Visiones de la oposición en vísperas del «8N»

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Walter Barboza

Las fuerzas de la oposición ya están en marcha. En la medida en que los tiempos se acortan de cara a las elecciones legislativas de 2013, la crítica artera y vil se profundiza. La semana que pasó (entre los días 29 de octubre y 3 de noviembre) dio tela para cortar. En plano discursivo hubo una suerte de vuelta al núcleo duro de las declaraciones más recalcitrantes. Carrió fue su máxima expresión: habló de la entrada a una “dictadura”, de la llegada de las “drogas” a las escuelas a partir de la aprobación de la ley que permite a los jóvenes votar optativamente a los 16 años, del control ideológico que los porteros, supuestos militantes de La Cámpora, llevan adelante entre  los profesores de las escuelas públicas de algún distrito que nunca aclaró, y de la necesidad de hacer algo ante un imaginario prestigio perdido.

Ella no fue la única, este cronista participó en la semana que se fue, de una conferencia de prensa llevada adelante por Francisco De Narváez, los diputados nacionales, Alberto Roberti, Gustavo Ferrari, Alfredo Atanasoff, y Natalia Gambaro; la senadora bonaerense, Nidia Moirano; y los diputados provinciales Mónica López (jefa de Bloque), María Elena Torresi, Gonzalo Atanasoff, Guillermo Britos, Fernando Rozas y Mauricio D´Alessandro. El encuentro se hizo a los fines de denunciar que la aprobación de la Ley de Habitat en la provincia de Buenos Aires, implica un supuesto avance del estado nacional sobre la propiedad privada. La misma, fue usada para denunciar el “sesgo ideológico” que carga la normativa, pero que nunca fue caracterizado; a excepción del Diputado Atanasoff que denunció que la Ley es “soviet puro”.

Allí se habló de la normativa como si fuera la de un Estado totalitario que pone en duda el derecho de la propiedad privada de los habitantes de la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, en la rueda de prensa dejaron ver algunas contradicciones, porque cuando este cronista le preguntó a Francisco De Narváez cuál era ese “sesgo ideológico” al que se refería, nunca aclaró de qué se trataba pero dijo que él creía en la necesidad de un Estado fuerte.

“Dictadura”, “drogas”, leyes que ocultan oscuros “intereses ideológicos”, abonan el clima previo al “8N”. Así, a partir de la estigmatización, se construye un escenario que invita al vecino común a manifestarse por las libertades perdidas. El ejemplo es el duro discurso pronunciado por el Diputado Nacional Andrés Larroque al defender la aprobación de la Ley que permite votar opcionalmente a los jóvenes a partir de los 16 años. Sacado de contexto, Larroque parecía haber perdido el rumbo, pero los que estaban atentos al desarrollo de la sesión sabían que era una respuesta a la infinidad de acusaciones de todo tipo y tenor que se hicieron sobre la iniciativa del gobierno. Cuando con total liviandad Carrió habla de dictadura y de la llegada de la droga a las escuelas no hay un periodista al cual se le inmute un pelo. Nadie interpela sobre las diferencias, los efectos y los resultados de las dictaduras en América Latina. El gobierno nacional, es asemejado entonces a las dictaduras militares que tanto daño le han causado a la sociedad. En esa sesión, para la oposición era mucho más fácil la resolución del debate con la huida hacia afuera del recinto, que con la discusión acerca de las implicancias respecto de la construcción de nuevos sujetos sociales a partir de una ley nacional.

Todo se relativiza y estigmatiza. Si Lenín viviera, se espantaría ante las comparaciones entre el proyecto del Gobierno Nacional, el que tiene la suficiente flexibilidad para superar cualquier esquema que lo reduzca a un simple modelo (el ejemplo claro son las restricciones al dólar), y la conformación de los soviets en la Rusia de principios del siglo XX. La historia de los “grandes relatos”, que en los noventa los filósofos de la postmodernidad decían que habían caído por el fracaso del socialismo en el mundo, dan lugar en la Argentina a la creación de la idea de la existencia de un “relato kirchnerista”. Entendido como una ficción, o fantasía que alimenta el imaginario de la gente, suena en los oídos de los sectores medios que se aprontan para el “8N”, como una suerte de concepto que da cuenta de un discurso diseñado para la manipulación de las masas populares consideradas como ignorantes.

Vuelta a la Ley de hábitat en la provincia de Buenos Aires, cuando el Diputado Nacional Gustavo Ferrari habla de una legislación de contenido fuertemente ideológico que cambia la relación del Estado con la sociedad y que avasalla el espíritu de la Constitución Nacional, salta por error, omisión o intencionalidad, sobre una parte de la historia, que es precisamente el “relato” que niega a los “grandes relatos” que permitieron el desarrollo de políticas de resistencia a los vencedores de las guerras civiles en la Argentina.  Es decir hay una Constitución, tal y como la conocemos hoy, porque hubo a lo largo del siglo XIX en la Argentina una batalla política, militar e ideológica por la formación de un Estado argentino; del mismo modo que en la década del noventa hubo una reforma de la Constitución porque hubo un batalla cultural e ideológica que permeó a los sectores populares. Los grandes relatos fueron construidos a partir de los movimientos sociales que modificaron la relación de fuerzas en la sociedad, y  permitieron  la posibilidad de avanzar hacia un país más equitativo.

La Constitución no es sagrada y su reforma no implica su violación. Su modificación, si es que es necesario hacerlo en este cambio de época, implica ajustar su espíritu a las transformaciones que experimenta la sociedad. Salvo que Carrió, De Narváez, y compañía, consideren que ello no es posible porque su visión acotada teme por la posibilidad de una nueva reelección de Cristina, o bien porque por ignorancia, cosa que es fácil de poner en duda, entiendan que la Constitución Nacional es pura y neutra y que ella no lleva en sí ninguna impronta de orden ideológico o político.

En ese marco es que es imprescindible estar atento en lo cotidiano, para observar de qué manera ese discurso atraviesa a la sociedad en su conjunto. Luchar contra las simplificaciones y los recortes interesados. Desmenuzar la palabra se hace imprescindible para comprender de qué forma evoluciona el proceso político en la Argentina.

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