Volver a Nietzsche o enloquecer.

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Mónica Sladogna

Hoy amanecí con una reflexión sobre el abordaje que los medios hacen sobre el tema del feticidio.

El mismo es abordado por los diversos programas de noticias de forma tal que me da la impresión que contribuyen a la multiplicación de la violencia contra las mujeres. Es la idea de que en la manera en que se muestran ciertas noticias se genera una moda. Por saturación generan indiferencia en el público en general y por repetición una imitación a este acto aberrante. ¿Qué les parece? Esta idea de la furia de Cristina, ¿no creen que contribuye al tema de la violencia contra las mujeres? Este machacar con el tema del enojo, la furia, el maltrato de Cristina creo que también genera efectos. De última ¿no se trata también de «pegarle» a Cristina?

Al rato encuentro en el libro de Lila Caimari: “Apenas un delincuente. Crimen, castigo y cultura en la Argentina. 1880-1955” el siguiente párrafo: «La turba escupe su bilis, y a eso llama periódico», decía Nietzsche con característico desprecio al referirse a la prensa popular de su época. Y este observador reflexionaba, con igual escepticismo, sobre la naturaleza de los impulsos que llevaban a tantos miles a interesarse en los más morbosos detalles del crimen y el castigo.  Esta curiosidad no hablaba del noble espanto del público, aseguraba, sino de su placer vergonzante, el viejo placer del espectáculo del sufrimiento reprimido por la hipócrita sociedad victoriana. Los publicistas del humanitarismo dieciochesco ya habían conocido las dificultades que para su causa implicaba este oscuro impulso social.  Para cultivar la sensibilidad empática del espectador, sus panfletos contra la violencia desarrollaron de manera inédita la gráfica de lo truculento. El éxito de público de aquella «pornografía del dolor», que no siempre era edificante, terminó alarmando a los propios líderes del movimiento.  “Lejos de espantar, la representación masiva de lo sangriento activaba el insaciable apetito social por el castigo», concluía Nietzsche.  En aquel fin de siglo XIX en el que la humanidad se avergonzaba de su pasado de crueldad, la gente experimentaba, en privado y secretamente el viejo goce de la violentación.  «Ver sufrir produce bienestar», insistía provocadoramente».

Nietzsche, el loco de Turín me parece que la tenía clara, y nosotros no escuchamos a este loco y preferimos ver las noticias.  Lo dejo así como una reflexión inconclusa.

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