitram donde se analiza la coyuntura argentina que se iniciaba con el golpe militar en el 66, y que se profundizaría con el mayo cordobés del 69.
A partir de 1966, se establece en la Argentina la dictadura militar de Onganía. El proyecto de la cúpula militar denominado “Revolución Argentina”, era quedarse por treinta años para crear las mejores condiciones para el afianzamiento del predominio económico del capital monopolista, con lo cual se reforzaría la estructura del capitalismo dependiente en nuestro país. Este proyecto contemplaba su realización en un despliegue de tres tiempos, a saber, el económico, el social y el político donde se garantizaría hacer compatible el predominio económico del capital más concentrado con la hegemonía política de dicha fracción burguesa. Este proceso supone desde un inicio, con el plan del Ministro Adalbert Krieger Vasena, una maximización de la acumulación de riqueza a partir de una racionalización y modernización que necesariamente implicaban sobrecargar las espaldas de los trabajadores y por otro lado una centralización más eficiente de la violencia para desarticular el rechazo de los perjudicados. Este proyecto necesariamente contemplaba integrar a la cúpula sindical de la CGT. Surge de este modo el sindicalismo participacionista que tenía como línea de acción: “…hacerse cargo de la política del Gobierno y lograr la participación en el proceso. Una renuncia clara a las reivindicaciones obreras y populares que merecía una repulsa general”¹. La resistencia obrera a la dictadura militar, al margen de la complicidad de la CGT, hizo que muchos gremios fueran intervenidos, como la Unión Ferroviaria, portuarios (SUPA), prensa, químicos, azúcar (FOTIA). Por su lado la cúpula sindical resuelve en 1968 llamar a un Congreso Nacional para normalizar la CGT, es decir adaptar a las bases obreras a la teoría del participacionismo. La convocatoria descartaba la participación de los gremios intervenidos. “Querían hacer un congreso con los que habían tolerado la Dictadura y sancionar a su vez con tal exclusión a las que habían luchado, habían sido intervenidos y eran perseguidos por los violadores de todos los derechos sindicales.
Todos quienes continuaban fieles a los principios sindicales, incluso los sindicatos intervenidos designaron delegados a tal congreso, comprometiendo a quienes estaban con la Dictadura a que el propio Congreso los inhibiera de actuar, el 28, 29 y 30 de Marzo comenzó el Congreso. Los dirigentes que coincidían con Onganía, no tuvieron el valor de acudir a impugnar a quienes querían excluir desde las bambalinas. El Congreso se realizó con todas las organizaciones combativas, incluidas las intervenidas, y con poco más de la mitad de los delegados suficientes para el quórum se proclamó la lucha contra la Dictadura y el desconocimiento de todos los jerarcas del participacionismo. De allí nació lo que fue denominada CGT de los Argentinos, encabezada por Raymundo Ongaro.
La bases sindicales repudiaban toda la política de conciliación vergonzosa y una ola de manifestaciones, de actos, todos organizados por los sindicatos de la CGT de los Argentinos, cubrió una verdadera celebración el 1° de Mayo de 1968.
En Córdoba más de cinco mil personas concurrieron al local del Córdoba Sport Club, en el que justamente con Ongaro hice uso de la palabra denunciando una vez más, ratificando lo que veníamos señalando desde 1966, que la Dictadura hundía al país.”²
De esta forma es como surge el programa obrero del 1° de Mayo de 1968 de la CGT de los Argentinos, como proclama efectiva de la resistencia de los trabajadores al plan de la cúpula militar. Vale la pena recordar, que su redacción fue obra de Rodolfo Walsh. El nacimiento de este bloque sindical de resistencia contra la Dictadura militar, junto con la gran huelga petrolera de la Destilería YPF en La Plata, son los preludios más claros de la nueva situación que por abajo se venía gestando, un polvorín de descontento obrero y popular que al año siguiente eclosionaría en el Cordobazo, y tantas otras puebladas que sellaban el desgaste político del Plan Onganía- Krieger Vasena.
A partir de mayo del 69, se abre un nuevo ciclo. El reemplazo de Onganía por Levingston y el surgimiento de una nueva tendencia en el movimiento obrero, el clasismo. Esta corriente tiene principal importancia en Córdoba, en el seno de los complejos de la industria automotriz. Los sindicatos SITRAC (Concord) y SITRAM (Materfer), fueron creados como gremios por empresa, a partir de la iniciativa empresarial de Fiat de no permitirle a sus trabajadores, integrar el gremio mecánico (SMATA), y desde su creación hasta 1970 estuvieron controlados por la burocracia. Este año el jerarca sindical Lozano intenta firmar un convenio con la empresa, que había sido rechazado por los trabajadores en tres asambleas consecutivas. Este hecho provoca la reacción de las bases obreras que en asamblea constituyen una Comisión Provisoria paralela a la de Lozano que recién se revalidaría cuando los trabajadores ocupan la fábrica e imponen la legítima conducción. La misma estaba integrada fundamentalmente por las distintas tendencias de la izquierda revolucionaria y el peronismo de base. Estos sindicatos son de fundamental importancia en los hechos de Marzo de 1971, el nuevo estallido popular que quedó en la historia con el nombre de “Viborazo” y que fuera la carta de despedida del dictador Levingston. Su reemplazo en el gobierno por otro jefe militar, Alejandro Agustín Lanusse, hace replantear a la cúpula militar la táctica a desarrollar. Lo nuevo es el surgimiento de una salida concertada y negociada con los partidos políticos (incluido el proscrito peronismo) que asegure la continuidad del plan económico de los sectores más concentrados de la economía. Esto llevaría el nombre de Gran Acuerdo Nacional (GAN). Poco más de dos meses después surge el Programa del movimiento sindical clasista que sintetizaría la consigna: «Ni golpe ni elección, revolución», llamando de esta forma al conjunto de la clase obrera y el pueblo a no ser cómplices de esta nueva trampa. El programa del Sitrac Sitram, apenas realizado tres años después del de la CGTA está impregnado por la nueva impronta que había fijado el Cordobazo. Si bien el de 1968, se podría inscribir en el marco de una estrategia con contenidos de nacionalismo popular revolucionario, con participación obrera en la gestión, el de 1971 fijaba la impronta de “esta hora del proletariado” donde es imprescindible actualizar y radicalizar los programas fundamentales que habían dado los trabajadores (La Falda, Huerta Grande y el 1° de Mayo de 1968 de la CGTA). El llamado a luchar por un gobierno popular revolucionario dirigido por la clase obrera marca que lo nuevo del programa es colocar al proletariado como agente principal e insustituible del cambio social y la liberación nacional. La proclama “liberación social y nacional” es uno de los aspectos más destacados y a su vez más controvertidos de un debate de la época. A diferencia de liberación nacional y social, el énfasis del término “social” por delante de “nacional” intentaba marcar claramente la diferencia con cualquier programa reformista o nacionalista revolucionario. Este programa intenta enfatizar que no hay posibilidad de liberación nacional sin socialismo, sin dirección proletaria. Si bien el programa clasista fue esencialmente justo, siendo una expresión contundente de la vanguardia obrera de la época, tendríamos que decir que no logró alcanzar al conjunto de la clase obrera argentina, que a pesar del nuevo ciclo que se abría con el Cordobazo, siempre se mantuvo en su adhesión política al peronismo, concurriendo a votar masivamente en 1973, para convalidar el aplastante triunfo del Frente Justicialista de Liberación, y haciendo del programa clasista, una abstracción de minorías revolucionarias que no alcanzábamos a comprender completamente el fenómeno del peronismo, como expresión política efectiva de las grandes masas obreras y populares.
¹ Agustín Tosco, Revista “Enfoque”, Junio 1970.
² A. Tosco, fuente mencionada.

Comments are closed.