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Griselda Eustratenko

A Leila Catino, profesora de Literatura.

A Haroldo Pedro Conti.

 

La profesora Leila Catino se acercó a la luminosa biblioteca de su casa  y antes de elegir los cinco libros que me prestaría aquel fin de año de 1981, acarició cada uno de los anaqueles sobre los que se podían ver las claves infinitas  del amanecer letrado. La voz de un entrañable e insustituible lenguaje,  que el puño del miedo nos había vedado.

Títulos, claves, llaves que le dieron identidad a este testimonio. No lo sabía entonces, sin embargo intuía que la ofrenda de semejante tesoro, no solo operaría de abracadabra;  y liberaría del odio a la palabra “Libres”, que fue enterrada empaquetada en cada pozo, cada baldío o basural, o fondo del patio de las casas de los argentinos donde se pudiera ocultar de las llamas; sino que en ese decisivo y desafiante ritual: compartir libros prohibidos por la dictadura cívico-militar  albergaba lo más alejado a un salvoconducto: “Subvertir el orden establecido”,  paradojal sinónimo de siniestra condena, poner en riesgo la propia vida; y ella lo sabía:

-“Y el silencio y la censura,  y el olvido, y el exilio o la desaparición, o la muerte (…)” (-Que por aquellas años oscuros habían sido la trama obligada-);  -“no soportarán saber que todo quedará luminosamente guardado en la biblioteca de tu  memoria. Ese es nuestro pacto: -Si Lees, nunca estarás sola, nunca abrazarás al miedo”– Fue lo que dijo al despedirme-.

Las millones de páginas de miles de libros, fotos, revistas y diarios,  de circulación clandestina, subterránea, de boca en boca, de oído en oído, no pudieron ser acallados, no en el instante privado de quien escribe, no, en la memoria del ser colectivo que entró en comunión con lo que, ellas, las palabras revelan, cuando las hacemos presentes al nombrarlas: “Esas, y esos que se salvaron de la hoguera para siempre”.

Prohibido leer”, “el silencio es salud”, “prohibido pensar, crear, reír, soñar, escribir, cantar, amar, prohibido vivir…” Eso fue lo que nos dijeron, eso fue lo que le advirtieron en octubre de 1975 las Fuerzas Armadas que lo tenían en una lista de agentes subversivos, al único escritor argentino al que le habían otorgado, increíblemente, un certificado de náufrago, allá en el Uruguay. Nadador de larguísimo aliento… Escribió hasta horas antes de la noche en  que nos lo arrebataron. También él, sabía, también él, eligió quedarse.

Navegante, pescador, aviador, seminarista, guionista de cine, empleado bancario,  jurado en Casa de las Américas, profesor de Literatura, Filosofía , Educación democrática, y Estudio sobre la Realidad Social Argentina, ERSA, materia de formación cívica que se dio un tiempo durante el último gobierno peronista, enseñó Latín durante veinte años: Haroldo Pedro Conti, a quien leí por primera vez aquel verano del ´81, cuando mi profesora de Literatura, Leila, como la llamábamos sus alumnos del 5to año de la Escuela secundaria de  Enseñanza Media N° 1 de Berisso, puso en mis manos En vida.  Así, supe de él.

Nació un 25 de mayo de 1925 en Chacabuco, hace 87 años. No alcanzó a cumplir 52, cuando penetraron en su casa, la madrugada del 5 de mayo de 1976.

“En febrero de ese mismo año, Marta Scavac dio a luz a su hijo Ernesto, ya para entonces, Haroldo Conti, había colgado un letrero frente a su escritorio: Este es mi lugar de combate, y de aquí no me voy”. Pero sus captores no supieron lo que decía ese letrero, porque estaba escrito en Latín”. Escribió Gabriel García Márquez en un artículo aparecido el 20 de abril de 1981.

A treinta y seis años, junto a los compañeros de Kbildo, -del que soy parte-, realizamos junto al río, que lo vio navegar, pescar, escribir y militar un intenso homenaje a su querida memoria.
Escritor y periodista, nadie como él supo narrar  la vida de los orilleros, no héroes, “no las de los terratenientes que acapararon las tierras despojadas a los aborígenes, si no la de los inmigrantes pobres”; esos que aún fantasmean en las marejadas sutiles de este río, el río de la buena memoria, cuyo imperecedero fluir salva, y es, lo único que quizá, haya que retener.

Los seres evocados  se nos aparecen  protagonistas de historias cotidianas sublimes por la ardua, difícil sencillez de sus vidas, pescadores sin red de un espinel al infinito. Hombres y mujeres,  infancia y ancianidad, y el tributo, unidos por un destino interior de hondísima belleza,  cuya dimensión cobra trascendencia en el valor de las cosas nombradas, pobladas de humanidad. Nada es descartable en esta vida, todo tiene el aroma, el color, el sabor de lo eternamente perdurable, sólo por estar en el legado de amor de los nuestros, los inolvidables.

Así, nos lo dice  la escritura  del autor, cada gesto, cada palabra contempla la más alta significación, donde se puede explorar nuestra identidad.  Detrás de cada herramienta pronunciada, hay un apellido. Todo poseía el sudor del trabajo, el valor del esfuerzo, la dignidad de los nombres de millones de argentinos que producían Industria Argentina, y la denuncia de la inequidad que preanunció lo que vendría.

Basta leer “Las doce a Bragado”, “Como un león”, “A la diestra”, para comprender esto que intenta ser un entero reconocimiento a la enorme vitalidad de un hombre que transformó para siempre mi pequeña vida. Por eso escribo, no sin dolor, no sin indignación. Pero con la auténtica convicción de haber sellado un antiguo pacto, con él y con ella, e inevitablemente con ellos: Walsh Rodolfo, Oesterheld Héctor Germán, Francisco “Paco” Urondo, Imar Miguel Lamonega.  Lo vi y lo sentí en la  mirada de esos  hombres, anónimos vagabundos,  que nos acompañaron en aquel homenaje a Haroldo Conti en el embarcadero de lanchas a la isla Paulino, que lleva su nombre, acá en Berisso.

Duele aún, la patria arrebatada, pero nadie nos volverá a quitar esta, la que volvimos a consolidar en la dignidad de los que hemos aprendido a dejar atrás la infancia herida y desbastada que fuimos, jamás para olvidar, sino para inmortalizar la que estamos creando, pensando, amando, viviendo, la presente y futura, ya impostergable Patria: La más justa, equitativa, solidaria, soberana, libre.

A la querida memoria de la Profesora de Literatura: Leila Catino.

A Haroldo Pedro Conti.


Biografía de Haroldo Conti.

Nació el 25 de mayo de 1925 en Chacabuco, Provincia de Buenos Aires, donde cursó los estudios primarios.
En 1938 ingresa al colegio Don Bosco de Ramos Mejía.

En 1939 ingresa al Seminario de los Padres Salesianos.

En 1944 pasa al Seminario Metropolitano Conciliar, donde completa su formación filosófica.
En el mismo año, pone en escena obras de Chesterton, Claudel, y León Bloy. Escribe la obra de teatro “El buey risueño”.

En 1947 inicia sus estudios en la Facultad de filosofía y Letras de la UBA.

En 1952 obtiene dos becas del Club Gente de Cine y realiza su primera experiencia como asistente de dirección.

En 1954 concluye los estudios en la Facultad de Filosofía y Letras.

En 1955/1956 obtiene el premio OLAT por su obra “Examinados”.

Desde 1956 hasta 1967 es profesor en el Colegio Mariano Moreno.

En 1960 recibe el premio LIFE por su relato “La Causa”.

En 1962 gana el primer premio de “Fabril Editora” por la novela SUDESTE.

En 1963/64 publica en la revista Baires el cuento “Marcado”.

En 1964 publica el libro de cuentos “Todos los veranos”, que incluye “Todos los veranos”, “Los novios”, “Ad astra”, “Muerte de un hermano” y “La Causa”. Recibe el Premio “Municipalidad de Buenos Aires”.

En 1966 la Universidad de Veracruz, México, premia su novela “ALREDEDOR DE LA JAULA”.

En 1967 publica el libro de Cuentos “Con otra gente” (incluye “Como un león”, “Otra gente”, “Los novios”, “Perdido”, “Cinegética”, “Todos los veranos”, “Muerte de un hermano” y “El último”). Publicado por Centro Editor de América Latina.

Desde 1967 hasta 1976 es profesor de latín en el Liceo Nacional Nº7 de la ciudad de Buenos Aires.

En 1969 participa en la filmación de un documental publicitario en la Antártida.

En 1970 viaja a Cuba.

En 1971 la Casa de las Américas lo nombra jurado para su concurso anual en la especialidad narrativa. Publica su novela EN VIDA y con ella gana el premio Barral, de España.

En 1972 publica el cuento “La espera” en la revista Latinoamericana Nº 1.
La revista Casa de las Américas publica su cuento “Con Gringo”.

En 1974 es jurado por segunda vez en el concurso Casa de las Américas.
Termina el guión y participa en la filmación de la película “LA MUERTE DE SABASTIAN ARECHE Y SU POBRE ENTIERRO”, dirigida por Nicolás Sarquis.

De 1974 a 1976 colaboró con la revista cultural “Crisis”.

En 1975 publica “LA BALADA DE ALAMO CAROLINA” (incluye “La balada del álamo carolina”, “Las doce a Bragado”, “Mi madre andaba en la luz”, “Perfumada noche”, “Ad astra”, “Devociones”, “Bibliográficas”, “Homenajes”, “Los caminos”, “Memoria y celebración”, “Tristeza de la otra banda”)
El mismo año publica MASCARO, EL CAZADOR AMERICANO , novela por la que recibe el Premio Casa de Las Américas de Cuba.

El 4 de mayo 1976 escribe “A la diestra”, su último cuento.

El 5 de mayo de 1976 es secuestrado y desaparecido.

Haroldo Pedro Conti tuvo tres hijos, Alejandra y Marcelo, del primer matrimonio con Dora Campos, y Ernesto, del segundo matrimonio con Marta Scavac.
En el momento de la desaparición, se encontraba con Marta y Ernesto, su pequeño hijo de tres meses.  EXTRAÍDO de La Comisión provincial por la Memoria 2006.

 

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