Tras el triunfo de Cristina…

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Osvaldo Drozd

El contundente triunfo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner en las elecciones complementarias de ayer, más allá de generar un optimismo desmedido, debiera ser un hecho que permita parar la pelota, levantar la cabeza, mirar el campo de juego y trazar líneas de acción para los años venideros. Sin dudas este resultado implica una relación de fuerzas casi inmejorable en el terreno del consenso democrático, pero de ello no se debiera desprender que esa relación de fuerza sea extensible a todos los terrenos donde se libra el combate político. La situación es óptima, pero exige más que nunca comprender todas y cada una de las variables que hacen a lo que para muchos, hoy consiste en el leit motiv de profundizar el modelo. Ganar con semejante resultado, no es profundizarlo, sino alcanzar un consenso que permita desarrollar herramientas para si poder hacerlo, y de esto mismo se desprende la necesidad y el compromiso de los dirigentes y militantes más identificados con la gestión de la presidenta, para generar espacios de debate y reflexión política e ideológica, que sirvan de insumos para la acción concreta, tanto en el territorio de la gestión, como en el del trabajo de base.

Cristina le sumó votos a todos los candidatos de la lista que encabezó, y no solamente por ser el vértice de esta construcción creando una marea implacable, sino porque generó un liderazgo sin precedentes, donde las principales proposiciones políticas son bien explicitas, más allá de conducir un movimiento heterogéneo.

Cristina en 2007 había alcanzado el 44,8 % duplicando a la segunda que fue Carrió con el 22,9, pero si bien esto implicaba un consenso importante, ello no tuvo traducción en el conflicto con las patronales del campo, y durante todo ese tiempo que se extendió hasta finales de 2009, el kirchnerismo daba la sensación de estar agotado como fuerza mayoritaria, pero no en cuanto a la política que llevaba adelante, ya que ahí mismo fue cuando comenzó a recomponerse con mucho vigor, y es el resultado de ayer lo que lo confirma sin tapujos. Entender esa recomposición, qué batallas fueron las que empezaron a darse encontrando nuevos actores que se fueron sumando al proyecto, es decir un nuevo modelo de acumulación política y cultural, que emergió durante 2010 con mucha fuerza, planteando nuevas demandas sociales, es creo, empezar a ver la punta del ovillo por donde debieran perfilarse los años venideros.

Para los sujetos sociales que plantean transformaciones profundas de la sociedad argentina, esta sin dudas es una situación inmejorable, pero si ello no se traduce en organización, esa que “vence al tiempo”, el desafío puede quedar en el intento.

El consenso siempre es equívoco, y es por esto mismo que se especula desde la prensa canalla o desde la oposición, en cuanto a qué es lo que en verdad votó el mayoritario electorado. Viento de cola, plasmas y consumo es lo que más les gusta señalar, y tal vez mucho de eso también esté presente mal que pese, pero el proceso político fue generando nuevos elementos que si no se tienen en cuenta, va a ser muy difícil consolidarlos. Beatriz Sarlo hoy lo advierte en su editorial del matutino La Nación: “Los resultados de estas elecciones presidenciales no se alcanzan sólo con subsidios, miniturismo, bolsas de shopping o plasmas. Juzgar la adhesión al peronismo sólo por motivos económicos siempre le impidió a la oposición descubrir sus verdaderas peculiaridades. Está claro que si falla la economía, fallarán las urnas. Pero definir su predominio sólo como distribución sistemática o al voleo y obediencia,  produce el mismo efecto de mal foco.”

 

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