Moreno
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Remake XVII. En esa esquina
9 junio, 2011

 

Osvaldo Drozd

«Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa.»
K. Marx

Cuando se hace referencia a un apellido, no siempre el aludido es una persona en especial, sino que podría estar referido a más de uno.
Ayer leía una noticia, donde decía que un alfonsinista histórico como lo es Federico Storani, pidió una reunión con el gobernador santafesino Hermes Binner, para apoyar una eventual candidatura presidencial del socialista, dejando así de lado encolumnarse con su partido.
Con el retorno del régimen democrático en 1983, emergía la figura de Raúl Alfonsín quien entre otras cosas pregonaba que con “La democracia, se come, se vive, se educa…”, e inauguraba una primavera donde hasta se lograba enjuiciar a las juntas de comandantes de la última dictadura. Todo este proyecto que incluía hasta la fundación de la Segunda República, tuvo sus límites, y tal vez estos sean los límites propios de una formación socialdemócrata, pero lo que no se puede desconocer es que el alfonsinismo había logrado entusiasmar a cierto espacio del progresismo argentino, entre los que se incluía a los intelectuales nucleados en el Centro de Cultura Socialista. Con la conducción de Alfonsín el radicalismo producía un viraje en cuanto a su perfil anterior, donde primaban la línea de Ricardo Balbín y su acólito Fernando De la Rua, e incluso encolumnaba al partido centenario en las huestes de la Internacional Socialista.
El progresismo alfonsinista evidentemente no alcanzó anclaje en las bases de la sociedad argentina, y principalmente no lo pudo lograr en las filas del movimiento obrero, que siempre permaneció alineado al peronismo, y esta es una razón clave para entender su estrepitoso fracaso, que así y todo no pudo dejar de reconocer en el líder radical cierto respeto por los valores democráticos.
Alfonsín de esta forma se constituía en un referente del progresismo no peronista. En 1992 hubo un hecho significativo que fue un malestar que tuvo el ex presidente, y fue una inesperada taquicardia, cuando una comitiva de la internacional socialdemócrata visitó la Argentina. La IS no reconoció a Alfonsín como su cabal representante local, sino que la mención fue para el entonces intendente rosarino Héctor Cavallero integrante en aquel tiempo del Partido Socialista Popular (PSP). Este hecho de todas formas no fue una razón para que la UCR se aleje de la socialdemocracia, cosa que hasta hoy es así.
Raúl Alfonsín falleció en marzo de 2009, y Pacto de Olivos de por medio, quedó como ya habíamos dicho, como un referente indiscutible del progresismo no peronista. Fue ahí cuando Ricardito cargó con una pesada carga y que es nada menos que el propio apellido, e intentó desde ese momento capitalizar la supuesta gloria de su padre, hasta adaptando gestos y decires que lo aproximen más a él.
Pero como dice la famosa frase, la historia se repite una vez como tragedia y la próxima como farsa, o tal vez como ridícula caricatura. El pacto del segundo Alfonsín con el empresario colombiano Francisco De Narváez, si bien aleja de su lado a todos aquellos que se sintieron identificados con el primer Alfonsín, y pueda ser hasta visto como traición por muchos de ellos, lo que no se puede dejar de observar son los límites propios de una política que más allá de definirse como progresista, nunca tuvo una línea de acción concreta para enfrentar a los poderes concentrados que siempre van a intentar contrarrestar cualquier intento verdaderamente progresista y transformador.
¿Quién mató a Raúl? ¿Su hijo, o la política?

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