Nuestro amo juega al esclavo

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Osvaldo Drozd

Fijate la pelusa que lleva en el saco, luego ampliala, para que no se vea lo demás, y hacé de eso la línea editorial– con esas palabras el CEO de un grupo multimediático le arengaba al director periodístico de uno de sus matutinos. La cuestión es no darles oxígeno, y pegarles constantemente sin que se vea otra cosa que lo que subrayamos– proseguía el Zar.

“Violencia es mentir” decían los Redondos en Nuestro amo juega al esclavo, pero si bien esto es verdad, no alcanza para explicar el fenómeno mediático. Tal como afirmaba allá por los ’80 el semiólogo argentino Eliseo Verón, los medios a la realidad no la falsean ni la tergiversan, sino que la construyen. Según Verón, nadie puede encargarse en la labor periodística de abarcar la totalidad, y la selección misma de la información, más el contenido editorial (es decir su lineamiento ideológico- político) van a producir efectos de sentido, que los receptores identificaran como lo “real”. Obviamente, este esquema no es para nada reductible a manifestar que tal medio miente, ya que lo que opera en esa acción es la “construcción del acontecimiento”. Pasado un tiempo, éste podría llegar a ser desmenuzado, deconstruido para encontrarle sus verdaderas tácticas políticas, su proyección estratégica, pero mientras esto no se haga, eso: será real. La tarea de los medios comprometidos, no es la de tapar la pelusa del saco, sino intervenir con otra voz proveyendo de herramientas para que los sujetos críticos, puedan torcer el rumbo del acontecimiento, haciendo que éste pueda no tener un final cantado, y en todo caso revertirlo a favor.

Sin dudas nadie sabe todo, y es por esto que la pelusa en el saco es muy factible que sea algo que no se sabe, o no se sabe bien cómo resolverlo, o incluso que esté por fuera del ámbito de resolución del a cuál se lo enrostra. En este último sentido las catástrofes naturales, pueden llegar a politizarse. El gran gesto de un sabio es poder decir: No sé. Ya que eso abriría hiancias y vacíos que invitarían a ocuparlos, mientras que sí el sabio negase la existencia de su no saber, no habría hueco y sería asunto concluido.

Durante mucho tiempo la problemática de la seguridad, fue considerada como una invención (mucho se sanateó con la “sensación”) de los medios hegemónicos, y si bien estos capearon el acontecimiento, incluyendo grandes movilizaciones, como las que encabezara Bloomberg; se podría decir que recién cuando se reconoció el problema se pudo comenzar a encararlo de otra forma. El Acuerdo por la Seguridad Democrática de fines de 2009 fue un gran paso, y la posibilidad de intervenir en el acontecimiento con otros elementos.

Todo esto viene a cuento debido a que el que escribe hoy se encontró con la tapa de un matutino platense que titula acerca de la violencia juvenil en las escuelas secundarias de la capital provincial, y si bien podría estar amplificada la noticia, seguro que no es verso. Decir que la violencia siempre existió no tiene sentido, ya que sus formas son históricas y particulares. Tal vez haya que sumergirse en las causas estructurales y culturales de este fenómeno que hoy tiene actualidad en las manifestaciones de género como en los espectáculos futbolísticos, pero lo seguro es que no hay que negarlo, ni dejárselo servido en bandeja al enemigo.

 

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