A contramano
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Reflexión en Baires
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Néstor Piccone*

Los ‘90 no pasaron en vano, dejaron huellas que impregnaron el hacer político comunicacional. Desde el manejo de los fierros hasta los periodistas, nada quedó sin teñirse del color oscuro de la concentración económica. El “sálvese quien pueda” (y, como pueda, agregaría) se convirtió en paradigma de sobrevivencia y la compra-venta de voluntades se expandió como modelo de gestión. La persuasión dio paso a la mercantilización. La palabra se cotizó en dólares. Los que no tenían acceso a la misma construyeron una contracultura que se expresó en los márgenes de la sociedad: radios comunitarias, cooperativas, periódicos barriales, sindicales, sociales fueron la red de sostén, aunque muchos de estos también fueron cooptados por la pauta publicitaria y el modelo comercial. El kirchnerismo fue sumando adhesiones, justamente por asumir lo contradicho. Gestó un nuevo modelo de gestión, recuperó la discusión política, alentó la transgresión, enamoró a los jóvenes y reconquistó a los viejos que aunque no daban  todo por perdido creían que ellos  tenían pocas chances de cambiar el estado de las cosas. Plantó un ética de signo diferente.

La ola neoliberal tenía barrido universal. Los diarios accedieron al manejo de los canales de televisión. Los cableros de las ciudades, que habían construido un modelo autónomo de acceso comunitario a la televisión, vendieron sus abonados a buen precio y con el tiempo estos quedaron en manos de un par de empresas.

Los trabajadores perdieron miles de puestos de trabajo porque a las cadenas Cablevisión, Multicanal, Supercanal y otros socios menores no le interesaba la información local de las ciudades que iban anexando, sumando abonos para su caja.

Los periodistas, remisos a la organización colectiva y con algunos sindicatos de prensa poco convencidos  de su responsabilidad,  fueron presa rápida de las corporaciones que en los 90 avanzaron con la privatización de los medios audiovisuales. Con patronales poderosas y sin organización gremial muchos periodistas entraron en el mercado, vendiendo su palabra al mejor postor o a varios a la vez. Hubo muchos profesionales que comenzaron a deambular en busca de la “pauta” que les permitiera mantener su status en la clase media.

Alguna vez, el tipo que esto suscribe tuvo acceso a la verdad que hoy se ventila. Un representante del por entonces (pequeño) Grupo Clarín, ante un pedido sindical de recomposición salarial respondió con una información clave.

“Nosotros tenemos todos los datos de cuánto cobran  y dónde lo hacen  la mayoría de los periodistas del diario”. Los periodistas no eran la planta principal del mismo pero eran y son un sector de referencia importante gremialmente. Aunque dependan de los administrativos y los gráficos para sacar una edición siempre ocupan un lugar preponderante en la toma de decisiones. El funcionario de Clarín, quien además dejaba traslucir que el Grupo contaba con un servicio de información propio, contaba que son muchos los que, utilizando el prestigio que le da trabajar en el diario, cobran por asesorar a empresas o por trabajar para otras y a veces lo hacen en su propio horario de trabajo. “Nosotros dejamos hacer porque también nos conviene. Pero le aviso que no va a poder contar con ellos para un conflicto”.

En los ’90 el modelo de ajuste  llegó al diario, hubo periodistas que pelearon, la Negra Ana Ale o Pablo LLonto, para sintetizar en un par de nombres, fueron de los que encabezaron esa lucha. Cientos de trabajadores de prensa quedaron afuera de Clarín, Canal 12, radio Mitre y de la decenas de canales de cable de las provincias. Con despidos o aprietes y con un sindicato (la Utpba) cooptado por el diario con la prebenda del doble pago de la Obra Social. Recién en estos tiempos y también por aquel atrevimiento del kirchnerismo, con un Ministerio de Trabajo que ocupó su rol en el conflicto, los trabajadores de prensa retomaron un camino de militancia en contra de las directivas del sindicato.

Cuando Cristina denuncia a Bonelli no hace más que desnudar otra de las consecuencias que el modelo mercantilista de los ’90  hizo con la palabra de los trabajadores de prensa: comprar a los que como Bonelli se postularon para trabajar en Clarín, Mitre, TN y Canal 13 a cambio de ponerse la camiseta del Grupo  o silenciar a los cientos de trabajadores de prensa que fueron destinados al despido, la precarización laboral, la persecución gremial o la tercerización.

La Ley de Medios, con su plena aplicación, garantizando los espacios para los otrora resistentes, viene a revertir las tendencias más desgraciadas de los años ’90. El 7 de diciembre será una nueva posta en esta carrera.

*Periodista, psicólogo. Proyecto COPLA

 

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