El “7D”, el modelo comunicacional hegemónico y los desafíos que se vienen

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Walter Barboza

Si se entiende la resolución de la Cámara Civil y Comercial que amplió los beneficios de la medida cautelar a favor del grupo Clarín, como un paso atrás en la plena vigencia de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, ello es desconocer las posibilidades que se abren con la normativa (aunque trunca) para el ingreso de nuevos actores sociales en el desarrollo del futuro escenario comunicacional.

A esta altura pareciera que el artículo 161, que obliga a Clarín a ingresar en un plan de adecuación fundamentalmente de las compañías distribuidoras de servicios de televisión por cable, es el impedimento para el desarrollo de nuevas instancias de comunicación audiovisual y radial. Sin embargo esa instancia solo representaría una contradicción de primer grado que, si los principales interesados en avanzar hacia una nueva situación comunicacional siguen pendiente de ella, sólo se estaría perdiendo de vista algunos de los objetivos formidables que plantea la ley en sí, como por ejemplo la atención de las necesidades de pueblos originarios o comunidades educativas.

Con ello este medio quiere enfatizar que la resolución del artículo 161 de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, no garantiza en sí mismo que la sociedad pueda encaminarse a la construcción de un nuevo modelo comunicacional. Para ello será necesario discutir fuertemente cuál es el modelo al que realmente debería aspirar la sociedad en su conjunto. Esta sería la contradicción de segundo grado a resolver.

En tal sentido es necesario destacar que de llevarse a cabo el proceso de desinversión (plan de adecuación), ello por sí solo no garantiza una transformación del modelo comunicacional hegemónico -aquí se entiende por modelo hegemónico aquel cuyo esquema se sostiene a partir de una visión centralista y porteña de los problemas sociales, políticos y culturales del resto del país- sino que es necesario comenzar a repensar la posibilidad de elaborar otros contenidos que no reproduzcan el modelo vigente.

¿En ese marco si la resolución de la justicia fuera a favor de Clarín, la posibilidad de construir un nuevo modelo comunicacional quedaría inconclusa? ¿Si ello fuera así que implicaría para los cientos de trabajadores de los sindicatos de televisión y de prensa que por estos días llevan adelante su trabajo en las distintas regionales de la empresa?

Escrito esto, vale aclarar que es necesario recuperar una discusión de fondo que se ha perdido en la masividad del planteo. El otorgamiento de licencias en sí no garantiza la pluralidad de voces, si ello no se evidencia en una verdadera transformación de contenidos. Y aquí tomemos como ejemplo las cientos de emisoras radiales que a lo largo y ancho del país reproducen el esquema comunicacional de los medios de alcance nacional, olvidando los contextos en los cuales funcionan. Es cierto que al pueblo más recóndito de la Argentina, no le interesa saber a primera hora del día si hay cortes de ruta en los principales accesos a la Ciudad de Buenos Aires. El problema es establecer si los medios de información al alcance de esos pobladores, realmente desarrollan una tarea orientada a atender las necesidades políticas, sociales y culturales de los lugares en los cuales se encuentran insertas.

Para avanzar en una verdadera transformación comunicacional, pluralista en la difusión de sus voces, democrática en sus contenidos, pedagógica en sus sentidos, es necesario profundizar una discusión que todavía no ha sido cerrada. Si el escenario fuera desfavorable, los trabajadores deberían comenzar a jugar un papel protagónico en ese proceso de transformación, en el que deberían ser veedores del cumplimiento de la ley en los términos de garantizar los “contenidos locales” mínimos que la normativa prevé. Pero si el escenario fuera favorable, el compromiso debería ser el mismo para que ese modelo comunicacional fuertemente cuestionado durante años se transforme.

Con ello este artículo quiere señalar que en la discusión sobre el plan de adecuación los actores más importantes, los trabajadores de televisión y de prensa, han quedado al margen. Allí, al interior de esos espacios de trabajo hay matices y concepciones diferentes que por estas horas observan esas contradicciones; un debate silencioso que es el emergente de unos 20 años (promedio) de trabajo comunitario, de desarrollar en el caso del servicio de televisión por cable una experiencia comunicacional que todavía no ha sido debidamente teorizada, narrada, descripta. Esa historia puede contar, incluso, los modos y las formas en las que los trabajadores de televisión y prensa generaron brechas en el modelo comunicacional hegemónico que han servido de inspiración a los fundamentos de la Ley de Medios.

Se trata de un proceso que no hay que perder de vista y ahondar en él, atendiendo las lógicas naturales que emergieron al calor de un Estado ausente durante la década del ‘90. Hoy con la fuerte presencia que tiene el Estado y con una Ley de Medios en vigencia, es una discusión que es necesario retomar. En ella las organizaciones sindicales de los trabajadores del sistema de televisión deberían dar un nuevo debate. Sin olvidar que los ejes aquí planteados, se inscriben en un momento en el que la política vuelve a ocupar el escenario como la única herramienta válida para la transformación de la sociedad.

 

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