Libertad de Prensa, DDHH y el lugar del malentendido

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Osvaldo Drozd

Ayer sentí la tentación de responderle a la SIP, en cuanto a la declaración anual que realizaran en Lima, pero la idea era no caer en decir que son unos mentirosos, o que en lugar de la libertad de prensa lo que ellos defienden es la libertad de empresa, cosas que ya se les endilgó muchas veces, y más allá de poder contrariar su posición con respecto a la empresa Papel Prensa, no se me ocurría nada que tuviera el atributo de lo que pretendía para que fuera una respuesta. Tal vez en lo que sigue, de alguna forma pueda cumplir aunque sea asintoticamente con tal objetivo.

Saúl Karsz es un filósofo argentino radicado en Paris desde los años sesenta, formado en la escuela de Louis Althusser. El controvertido Tomás Abraham, escribió en su blog que cuando fue a estudiar a La Sorbona en el 66: «Karsz era un profesor muy riguroso y disciplinado, a la vez que dogmático. Su método era althusseriano, lo que para mi nada significaba en un principio salvo que Althusser había reemplazado a Sartre como jefe de fila de la filosofía francesa». Abraham luego se formó con Michel Foucault, y luego siguió por el pensamiento posmoderno, cosa que hoy le permite desde sus columnas en Perfil despotricar contra el gobierno nacional.

Durante el año 1985 tuve la oportunidad, cuando formaba parte de una revista de circulación alternativa que se llamaba “Héroes y Mártires”, entrevistar a ambos, obviamente por separado. Rescatar algunos de los pensamientos de ellos, habiendo pasado más de dos décadas y media, tiene algún sentido, cuando cobran alguna vigencia en la actualidad.

Tomás Abraham nos recibió en un lujoso y sumamente amplio monoambiente, repleto de libros. Lo primero que le llamó la atención fue el nombre de nuestra publicación, ya que para él había que dejar de rastrillar en el pasado. “¡Ma que héroes y mártires..!.” dijo. Significativamente habían pasado solamente dos años del retorno de la democracia y era un tiempo donde el juicio a las juntas militares estaba al orden del día. Para Abraham que decía ser un “judío socialdemócrata”, había que mirar para adelante, y hubiera preferido que nuestra revista se llamara “Coca Cola” por dar un ejemplo. A los que escuchábamos nos dejó realmente perplejos, ya que de alguien de su formación, sin dudas esperábamos otra cosa.

Lo de Karsz fue algo diferente. Él había venido a Buenos Aires para dar un seminario para trabajadores sociales, en el Teatro General San Martín, que versaba sobre el rol del sujeto, principalmente desde la óptica de Jacques Lacan, de quien él que escribe para ese entonces, era un fervoroso lector.

Siempre voy a recordar algunas definiciones que Saúl nos proporcionó en aquella entrevista, como por ejemplo ante la consulta sobre qué es lo social, además de aseverarla como una construcción, la definía como “la denegación del concepto ideológico de ideologías”. Sin dudas no faltó que hablara del tema de los Derechos Humanos, y nos sorprendió con algo que contrariaba el sentido común de aquel tiempo en la Argentina. Karsz manifestó que si el hubiera estado viviendo en el país, le hubiera gustado participar del movimiento de DDHH pero a sabiendas de que este era un “campo suficientemente equívoco”, ya que era el lugar del malentendido. Lo que es derecho para algunos, no lo es para otros y la humanidad es una, afirmaba. Hoy desde nuestra actualidad saludamos obviamente la política de DDHH del gobierno, pero es bien sabido que bajo ese nombre se pueden esconder también las reivindicaciones más reaccionarias. George W. Bush le había sugerido al líder chino Hu Jintao que aplique los DDHH, o por ejemplo la Cuba de Fidel puede ser enrostrada de no cumplirlos. Es decir que sin una política correcta que apunte a un proyecto integrador, los DDHH resultan ambiguos y fáciles de torcer como se lo hizo con el Punto Final y la Obediencia Debida.

Si entendemos esta afirmación de Karsz como “campo suficientemente equívoco”, la problemática de los DDHH podría ser trasladada a otros territorios tal vez complementarios como lo es la “Libertad de Prensa” o “El autoritarismo” o la misma “Democracia”.

Es por todo esto que no sorprende que alguien como Tomás Abraham, nos hable de “Pensamiento Único”, cuando la socialdemocracia europea adhiriera a la verdadera acepción de ese término, y que no es otro que el discurso del neoliberalismo.

 

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