Viajando sin cronograma. Una travesía de amor, locura y otros demonios.

Cristina en Vietnam
19 enero, 2013
Rosario. Cuando la realidad supera a la ficción
21 enero, 2013

Yanina Lofvall

Ésta “era” una nota que intentaba contar el viaje de dos jóvenes, que se animaron al “sueño del pibe”, viajar por Latinoamérica, sin  cronograma, sin fecha de retorno, con una mochila y un par de clavas. Pasaje en mano,  1500 pesos en el bolsillo para los dos, esa era la aventura que esperaba contar. Pero los caminos de la vida, no son lo que yo esperaba…

Manuel, (26), oriundo de Tandil, trabajaba en La Plata con un proyecto de Radio, María (22) platense, trabajaba con él, en un taller de serigrafía. En noviembre de 2011, Manuel dijo “me voy” y María dijo “yo quiero ir”. Decidieron vender lo que tenían, muebles, ropa, en lo que se llamó “la fiesta del remate” y después de cubrir los gastos de partida, quedaron para el camino mil quinientos pesos.

Sus pasajes tenían como destino Lima, en migraciones a ella le dieron 90 días, pero a él 30, “portación de rastas”. Una vez en Lima comenzaron a trabajar en la zona turística vendiendo ensaladas de fruta y sándwich. El trabajo diario significaba 70 soles, pagaban el hotel, comían y según cuentan, les sobraba.

En Lima, conocieron a César, era de la selva, de Iquitos,  iba a poner un bar  en el norte, en  Zorritos; relata Manuel, “él vio que hacíamos malabares y nos invitó. Si hay algo que aprendimos es que nunca son las cosas como te dijeron que eran. Nada que ver, la playa era genial pero no había nada armado. El bar había que armarlo, había un predio enorme, un lugar paradisíaco pero el bar no estaba armado. Así que lo armamos, con ramas de palmera, troncos…”

Un mes y medio estuvieron ahí, un par de tragos al día a cambio de alojamiento y dinero para vivir. Según los viajeros, sintieron que era el momento de irse, su próxima estación era la selva. Llegaron a la selva en febrero, a Iquitos la ciudad más grande del mundo, sin acceso terrestre.

Tres noches y cuatro días en barco, en el medio del Amazonas, se duerme en camas paraguayas, familias enteras que viajan siempre.  María cuenta que ese viaje costó “80 soles, unos 160 pesos, pero en Perú, todo precio  se negocia. Según tu cara también es el precio, así que al alemán, (un compañero que ahí se había sumado al viaje),  lo escondíamos, él no hablaba cuando negociábamos precios sí no nos mataban”.

Llegaron a Iquitos con lugar para alojarse, César, el amigo del bar, tenía allí un local cerrado, les dijo que su ex mujer vivía en la ciudad y les abriría el local. Manu y María, mientras cuentan se miran y se ríen a carcajadas, Manu agrega “Por supuesto, no era lo que esperábamos. Cuando llegamos allá ¡los quilombos que tenía ese tipo, le debía plata a todo el mundo, era el tipo más buscado de Iquitos!”

Iquitos, es una ciudad de casas que flotan con el río, si el río sube, las casas suben, si el río baja, bajan. Trasladan las  casas en lanchas enganchadas. “Imaginate eso, ver pasar una casa enganchada en una lancha. El bar era una balsa como a 10 metros del río, todo al aire libre. Llegamos y armamos nuestra casa, la limpiamos toda, traíamos agua del río, no teníamos luz. Ahí cocinábamos con  leña. Vos subías, hacías un par de cuadras y tenías la ciudad y ahí empezamos a trabajar, era muy divertido”, así describe María su aventura, quien afirma que antes de salir, era una chica de ciudad, llena de miedos

Trabajaban en un semáforo,   tenían armado un show, con dos horas de trabajo, cubrían los gastos diarios. “Teníamos mucha plata, los malabares y la música es una tarjeta para viajar y vivir bien. Nos metimos de lleno en el mundo del viajero, nuestra casa era como la “casa tomada” y todo el mundo la codiciaba, así que en un momento dijimos, ya está, abrimos las puertas, llegamos a ser diez”, relata la chica de ciudad.

Probaron uno de los gustos de Iquitos para viajeros, “San Pedro”, un cactus, que se cocina 8 horas con una ceremonia como parte de la tradición del lugar. Y entre confesiones, también nos cuentan que una de las cosas más duras eran los enormes mosquitos “con los españoles tienen, según dicen, la maldición del conquistador, todos los bichos los picaban, era muy chistoso. La gente tiene con el español una relación amor odio. Es muy loco porque son muy católicos en la selva”

Del amor y otros demonios

Ahí conocieron a Álvaro, español, se alojaba cerca de “la casa tomada” en, según ellos, el “bar más caravanero de Iquitos”, era un grupo grande de gente, empezaron  a relacionarse, muchas veces les pedían como favor, le compraran marihuana u “otras  cosas”, porque  eran casi todos europeos y le vendían a diez veces más caro.

Dos meses en Iquitos y partieron a Leticia, triple frontera entre Colombia, Brasil y Perú. Partieron porque según explican “Uno siente cuando ya se tiene que ir”.  Eran cinco, el español, quien había comenzado una historia de amor con María, una chica de EEUU, un inglés y Manuel.

Fuimos a un lugar que se llama “Hipilandia”, una balsa flotante, de dos pisos con dormitorios, un bar, y de ahí se puede ver Perú, Colombia y Brasil. Manu recuerda “cuando llegamos, cuando pasamos la frontera, me di cuenta que estaba ilegal, si solo me habían dado 30 días. Nos querían cobrar una multa, así que entramos ilegales a  Colombia”.

Leticia, es un pueblo muy chiquito que recién ahora está viendo sus posibilidades turísticas.  Es un lugar donde hay mucha droga, ahí es donde está las FARC del lado colombiano, y en la cotidianeidad se ven militares por todas partes, también sicarios, “es un estado donde no existe la jurisdicción. Mucha gente pasa de turista y se queda pegado, hay mucha pasta base”.

Leticia fue el lugar de separación de los viajeros, Manu decidió partir, “empezamos a vivir en “movida” y llegó un momento que me di cuenta que tenía que salir de ahí o no me iba más, le dije a María que al otro día me tomaba un avión y me iba, ella decidió quedarse porque se había enamorado. Me fui a conocer a mi abuelo, en Caracas. Estuve en Bogotá. Una ciudad muy grande. Me fui a una zona donde podía trabajar haciendo malabares. Después de unos días me fui, llegué a la frontera con Venezuela, y ahí lo peor, “portación de rasta”, me dejaron desnudo, me revisaron, tenía que mostrarle el culo y toser para que vean que no llevaba droga, después rayos X. El más chiquito es como la puerta,  con itacas, te deliran, te pegan, se te ríen.  Estuve tres horas, cuando pensé que ya estaba me dijeron: “espera que ahora te llevamos a otro lugar”. Vi un taxi y no lo pensé, me subí corriendo y le dije “arrancá que te invito almorzar”  y me fui.  Esto lo pase en tres fronteras más”.

Manuel llegó a Venezuela, conoció a su abuelo y quince días después, volvió a Argentina, era el mes de mayo.

María, red de narcos y el amor.

“Yo en esa época estaba muy pegada, muy encerrada. Fue un momento fuerte cuando nos separamos.  Estuve ahí tres meses más, hasta que estábamos muy pegados, muy endeudados. De repente, llega un colombiano,  un loco que tenía mucha calle, le propone pagarle la plata que debía, a cambio de  que labure de burro, llevando coca para España”.  El español aceptó.

María reflexiona la odisea, “ya estábamos re jugados, y yo estaba muy enamorada. Eran dos viajes distintos, pero en ese momento era mi ego el que decidía. Yo viajo haciendo malabares, tranquila, sin plata, no así. Llegamos a Lima, a las 10 de la mañana salía su vuelo, yo al otro día me venía a Argentina, me quedaba cinco días, y de ahí me iba a España. Él viajaba con tres kilos de cocaína, en una valija de doble funda a España”

María, tenía que esperar en el hotel, donde la “cuidaban”  dos colombianos y la dejaban ir, sólo cuando el español entregue el paquete en España. Situación, el español fue detenido en el aeropuerto de Lima, la policía de narcotráfico allanó el hotel y detuvo a los colombianos y a María. Después de todo el día de interrogatorios, “con unos monos gigantes y una situación de película” la única que quedó en libertad fue “la argentina”

La detención salió en muchos medios peruanos, el español “había mandado al frente a una red de narcos de Colombia, Ecuador y Perú, tenía miedo de andar por la calle y aunque aún enamorada decidí volver a Argentina. Volví, flaca muy flaca, muy triste, estaba ciega, quería estar acá un tiempo con mi familia y volverme. Era junio del 2012 y me volví a ir en agosto. En agosto nos fuimos con Manu de nuevo, el a la selva, yo a Lima”.

(Continuará…)

 

Comments are closed.