Carlitos Mariño, entre Persuasivo y Patricio Rey. Pasado y presente del rock platense
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El Árbol
2 diciembre, 2011

Walter Barboza

Integración regional, sustitución de importaciones, fabricación nacional, defensa del empleo, política social, son las claves sobre las cuales se erige la etapa que Cristina comenzó a inaugurar por estas horas.

Reafirma en cada presentación, inauguración, o evento de carácter institucional, los lineamientos del rumbo que ha trazado para los próximos años. Un giro notable en la historia argentina, máxime si se tiene en cuenta que en diciembre la Argentina conmemorará el décimo aniversario de las jornadas del 19 y 20 de 2001; jornadas en las que la argentina puso fin, con la fuerza del reclamo de amplios sectores de la población, a un modelo regresivo de distribución del ingreso basado en el ajuste fiscal, el congelamiento de salarios, el endeudamiento externo, el desguace del estado y el empobrecimiento de, al menos, las dos terceras partes de la población.

Cuando lleguen esos días, será necesario mirar hacia atrás. Retomar la línea del tiempo desde una mirada sincrónica. Recuperar la experiencia vivida. Evaluar las consideraciones de orden político, económico y cultural que constituyeron esa época. El balance.

El presente permite dar cuenta de ello y afirmar que ya no hay margen para aventuras de ese tipo. El tenor del proceso político, ha naturalizado en el sentido común de la gente la necesidad de continuar avanzado para el fortalecimiento del mismo. Ya nadie cree que el estado es una elefante incapaz de moverse, o de resolver las contradicciones del sistema. Por el contrario, si la metáfora, o la imagen de una administración burocrática e inerte, había dado paso a la consolidación de los grupos económicos como principales actores sociales en las definiciones políticas, el cambio de época se entiende a partir de los cambios en la mirada de la sociedad respecto del papel de la política en su sentido más pleno.

“A esos me los pone en cintura”, exclamaba Artemio Cruz, personaje central de la novela de Juan Carlos Fuentes, en una suerte de pedido de ordenamiento de los conflictos sociales, en el México insurgente que trasunta desde la Revolución de 1911 hasta por lo menos la década del treinta. Claro que lo pedía en otras circunstancias históricas, pero vale como anécdota de lo que a veces es necesario hacer en determinados contextos políticos y sociales. Poner orden y acomodar las piezas en el tablero. Distribuir el juego que haya que distribuir y designar tareas y responsabilidades.

En ese marco se mueven quienes mantienen la conducción estratégica de la etapa política. Aceptan los roles del conjunto de los actores sociales: sindicatos, empresarios industriales y rurales, organizaciones políticas y sociales, los que pujan por profundizar una distribución justa y equitativa de la riqueza con los alcances y los límites que la situación impone. Pero definen políticas que avanzan sobre el conjunto y que expresan las formas en que las contradicciones deberían resolverse. A veces es necesario no jalar demasiado de la cuerda para evitar que ésta se tense demasiado. Cristina dio señalas y marcó claramente las coordenadas en las que se moverá en los próximos años. Avanzar con todos, navegando sobre la conflictividad y alentando a que la misma se resuelva en sus causes naturales.

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