Reforma judicial: Con la lupa en escándalo y no en la democracia

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Para modificar, lo que al núcleo duro de la oposición le interesa, es necesario cambiar de estrategia política: consolidar una fuerza propia que coadyuve a la acumulación de poder y así llegar a conducir los destinos del país. Tener presencia en ambas cámaras y diseñar proyectos que le permitan a la sociedad avanzar hacia formas de vida más justas y democráticas. Ese es el A, B y C de la política. No hay otra.

Walter Barboza

www.infobae.com

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En el marco de una sesión maratónica, los legisladores nacionales aprobaron los puntos más discutidos del proyecto de Reforma de Justicia que ahora tendrá que volver a senadores para que las modificaciones sean revisadas. El contexto fue acalorado, como todos los debates que trascienden las definiciones políticas, y contribuyó a que desde distintos sectores se calificara de sesión “escandalosa”. Como es “natural”, en estos casos, el acento informativo estuvo puesto en el supuesto “escándalo” y no en el sentido político del tema que se discutía.

Ese fue el contexto en el que la oposición aseguró, como era previsible, que el oficialismo se aprestaba a violar el reglamento porque quería “votar todos los artículos en una sola votación y eso no se puede».

Sin embargo, y a pesar de las denuncias de ese universo de legisladores, la sesión se desarrolló reglamentariamente. Dice el artículo 192, del reglamento interno de la Cámara de Diputados, que “toda votación se limitará a un solo y determinado artículo, salvo que la Comisión de Labor Parlamentaria o el cuerpo acordaran hacerlo capítulo por capítulo o título por título”. Primera derrota.

En el segundo reclamo, los legisladores denunciaron que la diputada Alicia Comelli y Juan Carlos Forconi se habían “abstenido” y que luego decidieron cambiar su voto para votar por la afirmativa (“sí”). En este caso, otra vez el reglamento estuvo a favor de las posiciones de Comelli y Forconi, del Bloque del Frente para la Victoria y de los Diputados aliados, pues dice la normativa en su artículo 193 que “toda votación se reducirá a la afirmativa o negativa, precisamente en los términos en que está escrito el artículo, proposición o período que se vote” y en el 197 que “ningún diputado podrá dejar de votar sin permiso de la Cámara, ni protestar contra una resolución de ella; pero tendrá derecho a pedir la consignación de su voto en el acta y en el Diario de Sesiones”. En síntesis en las votaciones de la legislatura nacional, los Diputados sólo pueden votar por la “afirmativa” o la “negativa”. En el caso de que pretendan “abstenerse” deberán solicitar autorización a las autoridades del cuerpo para que este los habilite. Segunda derrota.

¿Cómo se salda el diferendo? Ocurre con mucha frecuencia que la máquina que la Cámara de Diputados utiliza para contabilizar los votos y dejarlos ver en el tablero electrónico tarda en registrar la impresión digital. Puede ocurrir entonces que el voto se visualiza en el tablero como una “abstención”, es entonces cuando las autoridades del cuerpo, que no fueron notificadas por ese legislador sobre la abstención, preguntan qué es lo que quiere votar y con la confirmación de la decisión se enmienda el error. Sobre el tema hay innumerables registros en el Diario de sesiones de la Cámara.

Sin embargo, cuando la intencionalidad política es la de poner el énfasis fuera del contexto de lo que se está discutiendo, lo que queda es sólo el relato informativo. Así ocurrió con un tema de suma trascendencia para continuar avanzando en la profundización del proceso democrático. Se dijo de Rossi que estaba fuera de sí, o que hubo un pacto entre el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzzetti, la Presidenta Cristina Fernández e incluso legisladores de la oposición. Una suerte de “neo-pacto de Olivos”, imaginado por Elisa Carrió, con más ánimo de recalentar a las movilizaciones inconducentes que a arrojar luz sobre el asunto.

Las reglas de la democracia son así de simples: el que gana y tiene mayoría, o puede alcanzarla con el acuerdo de sectores no oficiales, puede aprobar sus proyectos. En el caso de la Argentina ello ha ocurrido con innumerables normas como la Ley de Medios, que recibió el apoyo de legisladores de la oposición como el FAP, la Ley de matrimonio igualitario, identidad de género, o los debates de una inconclusa reforma del Código Civil en el que se discute con amplitud de criterios. Sobre estas iniciativas se avanzó con el concurso de distintos sectores políticos.

Para modificar, lo que al núcleo duro de la oposición le interesa, es necesario cambiar de estrategia política: consolidar una fuerza propia que coadyuve a la acumulación de poder y así llegar a conducir los destinos del país. Tener presencia en ambas cámaras y diseñar proyectos que le permitan a la sociedad avanzar hacia formas de vida más justas y democráticas. Ese es el A, B y C de la política. No hay otra.

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