Cristina y el multiculturalismo

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Osvaldo Drozd

En el artículo anterior abordábamos en líneas generales, la posición hegemónica del neoliberalismo en lo relativo al expansionismo cultural e ideológico de la primer potencia occidental hacia todos los rincones del planeta. El supuesto es que lo que en los EEUU es considerado como válido y universal, debiera también serlo en cualquier otro lado más allá de que éstos son parte de universos culturales completamente diferentes.

De tal forma la Libertad, la Democracia, los Derechos Humanos, en resumidas cuentas el Bien Común y por ende el enemigo común, deben ser aceptados por todos como bienes universales y fuera de discusión.

Desde este punto de vista sumamente restringido, se podría ver en expresiones muy disímiles del accionar de los pueblos del mundo, la aspiración a llegar a un mismo punto, que desde aquel trono semántico sería visto como óptimo y deseable. Es así que pueblos muy alejados culturalmente de las pautas occidentales quisieran tener regimenes políticos o formas públicas similares a las que propone Occidente. Si bien todas las religiones tienen algún Dios, todas ellas tienen uno diferente, y no homologable entre sí, y lo deseable no sería lo monótono y uniforme, sino el respeto por la diversidad.

En el discurso ante el B-20 la semana pasada la presidenta Cristina Fernández de Kirchner entre muchas cosas de las que dijo también hizo referencia a esta problemática, y vale la pena recordar sus dichos:

“No estoy anunciando el fin de ningún sistema por favor. Simplemente estoy viendo mirar con perspectiva histórica y mirarlo con perspectiva de liderazgo histórico y ver que es necesario hacer un cambio en serio, porque también lo que algunos creen que está sucediendo en otros países, alguien habló recién de lo que pasa en África cuando la gente no puede comer o en Magreb cuando pasó lo que pasó, pero tampoco nos creamos el tema de la famosa revolución árabe que solamente tiene que ver con la comida. Tiene que ver también con gentes que tiene sistemas políticos diferentes a los nuestros y que no quiere vivir con las formas democráticas occidentales. No lo veamos solamente con un problema económico. El que crea que la primavera árabe es una cuestión de que quieren vivir como nosotros los occidentales, con división de poderes y demás, no me parece que se está leyendo correctamente. Y si no miren las fotos de la gente que festeja la caída de los gobiernos y vamos a ver gente vestida como musulmanes, islamistas absolutos y además, en la primera elección que se hizo en Túnez, la ha compartido islamista moderado pero islamista -y no tengo nada contra el Islam, en absoluto- simplemente les digo: tengamos una real comprensión del mundo en el que estamos. No nos equivoquemos y sepan que si esto se profundiza, van a empezar a cuestionarse las democracias y las formas políticas actuales”

 

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