El asesinato de Ángeles y el debate por la Justicia

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El debate por la Justicia sin dudas es problemático, cuando se intenta reformarla, se habla de destruir la independencia de la misma, pero cuando la Justicia resulta injustificable, pareciera que de hecho ya dejó de ser independiente, sino que está subordinada al poder ejecutivo.

0003424098Osvaldo Drozd

En una nota para La Nación de hoy firmada por Diana Cohen Agrest y que lleva el título de Las piezas sacrificiales de la impunidad, la autora comienza preguntándose “¿Hasta cuándo? ¿Hasta cuándo continuaremos con la letanía de los derechos humanos, otorgando garantías a los victimarios y desprotegiendo a las víctimas y a la sociedad toda?” Esta hablando en primer lugar del asesinato de la adolescente Ángeles Rawson, un hecho totalmente aborrecible que debiera ser esclarecido y que sin dudas debiera ser condenado con firmeza, y crear en la sociedad los anticuerpos necesarios para que estas cosas no sucedan nunca más. Pero Cohen Agrest busca responsabilidades, haciendo un mix que en lugar de aclarar oscurece.

El debate por la Justicia sin dudas es problemático, cuando se intenta reformarla, se habla de destruir la independencia de la misma, pero cuando la Justicia resulta injustificable, pareciera que de hecho ya dejó de ser independiente, sino que está subordinada al poder ejecutivo.

En el discurso de Inauguración del Centro de Protección Urbana en Lomas de Zamora realizado el pasado 30 de mayo, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner expresaba que uno de los reclamos que le hace el secretario de Seguridad Sergio Berni es que “allí (en las instituciones de la Justicia) se desbaratan bandas, se toma gente que delinque, que comete delitos contra la propiedad o contra la vida de los argentinos, y luego entran por una puerta y salen, inmediatamente, por la otra. La verdad que tenemos que hacer todos juntos un reclamo grande, que no significa dejar sin garantías a nadie, sino darle garantías a los 40 millones de argentinos de que las leyes se deben cumplir”.

Cuán diferente es el reclamo de la periodista del matutino de Mitre, que el que hacía la presidenta. Pero Cohen Agrest termina su artículo afirmando “¿Quiénes se harán cargo de estas violaciones y muertes salvajes que podrían haberse evitado con una política criminológica lúcidamente saneada? ¿Podremos alguna vez llevar a juicio a los responsables de esta ‘masacre por goteo’? ¿Podremos alguna vez sentar en el banquillo a nuestros gobernantes y jueces hermanados con los ejecutores de los tiempos oscuros? Esa voz es la ausente en la Argentina que nos duele, donde se exalta la memoria del pasado pero se silencia, obscenamente, la memoria del presente”.

Ya que en su versión digital, La Nación permite comentarios, los primeros en hacerlo condenan al ejecutivo, y al enjuiciamiento por delitos de lesa humanidad, pero siguen defendiendo la independencia de la Justicia. Un poco raro todo eso, ya que no se pone blanco sobre negro, sino que se confunde más. La opinión de los medios independientes, parafraseando a Freud se parece a la gruesa condensación que se realiza en el trabajo del sueño, y planteada así hay una superposición de árboles que no permiten ver el bosque.

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